Fotografía del 24 de octubre de 2018, donde aparece Vashkin Koshkerian (d), fundador de "Lights on" dedicada a la recepción y ayuda de reos que salen de prisión, mientras posa con el ex reo Frank Valles (i) frente a la camioneta del grupo en la puerta de la Cárcel Central de Hombres y Mujeres, en la ciudad de Santa Ana, California. EFE

Los Ángeles – En plena noche, y sin dinero ni nadie que los espere, reclusos que salen de la cárcel en el condado californiano de Orange reciben de un grupo de voluntarios del grupo «Lights on» un «café y un abrazo» para alumbrarles el camino a casa.

Los reos de la Cárcel Central de Hombres y Mujeres, en la ciudad de Santa Ana, reciben además algo de comida y el acceso a un teléfono para llamar a familiares o amigos.

«Este proyecto comenzó (a raíz de que) dos jovencitas salieron de esta prisión y fueron violadas y asesinadas», explica a Efe Vashkin Koshkerian, fundador de «Lights on» (Luces encendidas) sobre este suceso ocurrido hace 12 años.

Orange «es el único condado en Estados Unidos que libera gente de 10:00 de la noche a 3:00 de la mañana, así que soñé que necesitábamos ayudar», señala el estadounidense originario de la antigua Unión Soviética.

Antes de existir «Lights on» los únicos que esperaban a los recién liberados eran «pandilleros» y «vendedores de drogas», apunta este empresario retirado que en 2004 creó además la organización no lucrativa «Micah’s Way», que asiste a personas de bajos recursos, desamparados y estudiantes del sur californiano.

«Estamos aquí para asegurarnos que regresan seguros a casa, les damos una taza de café, algo de ropa, pases de autobús, con cualquier cosa que podamos ayudar», indica sobre esta iniciativa conjunta con la organización San Vicente de Paul y el proyecto Kinship.

La iniciativa provee, además, información de empleos, entrenamiento laboral, asistencia alimenticia o de atención sanitaria para «comenzar de nuevo».

Días después de que salen de prisión, esta organización realiza un «seguimiento» para saber si están seguros y progresan adecuadamente en su intento de reinsertarse.

«Ve a casa seguro, mantente en tranquilidad y nunca regreses de nuevo a esta cárcel», aconseja cada noche a cerca de 50 personas que salen de prisión.

La joven Alejandra R., detenida por «una infracción de tránsito», quedó en libertad a las 11:00 de la noche y toma café con pan mientras unos jóvenes con aspecto de pandilleros merodean la zona.

«Quédate aquí hasta que venga tu mamá», le dice Koshkerian con el tono de quien aconseja a su hija.

Lo mismo ordena a Meaghan Osaki, otra joven liberada a media noche y que come con ganas unos panecillos poco después de no poder contener las lágrimas mientras hablaba por teléfono con su familia.

«La cárcel no es un lugar bonito para nadie y salimos con mucha hambre», dice a Efe Alejandra R, quien agradece que haya personas que las esperen con «algo de comer» y que, incluso, le regalen una «camisa calentita» con la que combatir el frío.

El presidente de «Micah’s Way» lamenta que los políticos no hagan nada para evitar que los reclusos salgan a la calle en estas condiciones: sin dinero, sin la opción de usar el teléfono para hablar con sus familias y algunos hasta sin ropa.

Explica que «miles» ha sido beneficiados por la labor de «Lights on» y muchos de ellos le visitan posteriormente para agradecerle su ayuda en este momento difícil.

«Las sonrisas de felicidad de la gente son mi alegría», subraya junto a media docena de voluntarios este filántropo que dice que antiguamente era «muy, muy rico», pero decidió que el «dinero no es la cosa más importante en la vida, sino ayudar a los pobres».

Frank Valles, quien prefirió no comentar la razón de una detención de la que salió en libertad hace un año, dice a Efe que recuerda con cariño «ese café calentito y el pan bien bueno» que recibió cuando dejó el presidio.

«Una vez que se abren las puertas de la cárcel muchos de nosotros no tenemos donde ir», recuerda Valles sobre la «oportunidad» que le brindaron estos voluntarios de «enderezar el camino».