Cúcuta (Colombia)- La ciudad colombiana de Cúcuta, que tiene el principal paso fronterizo con Venezuela, es testigo de la desesperanza que invade a muchos migrantes del país que se buscan la vida en Colombia y que anhelan un pronto final para el régimen de Nicolás Maduro.

A raíz de la crisis social, política y económica que atraviesa Venezuela, Cúcuta se ha convertido en los últimos años en un oasis en medio del desierto para miles de venezolanos que sufren debido a la escasez de productos de primera necesidad.

Este lunes se cumplen cuatro años desde que Maduro ordenó el cierre de la frontera con Colombia, que se extiende por más de 2.200 kilómetros, permitiendo únicamente el paso para peatones por los puentes que conectan a los dos países.

Desde entonces, diariamente cruzan hacia Colombia por el puente Simón Bolívar, principal cruce que conecta con la ciudad venezolana de San Antonio, en el Estado Táchira, miles de personas en busca de alimentos, medicinas, empleo o educación.

Entre esa masa que se abre paso se encuentra Mayra Ríos y sus dos hijas. Esta venezolana de 35 años viaja regularmente a Cúcuta, donde realiza trabajos informales que le permiten ganar algo de dinero para llevar alimento a su familia en San Antonio.

Ríos es enfermera, pero según explica, el salario en Venezuela no es suficiente para mantenerse ella y sus hijas, por lo que se ve obligada a cruzar constantemente la frontera.

«Vengo cuando voy a hacer compras, mercado, el día a día es terrible porque no hay empleo en San Antonio, entonces uno pasa para acá a ver que puede uno comprar, en que puede trabajar», contó a Efe.

Con rostro de resignación se refiere a su país: «Todo está peor cada día, la inflación sube todos los días, las cosas que se consiguen son importadas, cuestan mucho».

Ante la difícil situación que vive, la mujer ha llegado a considerar la posibilidad de irse definitivamente de Venezuela, como lo han hecho tantos compatriotas suyos que se radican en Colombia, Perú, Chile y Ecuador, principalmente.

«A veces uno piensa en migrar, trabajar en otro país. Por ejemplo aquí, el vecino, porque qué más, ahí le toca a uno así para poder sobrevivir», dijo.

Sin embargo, Ríos teme emprender una aventura, puesto que su familia le mantiene aferrada a su país y no contempla ni por un instante separarse de sus hijas y tener que vivir las dificultades a las que muchos se exponen al tomar esa decisión.

«No, para salir con niños pequeños, yo lo pienso, para irme de Venezuela como están los otros compañeros que están por allá en las aceras mendigando, prefiero quedarme acá y mirar a ver cómo se hace», sentencia.

Y es que de acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas, un 14 % de los migrantes venezolanos en la región recurrió a la mendicidad en la ruta desde su país hasta el lugar de destino, lo que hace que muchos se abstengan de abandonar Venezuela.

No obstante, según información de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), el número de venezolanos que han abandonado su país a raíz de la crisis ha superado la barrera de los cuatro millones, de los que más de 1,4 millones han llegado a Colombia.

A Ríos, el difícil momento que pasa en su país le impide ser optimista y se siente resignada a que la situación no cambie en mucho tiempo.

«Sin esperanza, ya uno no ve un futuro, ya uno como que (dice) ‘vamos a ver qué pasa mañana’ y ya, vamos a vivir el día, no nos preocupemos por el futuro, cada día que pasa es peor, se hunde más el país, se hunde más el país», insistió.

Otro de los tantos venezolanos que continúa luchando por mantener un mínimo nivel de calidad de vida en su país es Luis Carrero, de 46 años y que también viaja frecuentemente a Cúcuta desde la ciudad venezolana de Rubio, en el Estado Táchira.

En esta ocasión, Carrero cruza la frontera con la intención de comprar un medicamento para un sobrino que sufrió un infarto, por lo que con indignación se refiere a la escasez que ha deteriorado el sistema de salud en su país.

«Podemos decir que cada día que pasa en Venezuela es un día de sobrevivencia (…) en nuestro país se cuenta es por muertes», dijo a Efe refiriéndose a la mala atención en los hospitales.

Además, Carrero comenta que puede notar que la angustia se apodera de sus compatriotas que siguen en Venezuela y que el sentimiento común es de frustración, ya que los intentos por parte del líder del Parlamento de Venezuela, el opositor Juan Guaidó – quien se proclamó presidente interino del país -, de poner fin a la dictadura de Maduro no han tenido los resultados que el pueblo espera.

«Nosotros los venezolanos hemos dado todo lo suficiente para decirle, para poder decir al mundo que no estamos de acuerdo con lo que estamos viviendo, que cada día es un día por sobrevivir y que necesitamos pasar ya de una vía negociadora a una vía mucho más contundente», concluyó.