Los Ángeles (EE.UU.)– Los trabajadores del campo en California (EE.UU.), en su gran mayoría inmigrantes, prosiguen su labor a pesar de la proximidad del fuego y bajo las cenizas producidas por los grandes incendios surgidos en este estado desde hace una semana.

«Cuando el cielo oscureció olía a humo, sentimos cenizas en la garganta y picazón en la nariz mientras cosechábamos moras», dijo a Efe Iván Soza, de 31 años, originario de Oaxaca (México).

El inmigrante trabaja en los cultivos de la zona agrícola de Oxnard, en el condado de Ventura (California), afectada por el incendio Woolsey desde el 8 de noviembre que se ha cobrado la vida de tres personas y ha arrasado más de 700 estructuras.

Con una mascarilla que le ha proveído la empresa que lo emplea, señala que a pesar de las dificultades se siente bien de tener trabajo y ganarse el pan de manera honrada.

En este condado, como en el de Los Ángeles, donde el humo no ha amainado, el trabajo tampoco se ha detenido, como lo registran las impactantes imágenes que algunos campesinos han publicado en sus redes sociales, en las que se les ve trabajando bajo un oscuro cielo gris.

El Departamento Forestal y de Protección contra Incendios de California (Cal Fire) ha insistido en la necesidad de que todo aquel que realiza labores cerca de algún incendio «debe trabajar con la protección adecuada».

«No podemos dejar de trabajar durante los incendios, porque rentar apartamento es caro. Tenemos que pagar recibos, nuestra alimentación y enviarle dinero a la familia a Latinoamérica», explicó Soza, quien cumple jornadas diarias de 10 horas y a 11 dólares la hora.

El trabajador criticó a los «antiinmigrantes» y a los «racistas mal agradecidos», quienes nunca van a buscar trabajo en las fincas, «en épocas tranquilas o rodeados de incendios». «Sólo latinos cosechamos todos los vegetales para todo Estados Unidos», agregó.

Genevieve Flores-Haro, directora asociada del Proyecto Mixteco Indígena, lamentó en declaraciones a Efe que durante la temporada de incendios todos piensan en ayudar a las víctimas o a las mismas entidades de socorro, «pero se olvidan de los campesinos».

Desde el viernes de la semana pasada, la organización de Flores-Haro ha repartido unas 8.000 mascarillas a los trabajadores del campo, tal como hizo en diciembre del año pasado cuando a raíz del devastador incendio Thomas distribuyeron más de 15.000 mascarillas.

«En los campos algunas empresas no nos quieren dejar entrar a ayudar a los trabajadores, porque tienen miedo de que el estado de California les va a multar», contó Flores-Haro. «Nos dicen que les proveen mascarillas, pero es mentira», aseguró.

Desde que comenzaron los destructivos incendios en California, que ha motivado evacuaciones masivas y la muerte de al menos 74 personas, activistas como Flores-Haro o de organizaciones como Central Coast Alliance for a Sustainable Economy (CAUSE) se han volcado a los cultivos con mascarillas.

«Los campesinos se ponen felices cuando llegamos, porque sienten que a nosotros sí nos importan, que no están solos», aseveró Flores-Haro.

El alguacil del condado de Butte, Kory Honea, informó el viernes que la lista de desaparecidos a causa del «Camp Fire», el gigantesco incendio que se registra desde hace más de una semana en el norte de California, se disparó de 631 a 1.011, aunque dijo que se trata de una «lista dinámica que fluctuará cada día» a causa de lo caótico de la situación.

La cifra de muertos asciende por el momento a un total de 74, tres de ellos en el «Woolsey Fire», contenido en un 78 % según autoridades locales, y 71 en «Camp Fire», este último el más mortífero en la historia del estado.

De acuerdo con los últimos datos, el «Camp Fire» ha destruido más de 10.000 estructuras (casas y edificios comerciales), en su mayoría en la población de Paradise, que quedó completamente engullida por las llamas, y ha quemado 57.500 hectáreas, mientras que los bomberos han logrado contenerlo en un 50 %.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, visitará este sábado las zonas afectadas y se reunirá con víctimas.