Nairobi- El año pasado llegaron más migrantes a Yemen, un país sacudido por la guerra, que por mar a Europa, y el viaje hacia la Península Arábiga supone una odisea «peligrosa» por el desierto, a 40 grados, según describe la subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU, Ursula Mueller.

«Hace 40 grados y el sol quema, y no tienen agua y están andando por el desierto; es muy duro y muchos no lo consiguen», explica a Efe Mueller, en conversación telefónica desde Yibuti, país que ha visitado esta semana y donde ha sido testigo de esta otra ruta, menos conocida, de migración.

Entre 300 y 600 migrantes, sobre todo etíopes, llegan cada día a Yibuti, un pequeño país situado estratégicamente en el acceso al mar Rojo, para intentar después llegar a Arabia Saudí, en una «peligrosa» ruta que les lleva, primero, a sobrevivir al viaje en barco y luego a tener que atravesar Yemen.

«Hay más migrantes yendo a la Península Arábiga que a Europa», recuerda la subsecretaria.

En 2018, un total de 150.000 migrantes llegaron a Yemen, sobre todo desde Etiopía, según los datos proporcionados por Mueller.

En comparación, si sumamos las llegadas por mar a Italia, Malta, Chipre, España y Grecia, y las llegadas por tierra a estos dos últimos países en 2018, según los datos de Acnur, el total es inferior: 141.472.

Los datos de este año no deparan grandes sorpresas: en los seis primeros meses del año, hubo 84.000 movimientos migratorios hacia Yemen, mientras que las llegadas a Europa, de enero a octubre, han sido 78.826.

Durante su visita, centrada en ver cómo la crisis climática ha impactado a este país del Cuerno de África, Mueller se encontró con un grupo de estos migrantes: «Vi a una mujer de 20 años que esperaba ser trabajadora del hogar en otro país, pero está arriesgando su vida por ello».

Yibuti alberga la zona más baja de África (a 155 metros bajo el nivel del mar), es uno de los países que más sufre la crisis climática y la sequía, con temperaturas que alcanzan los 50 grados en algunas ocasiones. Aún así, el 45 % de los migrantes que lo atraviesan lo hacen a pie.

La mayoría lo hace por motivos económicos: «no encuentran oportunidades en Etiopía y hay redes que les dicen que hay oportunidades allí (en Arabia Saudí), pero no les cuentan que es un viaje peligroso y que mucha gente muere en el camino».

YEMEN, UN DESTINO NO DESEADO

A Yibuti y Yemen les une ser los únicos dos países del mundo que empiezan por «Y», y les separan apenas 30 kilómetros, que se suelen recorrer en barcas más estables que las que intentan cruzar el Mediterráneo, pero en condiciones de hacinamiento que hace que muchos mueran asfixiados.

Y luego llegan a Yemen. «No me puedo imaginar los migrantes etíopes cuando llegan y no es para nada lo que esperaban», explica Mueller, «Yemen, desde luego, no es un destino deseado».

En un pico de llegada de migrantes, previo a la celebración del Ramadán, entre el 27 de abril y el 3 de mayo de este año, más de 5.000 personas fueron detenidas y concentradas en dos estadios de fútbol y un campo militar. Lo que supone un primer paso para los tan temidos campos de detención de otros países como Libia.

Los que consiguen llegar a Arabia Saudí, se enfrentan también a deportaciones masivas. Solo en 2019, las autoridades de este país han devuelto a, al menos, 57.843 etíopes a su país.

¿Por qué esta ruta no suele ser tan conocida como la del Mediterráneo? La subsecretaria explica que el tema migratorio es complejo y está lleno de motivaciones, pero reconoce que también hay razones políticas detrás: «hay presión para que este tema no sea público».

UNO DE CADA DIEZ HABITANTES ES EXTRANJERO

«Yibuti es un país muy pequeño, afectado por el conflicto en la región; es un país estable y por eso quizás es un país de paso y a la vez es por lo que 100.000 migrantes deciden llamarlo hogar», relata Mueller.

Es decir, en Yibuti, además de las centenares de personas que lo atraviesan cada día, uno de cada diez habitantes es extranjero. «¡100.000 migrantes es muchísimo para un país tan pequeño y es encomiable!», reconoce.

A éstos, se les suma 30.000 refugiados y solicitantes de asilo reconocidos en esta nación africana, a los que se les concede los mismos derechos que a los yibutianos y acceso a la sanidad y a la educación.

Pero la situación en el país no es fácil; la emergencia climática y la sequía han provocado que un tercio de la población esté en inseguridad alimentaria.

«La crisis climática aquí es realmente visible. La sequía, sobre todo, tiene un impacto en prácticamente todo, y está aumentando las enfermedades y las tasas de malnutrición», asegura Mueller.

«Estoy aquí -continúa- y esto es prácticamente un desierto y las temperaturas continúan elevándose, así que las condiciones de vida de la gente son realmente duras. Tenemos que hacer todo por mantener las temperaturas baja y mitigar el impacto de la crisis climática».