Roma.- Los restos de huesos humanos encontrados bajo el suelo de un sótano de la nunciatura (embajada) de la Santa Sede en Roma están siendo sometidos a la prueba del Carbono 14 para su datación y se necesitarán aún más días para conocer los resultados.

Así lo explicó a EFE Laura Sgro, abogada de la familia de Emanuela Orlandi, la joven hija de un empleado vaticano desaparecida hace 35 años y cuyo caso volvió a resurgir tras el hallazgo de los restos.

Sgro, que mantiene un contacto continuo con la fiscalía de Roma que lleva el caso, explicó que todas las noticias publicadas hasta ahora carecen de «fundamento» ya que aún no se ha realizado el examen.

Asimismo, confirmó que el examen del ADN que estaba previsto ha sido suspendido en espera de que se daten los cerca de «70 pequeños fragmentos óseos» que se encontraron.

Sgro respondía así a las noticias que aparecieron estos días en la prensa italiana en las que se aseguraba que los restos encontrados en «Villa Giorgina», la sede de la nunciatura apostólica en Italia desde finales de los años sesenta, tenían más de cien años y, por tanto, no podían ser ni de Emanuela Orlandi ni de Mirella Gregori, las dos niñas que desaparecieron en Roma en 1983.

«El examen está en curso y tardará algunos días, por lo que todo lo publicado no tiene fundamento», aseveró.

El hallazgo de los huesos hizo que algunos medios italianos lo vinculasen de manera precipitada al caso Orlandi, uno de los grandes misterios de Italia y del Vaticano.

Durante años se lanzaron toda clase de teorías sobre su desaparición que señalan a mafiosos, al obispo estadounidense Paul Marcinkus, director del Banco vaticano (IOR) o al turco Ali Agca, que en 1981 atentó contra el papa Juan Pablo II.

En los últimos días también se extendió la hipótesis de que los restos puedan pertenecer a la esposa de un portero de la nunciatura que desapareció misteriosamente en los años 60.

«Villa Giorgina», construida en torno a 1920, fue donada al Vaticano en 1949 por el empresario Abraham Jacob Isaiah Levi y lleva el nombre de su hija, que falleció a una edad temprana, como agradecimiento a Pío XII por haber protegido a los judíos escondiéndoles en conventos de Roma.

Algunos medios apuntan que la zona donde se encuentra el edificio fue un cementerio hasta principios del siglo XX.