Varios turistas llegan caminando a la terminal de cruceros del Puerto de Barcelona, fuertemente custodiada por los mossos d'esquadra después de que un grupo de manifestantes tratara de acceder por la fuerza, hoy viernes, el día en el que Cataluña vive su cuarta huelga general en menos de dos años vinculada al proceso independentista, una convocatoria con la que culmina una semana de movilizaciones en protesta por la condena de los líderes del 'procés'. EFE/Toni Albir

Barcelona (España) – La huelga general y las protestas convocadas para este viernes por entidades independentistas de Cataluña tuvieron como testigos y víctimas inocentes a muchos de los turistas que visitan Barcelona, y que vieron cómo se alteraban sus planes vacacionales.

Barcelona, con sus monumentos, tiendas y su ambiente de diversión, es uno de los principales destinos turísticos de España, con 14,8 millones de turistas en 2018, de los que 12 millones proceden del exterior, según cifras municipales.

Los problemas para el turismo de esta jornada de protesta se vieron sobre todo en el centro de la ciudad, que quedó prácticamente vacío, con la mayoría de locales comerciales cerrados.

Cientos de manifestantes independentistas bloquearon temporalmente los accesos al inacabado templo de la Sagrada Familia, la más famosa obra del arquitecto modernista Antoni Gaudí, con lo que impidieron la entrada y salida de visitantes y trabajadores.

Las tradicionales colas de turistas aguardando sus respectivos tours han dado paso a pequeños grupos de visitantes que, con algo de perplejidad, se miran unos a otros tratando de entender qué es lo que sucede en la capital catalana.

Y es que tras la sentencia del Tribunal Supremo del pasado lunes, que condenó a penas de entre 9 y 13 años de cárcel a los líderes del intento secesionista ilegal de 2017, se ha desatado un alud de protestas en toda Cataluña, algunas de ellas con violencia y graves disturbios, sobre todo en Barcelona.

Incidentes que han hecho levantar recelos entre los turistas, que no terminan de comprender cómo, de la noche a la mañana, todo el mundo les dice que vayan con cuidado.

«Ayer vine con un poco de miedo, porque aterricé después de medianoche en el aeropuerto y llegué al hostal en medio de las protestas», explica a Efe la brasileña Joceineide desde la fila de uno de los puntos de información turística de Barcelona, donde se acaba de enterar que ni el autobús turístico ni el teleférico de Montjuic funcionan hoy.

Joceineide, como la mayoría de visitantes que aguardan a su lado, confiesa que no conoce la «cuestión independentista», pero se ha enterado a través de una amiga de las concentraciones que están sucediendo estos días por lo que – dice – intentará «pasear tranquila por donde pueda hasta mañana».

Los japoneses Sakiko y Kenta hace tres días que están en Barcelona y tampoco tienen muy claro por qué Cataluña vive una huelga general. Aseguran que en su país no es un tema del que se informe demasiado aunque, de momento, no parecen preocupados porque ven «las calles tranquilas».

Tampoco Peter, que viene de Alemania, se muestra intranquilo y, en declaraciones a Efe, explica que tan sólo le ha llamado la atención «la cantidad de policía y de prensa» que ha visto desde primera hora de la mañana.

Lo único que verdaderamente interesa a estos turistas – cuentan – es poder recorrer la ciudad con calma y sin complicaciones, algo que no está del todo garantizado dados los numerosos cortes de tráfico, los efectos en el transporte público y concentraciones planificadas a lo largo del día.

Pallavi y Rajeev, de nacionalidad india, señalan que «las manifestaciones no le son extrañas a nadie». Esta pareja, residente en el Reino Unido, admite que no se siente «insegura» paseando por Barcelona, pero insiste también en que no comparte «las promesas vacías» de los dirigentes independentistas.

En cambio, desde la puerta de su hotel, John y Angela no opinan exactamente igual, «13 años de cárcel nos parece un poco extremo», aunque también alertan de que la violencia genera mala imagen internacional: «Quemando cosas e incendiando la calle, se perderá la simpatía de la gente».