Fotografía fechada el 22 de junio de 2019, que muestra a fieles mientras realizan cánticos en el exterior de la Iglesia de la Luz del Mundo, en la ciudad de Villahermosa, en el estado de Tabasco (México). EFE

México – La creciente violencia, la fuerte religiosidad y las creencias ancestrales e incluso sobrenaturales generan en México un caldo de cultivo y lo hacen el hábitat perfecto para la proliferación de grupos sectarios.

«México es uno de los países donde más sectas afloran. Esta cultura de lo mítico y lo mágico como pilar permite que los grupos destructivos jueguen con las creencias», explicó en entrevista con Efe Verónica Mendoza, vicepresidenta de la Red de Apoyo para Víctimas de Sectas, que actúa principalmente en países de habla hispana.

Pero además de estos grupos relacionados con la religiosidad, el formato de las sectas ha ido mutando paralelamente con las necesidades de los habitantes del mundo moderno.

Actualmente existen grupos de «coaching» (entrenamiento) emocional que ofrecen desarrollo profesional y éxito a personas que muchas veces se encuentran en situaciones económicas y sociales de aislamiento, e incluso empresas con estructura piramidal que funcionan como refugio en una sociedad individualista.

«(El éxito de estos colectivos) tiene que ver con transformaciones de la sociedad mexicana. Estamos en un periodo de inestabilidad económica y percepción de inseguridad. Además, el desarrollo de las ciudades lleva a la gente a sentirse sola, aislada y vulnerable», detalló a Efe Luis Alberto García, coordinador de estudios de la Escuela de Psicología de la Universidad Panamericana.

Neftally Beristain es abogada de la Red de Apoyo que cursa actualmente una maestría en Psicoterapia Humanista y fue víctima de la Gnosis, una secta que dice llevar a sus fieles a la salvación del mundo mediante la meditación.

A Efe le contó que llegó a sentir que solamente en el santuario estaba bien, mientras que fuera de allí se podía «ensuciar».

Descubrió la existencia de este grupo en un cartel en el que se podía leer «curso de meditación, matrimonio perfecto», ante lo que se interesó debido a la curiosidad que puede sentir una joven de 21 años con interés en lo espiritual.

Al principio aprendió meditación, pero después los maestros comenzaron a interesarse más por su vida personal y por las personas ajenas a la secta con las que se relacionaba.

Esta atención la hizo sentirse comprendida, pero también cada vez más alejada de sus allegados, quienes vivían «ciegos», según le decía el grupo.

En este punto, los maestros, explicó Neftally, adentraron a la joven en una psicosis colectiva consiguiendo que sintiera miedo ante espacios oscuros, donde supuestamente unos insectos robaban energía, o provocaron que su imaginación creara voces y visiones irreales.

Las dudas de esta mexicana de Chetumal, en el suroriental estado de Quintana Roo, empezaron a gestarse cuando la enviaron como «misionera».

«Ser misionera es dejarlo todo», lamenta.

Así que decidió irse de su casa y, aunque le prometieron llevarla al santuario de Coahuila, en el norte del país, solamente llegaron a Tabasco, cerca de Quintana Roo, donde tuvo que vender postres en la calle en malas condiciones mientras que los maestros comían en buenos restaurantes y no trabajaban, rememora.

«Pensé por qué pasaba esto si nos enseñaban que todos somos iguales. Mi cerebro empezó a cuestionarse. No sé por qué pero no llegaron a doblegar mi mentalidad», explicó Neftally.

Con la ayuda de sus padres y posteriormente de la Red de Apoyo, donde ahora ella ofrece asesoría legal de manera desinteresada, logró despojarse de la «despersonalización» que le causó este grupo, pero todavía están latentes otras secuelas.

«A día de hoy me replanteo muchas veces si lo que estoy haciendo en la vida tiene significado o sentido. Con la religión en general tengo animadversión», detalló la joven, que ahora busca «creer en sí misma».

Organizaciones sin ánimo de lucro como Red de Apoyo son casi las únicas que prestan atención a este fenómeno que afecta a la «salud» de la sociedad más de lo que pueda parecer.

Ya que, según Luis Alberto García y Verónica Mendoza, puede haber una gran vinculación entre las sectas y la violencia o los grupos criminales, algo de lo que los Gobiernos generalmente no son conscientes o no quieren serlo.

«Pueden fabricar una sociedad no pensante, es el germen de la esclavitud del siglo XXI. Sujetan la voluntad al capricho del dirigente que puede usar como quiera la vida de miles de personas», expresó Mendoza, también comunicóloga.

Por su parte, el psicólogo aseguró que tiene que existir un monitoreo de sectas, ya que en México solo existe un censo de agrupaciones religiosas, lo que impide conocer las dimensiones reales del fenómeno.

«Debe haber un registro y monitoreo de estos grupos. La historia nos enseña que es fácil que en este tipo de grupos se haga un deslizamiento hacia conductas criminales», añadió.

Es el caso de la Iglesia de la Luz del Mundo, cuyo líder fue detenido recientemente por presuntos abusos sexuales y tráfico de personas y tiene una fuerte presencia en México, donde está inscrita en el registro de agrupaciones religiosas.

«Más allá de la inscripción legal hay muchas cosas. Sí hablaría de la Luz del Mundo como agrupación sectaria porque las sectas son grupos que tienden a radicalizarse y en ellas existe un proceso de adoctrinamiento», consideró el profesor García.