San Pedro Sula (Honduras) – Las amenazas de pandillas es uno de los motivos, además de la extorsión y la inseguridad, por los que muchos hondureños se desplazan de manera forzada en Honduras, que registra unas 240,000 personas desplazadas en los últimos 14 años y requiere soluciones duraderas.

«A mi hijo me lo han andado persiguiendo para que se meta a las pandillas (…) y por eso nos hemos estado mudando», relató a Efe «Carmen», nombre ficticio de una hondureña que por miedo ha tenido que desplazarse al menos tres veces con sus ocho hijos.

Grupos formados por jóvenes y adultos dominan algunos barrios de Honduras con un «modus operandi» basado en el asesinato y la extorsión, prácticas a las que se suman la amenaza y la persecución.

Las pandillas acosaban al segundo de los ocho hijos de Carmen, al que llama «Carlos», en un barrio de la cuidad de San Pedro Sula, norte de Honduras, donde en mayo de 2018 fue raptado por pandilleros y horas después fue rescatado por la Policía en una casa abandonada.

«A él lo persiguen las pandillas» para reclutarlo, insistió Carmen, quien señaló que Carlos y su hermano mayor «José» salieron de Honduras en febrero de este año con rumbo a Estados Unidos, de donde fue deportado en 2018, con unos pocos centavos después de una paliza que le propinaron pandilleros.

Carlos decidió huir de Honduras pues los pandilleros lo amenazaron con que si no se unía al grupo «iban hacer que se comiera los huesos de la mamá y de sus hermanos», señaló la mujer con la voz entrecortada.

El joven, de 18 años, trabajaba en un negocio familiar en un mercado popular de San Pedro Sula, pero al no recibir respuestas de instancias estatales tuvo que abandonar «todo» para protegerse a sí mismo y a su familia, dijo la mujer con lágrimas en los ojos.

A la mujer le preocupa que hoy «no sabe nada» de sus dos hijos que salieron rumbo a Estados Unidos y con quienes desde hace más de dos semanas perdió contacto.

Con tristeza, asegura que su vida ahora es «bastante difícil» y lamenta que cinco de sus hijos no asistan a la escuela desde 2018 por las amenazas y «no tener nada estable».

Las constantes intimidaciones han obligado a Carmen a mudarse tres veces dentro del país, donde estos grupos extorsionan principalmente a empresarios y empleados del transporte público.

Las pandillas amenazan además de muerte a familias enteras para conseguir dominar el territorio, empujando a decenas de personas a huir de Honduras, que reconoce el fenómeno.

«Pedro» es otro joven hondureño que vivió una experiencia similar a la de Carlos y su familia. Tuvo que afrontar junto a una hermana y su novia el desplazamiento forzado interno por amenazas de una pandilla.

«Tuve que salir de mi hogar porque ellos (los pandilleros) nos amenazaron de que a nosotros nos podía pasar algo, andaban buscando a uno de mis hermanos vinculado a las pandillas» y que está en paradero desconocido, explicó a Efe Pedro.

Dijo que no interpuso la denuncia ante las autoridades «por miedo», ya que «hay miembros de la Policía que están incluidos en estos grupos», y lamentó que ahora él y su hermana están «solos».

«A veces nos da nostalgia y queremos regresar a nuestros hogares por motivo de desesperación, a nuestras familias no las miramos, sentimos temor», subrayó.

Según cifras oficiales, la violencia por el crimen o las pandillas causó el desplazamiento interno de unas 240.000 personas en Honduras entre 2004 y 2018.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) brinda acompañamiento a Carmen y sus hijos, así como a Pedro, que luchan a diario por forjarse una vida normal.

El jefe de misión del CICR en Honduras, Alexander Formisano, dijo a Efe que el fenómeno está «invisibilizado» en el país, por lo que es difícil contar con políticas públicas que «se adapten» a la problemática, que no es exclusiva de esta nación.

Destacó que Honduras ha impulsado iniciativas que le han permitido «poder calibrar un poco mejor la respuesta» hacia los afectados.

Formisano pidió hacer una «reflexión sobre las comunidades de acogida y las presiones que pueden tener estas personas» frente al desplazamiento forzado.

Uno de los principales retos de Honduras es «poder dar respuestas duraderas», porque «si no se hace una respuesta integral a largo plazo, la vulnerabilidad de las personas se mantiene» y, por lo tanto, «es fácil que incurran en una segunda fase de desplazamiento o que vuelvan a las zonas de riesgos originales».

Todas las iniciativas emprendidas por el Gobierno, como el anteproyecto de ley para proteger a los desplazados presentado esta semana, deben traducirse en «hechos concretos y reales» para que el problema sea tratado «de la manera más concreta posible».

Muchas familias en Honduras han perdido también el derecho sobre sus casas tras abandonarlas al ser acosadas por las pandillas, según las autoridades.