En la imagen, la periodista nicaragüense-costarricense Lucía Pineda Ubau. EFE/Maribel Arango/Archivo

Washington – La periodista Lucía Pineda vivió 172 días encarcelada en Nicaragua. Los guardias la interrogaban y ella sin miedo les debatía, rezaba con otras presas, hablaba y hablaba hasta que un día la pusieron en régimen aislamiento, donde estaba sola y el custodio no le daba ni la hora.

«Yo tengo que hablar, nosotros estamos acostumbrados a hablar, los periodistas, y el hecho de que me mandaran allí sola y sin nadie, sin compañía y que el custodio no puede hablar, tiene prohibido hasta darme la hora. Era para volverme loca», cuenta a Efe Pineda en una entrevista en Washington.

Ponerla en régimen de aislamiento era un último gesto de «censura total». Mientras pronuncia esas palabras, la periodista coloca su dedo índice sobre los labios en un gesto de silencio.

Pineda acudió esta semana a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para denunciar el cerco a los medios del presidente nicaragüense, Daniel Ortega.

El 21 de diciembre de 2018, a eso de las nueve y media de la noche, la policía tomó por la fuerza en el canal crítico 100 % Noticias, donde Pineda era jefa de información y Miguel Mora, el director.

«Nosotros -recuerda- estábamos trabajando y yo incluso me puse a informar de que ellos estaban tomando el canal y que se iban a llevar preso al director. Yo escuché los sonidos en el segundo piso y entonces comencé a dar la nota de última hora, intenté subir al segundo piso».

Pero, en ese momento, se topó con un policía, así que bajó las escaleras corriendo, se escondió debajo de las escaleras e hizo allí su último reporte: urgente, los paramilitares toman el canal.

«Ya pues en un momento, salgo del escondite y me encuentro pues ahí, un policía. Como estaba todo oscuro él me alumbra y yo le dije hola, me dijo hola y me condujo hacia afuera y me pusieron las esposas», dice Pineda que junta sus muñecas como simulando esos grilletes.

Comienzan, entonces, 172 días de cárcel que bien podían haber sido 10 o 15 años. Pineda y Mora fueron acusados de varios delitos por «terrorismo» e «incitación al odio» en un intento de Ortega por acallar las protestas que le pusieron en jaque el año pasado y que segaron 325 vidas, según cifras de la CIDH.

Pineda y Mora fueron liberados el pasado 11 de junio junto a otro medio centenar de «presos políticos», aunque sus casos siguen abiertos.

Al principio, Pineda estuvo en los calabozos de El Chipote, una tétrica prisión señalada por supuestas torturas. Allí los guardias la sacaron una y otra vez de su celda para interrogarla, aunque ella asegura que esas conversaciones eran más un «debate», un intercambio de opiniones, porque no había nada jurídico, ninguna acusación real.

«El policía decía una cosa, yo decía otra y ya, usted es un fanático y yo soy periodista. Aquí hay una dictadura», rememora Pineda. Mientras dice la palabra «dictadura» junta sus muñecas y las pone en paralelo, como si estuviera esposada.

Guardia silencio apenas un segundo. Cuenta que, mientras estaba en el Chipote, las presas la subían a unos ventanales para que hablara de su amor por Dios.»Yo les decía no pierdan la fe, les ponía con la prédica del día, el mensaje del día, la palabra de Dios del día y, entonces aquello se animaba».

Pero, después de unas semanas, la trasladaron a otra cárcel. «A mí me asilaron totalmente, yo no estaba ni con las presas políticas ni con las presas comunes, yo estaba solitaria, aislada como escondida y con un custodio permanente como las 24 horas al día, allá afuera», recuerda.

Pineda empezó a hablar sola. Necesitaba hablar y como el guardia no podía dirigirle la palabra, Pineda tenía unas animadas charlas con Dios.

«Hablaba con Dios, yo le hablaba a Dios. Allí, ellos (los guaridas) creían que yo me estaba volviendo loca, pues no, yo estaba como en mi terapia», se ríe.

«¡Señor aquí estamos!», gritaba en su celda. «Ósea estamos en esta prueba, es difícil, es dura, pero estoy con fe, mi fe es inquebrantable y yo qué se nos va a sacar de aquí. Gritaba tres veces al día porque hacía mis cultos, Cristo rompe las cadenas y nos da la libertad. Y Cristo rompió esas cadenas y nos dio la libertad y viene por la libertad del resto de presos políticos y por la libertad de Nicaragua».

Ella, ya libre, ha trabajado en los últimos meses para reconstruir el canal 100 % Noticias. Tiene la nacionalidad costarricense y nicaragüense y ahora está exiliada en Costa Rica. Ha exigido a Ortega que le devuelva los materiales del canal que se «robaron» para que puedan seguir trabajando.

«Yo voy hasta el final, este es mi trabajo».