Atenas – Ali y Omar Haji Mosa son dos hermanos que hasta hace unos años vivían en un pequeño pueblo del Kurdistán iraquí con su familia, donde criaban corderos. Ahora están instalados en el centro de Atenas. Son refugiados, pero su objetivo es integrarse para ser, simplemente, un ciudadano más.

El viaje hasta el apartamento donde viven a día de hoy ha sido largo y peligroso pero Ali tiene «grandes planes». Con la mirada puesta en el futuro, todos los días desde hace siete meses sigue dos cursos de idiomas -que a veces refuerza con tutoriales online- para aprender griego e inglés.

En mayo de 2015, los hermanos de 35 y 36 años llegaron a Grecia sin que esa fuera su intención. Tras atravesar Turquía en un viaje extremadamente peligroso, cogieron un bote con la pretensión de llegar a Italia junto a otras 64 personas, pero la embarcación se hundió en aguas griegas.

Todos sobrevivieron gracias al rescate de la Guardia Costera helena, que los llevó a Creta y de ahí al campo de refugiados de la isla de Kos, donde permanecieron durante un año, hasta que su solicitud de asilo fue aprobada.

«Cuando salí del campo me daba miedo que la gente fuera racista pero aquellos que conocí fueron todo lo contrario, no importa de dónde seas o en qué creas, te ayudan», resalta Ali a Efe.

De nuevo, el destino sonrió a los hermanos cuando, nada más llegar a Atenas, recibieron alojamiento en un hotel en el centro de la capital que forma parte del programa de alojamiento para refugiados y solicitantes de asilo de la ONG griega Solidarity Now, donde viven iraquíes, kurdos y sirios.

Este proyecto se enmarca en el programa de Ayuda de Emergencia para Integración y Alojamiento (ESTIA), apoyado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y con fondos de la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (ECHO), del que se benefician actualmente más de 22.000 personas.

A día de hoy, el programa de alojamiento de Solidarity Now dispone de 180 apartamentos en Atenas y más de 750 beneficiarios.

Para el coordinador del proyecto, Dimitris Papadimas, lo más importante del programa es que trata de «reforzar el bienestar de los beneficiarios en todos los aspectos», incluyendo la oferta de apoyo psicológico y médico, y un acompañamiento para que vean que «pueden vivir aquí e integrarse».

Ali se deshace en agradecimientos con los trabajadores de la ONG: «Desde que nos mudamos al apartamento, Ira, la trabajadora social (la mejor persona que ha conocido, según dice), viene y nos pregunta si tenemos cualquier problema, si necesitamos ir al médico… de todo. Nunca había visto tanta solidaridad. Además nos ayudan a aprender griego», cuenta.

Aprender el idioma es un primer paso básico e imprescindible para adaptarse a la sociedad en la que está abocado a quedarse, así como para encontrar un empleo estable en un mercado laboral tan maltrecho como el griego.

A fecha de 15 de noviembre, en Grecia residían alrededor de 75.000 demandantes de protección internacional, cifra cercana a los 80.000 que vivían en el país en el peor momento de la crisis de refugiados de 2015, según el Ministerio de Migración griego.

Algunas de estas personas serán devueltas a sus países de origen, otras -si están incluidas en el programa de reagrupación familiar o forman parte del contingente voluntario de acogida ofrecido por algunos países de forma bilateral- irán a otros países europeos.

Sin embargo, es probable que una buena parte de estas 75.000 personas vean sus demandas de asilo aprobadas como Ali y Omar y echen raíces en el país, con todos los retos que eso supone para ellos y para la sociedad helena.

«Cuando empecé a estudiar el alfabeto me pareció muy difícil, pensé que nunca lo aprendería. Pero ahora ya puedo leerlo y hablar un poco», destaca Ali, que además está pensando en seguir formándose para trabajar como intérprete en el futuro.

No obstante, últimamente los esfuerzos por aprender el idioma han pasado a un segundo plano, pues ha tenido que cuidar de Omar, que se está recuperando de una operación en la que le extirparon un tumor de la lengua.

Hace cinco meses, Omar le pidió a un doctor sirio amigo suyo que le examinara porque sentía dolores en la boca. Por suerte, su amigo identificó el cáncer a tiempo, Omar fue tratado con rapidez y poco a poco se está recuperando.

«Si Solidarity Now no nos hubiera ayudado, quizá mi hermano ahora tendría problemas mucho más graves por culpa del cáncer. Nunca en toda mi vida olvidaré la ayuda que nos han brindado», asegura.