Tegucigalpa – En el mensaje correspondiente a este domingo, el párroco de la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, Juan Carlos Martínez, cuestionó si se puede vivir de otra manera que no sea a la defensa y en la rivalidad.

En ese orden, el religioso reflexionó en el momento que Jesús envía a 72 discípulos a predicara el evangelio como ovejas en medio de lobos.

“Tenemos que preguntarnos, podemos vivir de otra manera que no sea a la defensa y la rivalidad al ataque de un lobo”, preguntó el párroco durante la homilía de este domingo.

En ese sentido, invitó a ser más corderos que lobos en medios de una sociedad llena de resentimientos y agresividad.

“Ya mucha agresividad y resentimiento en nuestra sociedad donde se lanzan insultos y ataques que dificultan nuestro entendimiento y convivencia”, razonó.

A renglón seguido, reflexionó que la forma de manifestar la confianza en el Señor es no confiando en los recursos naturales ni apoyarse en los poderes de este mundo.

“La paz es la buena noticia que tenemos anunciar”, expresó al tiempo que aceptó que no es una tarea fácil.

En nuestros tiempos -dijo- la paz es el signo de la presencia de Dios, por lo que, invitó a anunciar la paz como un mandato del Señor.

Cabe señalar que la sociedad hondureña se encuentra polarizada y en medio de una crisis sociopolítica desde 2009 tras el derrocamiento de Manuel Zelaya y que se acentuó en las elecciones generales de 2017 que dieron la reelección al presidente Juan Orlando Hernández.

Y no solo los temas políticos pesan sobre la sociedad sino eventos naturales como el cambio climático y una emergencia nacional declarada a causa del dengue que ya deja 48 personas sin vida.

Con base en lo anterior, la Iglesia Católica se pronunciado a través de la Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) y en cada homilía correspondiente al mensaje dominical.

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (10,1-12.17-20):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:

“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.

Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.

Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:

«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».

Él les dijo:

«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».