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Sinaia (Rumanía) – Cada día después del instituto, Roxana Nicoleta Butnar habla con su padre. Como a cualquier otra adolescente de su edad, su padre le pregunta por la escuela y se preocupa porque todo vaya bien y no le falte de nada.

Pero las conversaciones tienen una particularidad: desde que Roxana empezó a hablar casi todas estas charlas han sido a distancia. Primero por teléfono y después por WhatsApp o Skype.

Roxana vive con su madre en un pueblo de Vaslui, una de las provincias más pobres de Rumanía.

Tiene 16 años, el mismo tiempo que su padre lleva trabajando en la construcción en el extranjero. Primero lo hizo en Madrid, donde vivió ocho años, y ahora en el Reino Unido.

«La primera vez que se fue yo tenía 2 meses, y volví a verle cuando yo había cumplido un año», recuerda la adolescente a Efe, durante una colonia de verano organizada por la ONG «Save the Children» para niños que crecen lejos de sus padres en Rumanía.

Roxana es una de los estimados 160.000 menores en Rumanía que crecen sin al menos uno de sus progenitores emigrados al extranjero para ganarse la vida.

El fenómeno comenzó alrededor del año 2000, y se disparó a partir de 2007 con el ingreso de Rumanía en la Unión Europea (UE), que dio derecho a la libre circulación a los rumanos.

Solo entre 2015 y 2017, más de 620.000 rumanos, un 3 % de una población total de actualmente 19,6 millones, hizo sus maletas para buscar una vida mejor en el extranjero, según datos del Instituto Nacional de Estadística del país balcánico.

La Autoridad Nacional para la Protección de los Derechos de los Niños y las Adopciones asegura que casi 95.000 niños y adolescentes rumanos, unos diez mil más que en 2015, vivían en 2017 en el país sin uno o los dos padres emigrados al extranjero, sobre todo a países como España, Italia o Alemania.

Las cifras del Ministerio de Educación son incluso mayores. Según las distintas Inspecciones Escolares Provinciales, en Rumanía hay unos 159.000 menores «solos en casa», como se ha venido a llamar a estos niños separados de sus familias por la emigración.

Y estas cifras no incluyen a quienes aún no están en edad de escolarización o han abandonado el sistema educativo.

Rumanía es uno de los países más pobres de la UE, con una renta per cápita de unos 12.000 euros anuales, un 40 % de la media comunitaria.

Todo ello, pese a un «boom» económico con una bajísima tasa de desempleo y un crecimiento superior al 4 % desde hace varios años.

Crecer lejos de los padres, a cargo de tíos, abuelos o hermanos mayores o de un padre o una madre sola, suele tener efectos psicológicos negativos sobre estos menores, aseguran los expertos.

«Los problemas más habituales se derivan del sentimiento de abandono que sufren», declara a Efe el psicólogo Marius Rusu, durante la colonia de verano celebrada en julio en la ciudad turística de Sinaia, a unos 130 kilómetros al norte de Bucarest.

Rusu es uno de los especialistas de Save the Children y trabaja en el centro que la ONG tiene habilitado en Bucarest para atender las necesidades de los niños «solos en casa» y sus familias.

El psicólogo destaca la frecuencia en que estos niños son víctimas de acoso a manos de sus compañeros.

«Es suficiente ser diferente por cualquier motivo para ser víctima del acoso», dice Rusu.

Menciona entre los desencadenantes su situación familiar o que lleven ropa o tengan otras posesiones materiales más caras que el resto porque el dinero que envían sus padres se lo permite.

«Y aquí volvemos a lo mismo. ¿Quién escucha a estos niños?», se pregunta Rusu, que alude a la soledad en que a menudo se ven sumidos los menores con padres emigrados.

Uno de los factores cruciales en el bienestar de estos menores es la actitud o las capacidades de las personas que se hacen cargo de ellas, sobre todo los abuelos.

«Aunque tengan muy buena intención y quieran lo mejor para los niños, estas personas son a veces de edades avanzadas y no tienen la misma disponibilidad emocional para estar con el niño», dice Rusu.

Para aliviar esta carga a familias, que encima suelen tener poca formación y escasos recursos, Save the Children tiene repartidos por todo el país 17 centros.

Cada día, tras la escuela, los profesionales de la ONG ofrecen actividades de ocio y apoyo escolar y emocional a cientos de niños.

«Muchas veces los padres les dicen a los hijos que se van por su bien, lo que lleva a los niños a culparse por esta situación», cuenta a Efe Anca Stamin, responsable del programa de Save the Children para ayudar a estos menores.

Internet, los vuelos baratos y la eliminación de las fronteras en la UE han facilitado enormemente la comunicación y las visitas a casa de los padres rumanos emigrados, pero el elemento más importante sigue siendo la voluntad, y no todos mantienen relación con sus hijos una vez se han marchado.

Andreea Alexandra Moise tiene 19 años, y como Darius Avram, de 14, es de Petrila, en la provincia de Hunedoara, en Rumanía central.

Las minas de carbón de Hunedoara fueron en el pasado uno de los motores de la economía, pero han dejado de ser rentables y su cierre empuja a la emigración a muchos vecinos.

Los padres de Darius llevan emigrando al menos por temporadas al extranjero desde que él tenía solo 4 años.

La primera vez que su madre se fue, Darius tenía 7 años: «fue muy difícil, porque ella me ayudaba mucho con el colegio».

Quien ahora aparece todas las tardes en la pantalla del teléfono es su padre, que acaba de agotar sus vacaciones en Rumanía y ha regresado a su puesto de trabajo en Bélgica.

Darius y Andreea hablan con Efe en el balcón del hotel que acoge la colonia de verano en Sinaia.

«Mi padre está en Italia, se fue hace 10 años», cuenta Andreea ante el manto verde de abetos que cubre por completo las escarpadas montañas del extremo sur de los Cárpatos.

«Las cosas cambiaron mucho entonces, porque mi madre se quedó con cinco hijos y tuvo que ser la madre y el padre para todos», recuerda la joven, que ha perdido contacto con su padre.

Acaba de terminar el instituto y le gustaría estudiar Derecho, pero primero seguirá los pasos de su padre y emigrará, a Alemania.

«De momento voy a irme a otro país para hacer algo de dinero y continuar mis estudios cuando vuelva», promete.