Tapachula (México) – Miles de migrantes, muchos de ellos africanos, suavizan su dura realidad al recibir la solidaridad de mexicanos del sureste de México, que contrasta con la actitud fría de las autoridades.

Los migrantes, se calcula que son unos 2.000, muchos de ellos africanos o caribeños, cruzaron miles de kilómetros hasta llegar a México, donde permanecen varados esperando un visado que les permita cruzar el país y llegar a Estados Unidos.

Al menos esta es su intención, pero si lo podrán hacer o no todavía es incierto ya que las autoridades migratorias todavía no dan el permiso para que puedan continuar su recorrido.

Aunque ya se reinició el registro ante el Instituto Nacional de Migración (Inami), hasta el momento la inmensa mayoría de migrantes en Tapachula, en el suroriental estado de Chiapas, no han obtenido una respuesta favorable a su solicitud.

Es el primer oleaje de extracontinentales de este año que ha logrado cruzar al menos una decena de fronteras, y aguarda ya con desesperación tras 16 días de su llegada a la estación migratoria siglo XXI, en Tapachula, a 60 kilómetros de Suchiate, frontera con Guatemala.

Son unos 2.000 migrantes, muchos de ellos africanos llegados de Camerún o la República del Congo.

Viajan varias mujeres, algunas de ellas embarazadas o cargando sus niños en brazos, niños y niñas.

Se han establecido frente a la estación migratoria con casas de campaña de plástico.

A menudo, se escucha el llanto de los niños migrantes quienes apenas comen una vez al día.

«No hay para más», exclama consternado un joven matrimonio de la República del Congo conformado por Michee Nkumu y Sivi Paulina Neola Jpierre, con su pequeño Manasse Mpela, de 3 años de edad.

Nikumu lamentó a Efe que su situación es difícil.

La situación se complica todavía más con su mujer, con un embarazo de alto riesgo, y ya ha se ha visto afectada en su salud, desde que tuvo un accidente cuando venían por Panamá, y sufrió una caída.

Por suerte, no todo son desgracias e infortunios.

Una mexicana de buen corazón, que vive al lado de la estación migratoria siglo XXI en Tapachula, les ha brindado ayuda estos días e incluso llevó a la joven a un hospital público, aunque se le negó el servicio.

Leydi Dávila de la Rosa es la joven madre mexicana que, pese a tener muy pocos bienes, ayuda a esta pareja y al pequeño Manasse.

«Pues aquí han pasado una situación muy dura porque no les quieren dar documentos, los han estado esperando y a los africanos no les quieren dar entrada», explica la mexicana.

Denuncia que «les han cerrado el paso y han pasado una situación muy dura».

«Que les den documentos porque hay mucha gente y los tienen aquí esperando, que les den documentos y se puedan ir. Está mucha gente esperando. Me da mucha tristeza por los niños», agregó.

Entre tanto, la joven congolesa se toca el vientre, levanta su blusa y enseña su embarazo de seis meses de gestación.

Explica que los ayudaron a pasar y esperan que el Gobierno mexicano les permita seguir con su recorrido porque, además, su pequeño hijo se ha enfermado de gripe y del estómago.

De pronto, rompe en llanto porque no tienen alimentos para comer, solamente ingiere avena mezclada con agua.

Los migrantes señalaron que además de las carencias, el sufrimiento y las enfermedades que te están padeciendo, también han sido discriminados por su color y su condición de africanos.

Sin embargo, a pesar de su amarga situación y lo malo a lo que se han enfrentado en esta travesía, afortunadamente se han encontrado buenas personas que les han brindado su apoyo.

Una ayuda que se convierte en un tesoro cuando todavía están a miles de kilómetros de la frontera norte mexicana.

De llegar, estarán a un paso de pedir asilo a Estados Unidos, pero también mucho más cerca de enfrentarse a la política migratoria de la primera potencia mundial, encabezada por un Donald Trump completamente opuesto al fenómeno.