Cuando la señora Esperanza, una madre guatemalteca de cuatro niñas, supo que quizás podrían pasar hasta 12 meses en Tijuana (México) antes de llegar a conocer el resultado a su petición de asilo, se desesperó.

Fue entonces que pensó en probar la alternativa de cruzar a su familia a Estados Unidos como indocumentada.

Una de sus hermanas en Los Ángeles ya había ayudado para que la madre y sus niñas, todas menores de 10 años, llegaran a la frontera.

Esperanza narra que en marzo pasado, delincuentes de su pueblo mataron a su tío y que cuando su esposo quiso denunciar el homicidio, también le quitaron la vida 22 días más tarde.

Luego de ello, dice que la amenazaron con matarla y con abusar de sus niñas, si acudía a las autoridades.

Al verse viuda y con sus pequeñas, salió de Guatemala con la intención de nunca regresar pero en la frontera de Tijuana se encontró con el letargo en el proceso de asilo.

“Estuvimos casi tres meses para pasar a solicitar asilo” por el paso peatonal de El Chaparal y de ahí a la garita de Otay, dice.

No obstante, la familia entró solo para permanecer unos días detenida y luego ser regresada a Tijuana con una cita para volver de nuevo en enero a ver a un juez en una primera audiencia.

En total, el proceso llevaría entre tres y cuatro audiencias, si antes no les negaban el asilo.

Mientras tanto, en julio y septiembre pasados, la administración del presidente Donald Trump intentó negar refugio a los migrantes que antes no hubieran pedido asilo en México.

“No me puedo quedar aquí [en México] porque qué hago con las niñas, dónde las dejo pensé… No podría trabajar y menos regresar por lo que me advirtieron los delincuentes”, dijo la madre de familia.

Esperanza cuenta que estaba en un refugio junto a sus hijas cuando un sujeto le dijo que podría llevarla con su hermana por 8,500 dólares.

Aunque con dudas, su hermana transfirió el dinero a una cuenta que le dieron.

Madre e hijas fueron llevadas a una casa con ventanas clausuradas donde les ordenaron no salir. En los días en ese encierro, agrega, les exigieron otros 4,000 dólares.

En la casa, cuenta la mujer, había otra familia guatemalteca y tres jóvenes salvadoreñas, también en espera de que sus familiares dieran más dinero a los presuntos traficantes.

Cuando finalmente la hermana de Esperanza transfirió los todo el dinero, el sujeto llevó a la familia al oeste de Tijuana, donde habían equipos que sustituían un tramo del muro, y ahí las dejó con la indicación de que cruzaran a pie y se entregan a la Patrulla Fronteriza.

El hombre, dice Esperanza subió a un auto y se marchó.