El padre Juan Carlos Martínez.

Tegucigalpa – El párroco de la Iglesia Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, Juan Carlos Martínez, en la homilía de este domingo reflexionó que los emigrantes, prostitutas, toxicómanos, refugiados, presos hacinados y ancianos son los “nuevos leprosos de la sociedad”.

“La figura de los leprosos del Evangelio de hoy representan el extremo de toda marginación, hoy día también están los nuevos leprosos, los marginados de la sociedad, emigrantes, prostitutas, toxicómanos, refugiados, presos hacinados y ancianos que muchas veces viven solos”, razonó el religioso.

Al respecto cuestionó si ¿nosotros vivimos esta confianza en el Señor? que hace gritar en medio de la angustia.

A renglón seguido, indicó que lo que puede cambiar “nuestro corazón” no son las palabras ni las idead, sino una relación viva con aquel que está siempre activo en lo secreto de todo ser humano y de “nuestro corazón, Jesús.

“Volverse significa convertirse y nosotros somos capaces de volvernos a Jesús para darle gracias por el don de la vida”, agregó.

En ese sentido, puntualizó que solo el que se vuelve al Señor puede experimentar la salvación, es decir la vida plena.

“Necesitamos reconocer el donde la vida que acontece en nosotros y dar gracias a Dios en cada momento, la vida no nos ha sido dada hace 20, 30 o 60 años, se nos regala en cada momento”, caviló el párroco.

“Vivimos en un mundo desagradecido, quedamos prisioneros del refalo y nos olvidamos de aquel que nos lo ha regalado”, continúo.

De igual manera meditó que cuando se reduce la vida a consumir bienestar, noticias y sensaciones nuevas no es posible percibir a Dios como fuente y vida.

“Necesitamos descubrir la vida como un refalo y que la verdad no es algo, sino alguien, ¿no hemos de volver hoy a Jesús para darle gracias?”, acentuó.

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada
del evangelio de san Lucas (17,11-19):
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y
Galilea.
Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:«Jesús, maestro,
ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo:«Id a presentaros a los
sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a
grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole
gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:«¿No han quedado limpios los diez?; los
otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria
a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».