Tegucigalpa – Corría el año 1996 cuando el argentino Alberto Domingo Romero, entonces entrenador del Platense, de Puerto Cortés, (Caribe de Honduras) puso a jugar contra el Vida a un chico de 16 años, quizá presagiando que ese día marcaría la carrera de uno de los mejores futbolistas que ha tenido el país.

Ese chico, que ahora tiene 39 años, es Edgar Álvarez, quien a pulso, con regates y una velocidad que ponía en apuros a los defensas rivales cuando corría por la banda derecha, se abrió camino en el fútbol y en 2003 era figura en el Peñarol uruguayo, donde jugó una temporada y de ahí saltó a Italia.

Aquel partido jugado en la cancha del Vida el 21 de diciembre de 1996, el Platense lo ganó por 0-1 y Álvarez satisfizo con su juego a Romero, el entrenador que le dio la oportunidad.

Después de una temporada en Peñarol, al final de 2003 Álvarez pasó al Cagliari italiano de Italia por recomendación de su compatriota David Suazo, quien ya era figura en ese club.

Álvarez jugó en clubes italianos de Primera y Segunda División: Cagliari, Roma, Messina, Livorno, Pisa, Bari y Palermo.

En 2012 fichó por el Dinamo Bucarest rumano.

El 20 de agosto de 2000, Edgar Álvarez, de 1,69 metros de estatura, debutó con la selección de Honduras en un juego amistoso contra Haití que los centroamericanos ganaron por 4-0 en Nueva York.

Con la selección de Honduras jugó 55 partidos y anotó tres goles, y siempre sobresalió por apoyar a los delanteros con su veloz carrera y centros al área desde el extremo derecho.

Su único mundial fue el de Sudáfrica 2010, al que Honduras se clasificó de la mano del entrenador colombiano Reinaldo Rueda.

Luego de jugar con el Dinamo Bucarest, Álvarez, con 32 años, regresó en 2012 a su querido Platense, conocido como el Tiburón, primer campeón, en 1965, de la Liga Profesional de Fútbol de Honduras.

Muchos creyeron que Álvarez jugaría no más de tres años en su segunda etapa con el Platense, pero no fue así.

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Su disciplina y entrega al fútbol le dieron cuerda para más años al discreto Edgar, quien a veces pareciera ser bastante tímido y «poco expresivo», como dice él.

Esa cuerda se le terminó el domingo pasado al minuto 31 en el partido que Platense perdió por 1-2 ante el Olimpia, entre la nostalgia de sus compañeros y varios exintegrantes de la selección de Honduras, con los que jugó varios años, como Milton Núñez y Osman Chávezs.

El domingo, Edgar no lloró su despedida como jugador profesional, pero el corazón se le arrugó y más de una lágrima le rodó al salir del Estadio Excélsior de Puerto Cortés, en el que dejó tardes y noches corriendo más que todos y entre el aplauso de los aficionados del Platense cada vez que se lanzaba al ataque de su equipo.

El domingo se retiró del Platense, para el que jugó 320 partidos.

‘El mosky’ (mosquito), también apodado ‘Tren’ y ‘Jet’ a su paso por Italia debido a su velocidad.

Edgar no fue goleador en el Platense, ni en la selección, ni en Italia, ni en Rumanía, ni en Uruguay, pero fueron muchos los delanteros los que anotaron con sus pases precisos al área que nacieron de una veloz carrera suya, a veces saliendo desde el campo del equipo rival.

También son muchos los defensas que reconocen que para marcar a Álvarez había que ser más veloz que él, de lo contrario era casi imposible darle alcance.

El día de su despedida, su compatriota David Suazo, ‘la Pantera’, quien se quedó viviendo en Italia con su familia, le envió un mensaje a su amigo ‘Tiburón’ del Platense.

«Abrazo primo tiburón. Fuiste y serás un gran jugador. Orgullo para Puerto Cortés y tu amado Platense, pero sobre todo un gran amigo», escribió Suazo en redes sociales a Edgar Álvarez.

Los directivos del equipo le rindieron un homenaje y le regalaron una camiseta del Platense con el 320, numero de los partidos que jugó con el club que lo catapultó a la gloria.

Mientras tanto, en las canchas de Puerto Cortés, la ciudad natal de Álvarez, no importa que muchas sean de tierra, y en la playa, son muchos los niños que juegan al fútbol, algunos descalzos, y corren diciendo ser el Edgar, su ídolo, que les acaba de decir adiós.