Río de Janeiro – Una de las principales figuras de las escuelas de samba es la portabandera, un personaje ejercido tradicionalmente por mujeres pero que en el carnaval que comienza este viernes romperá el molde con Anderson Morango, el único hombre que llevará esta insignia en el sambódromo de Río de Janeiro.
En un medio que aparenta apertura y diversidad pero que tras bambalinas es receloso de sus tradiciones, romper el esquema no fue fácil y trajo consigo polémica y discriminación, admitió a Efe el hombre que portará la bandera de la escuela de samba Académicos do Sossego durante su desfile en el sambódromo.
Morango entró a ocupar un espacio reservado tradicionalmente para mujeres, aunque, en la historia del carnaval de Río, hasta los años 40 eran los hombres los que representaban todos los papeles en los desfiles de las escuelas de samba.
Tampoco será el primer hombre que lo hace en los tiempos recientes, ya que en 2014 el conocido coreógrafo Carlinhos de Jesús representó a Ubaldo, el primer portabandera de que se tiene noticia en la historia del carnaval carioca.
Eso sí, Morango será el único de su género que desfile este año como portabandera por la Sapucaí, la avenida donde se erige el emblemático sambódromo de Río de Janeiro.
«Enfrenté mucha cosa, mucha discriminación», relató a Efe Morango, quien aseguró que su fortaleza y el apoyo de sus amigos y de quienes creían en él impidió que desistiera de su nominación.
Este hombre de mirada suave y sonrisa contagiosa ama el carnaval, que considera el aire que le da vida y por eso desde muy joven participa activamente de la fiesta.
Fue así como conoció a Giovanna Justos, actual portabandera de la escuela de samba de Sao Clemente, su mentora y quien le ha enseñado todo lo que sabe.
Cuando tenía unos 18 años comenzó a acompañarla en sus presentaciones, él la llevaba y organizaba los disfraces, la ayudaba con el maquillaje. «No se despegaba de mi, era mi mano derecha, un joven lleno de energía», asegura Justos.
En esa trayectoria, Morango pasó de asistirla a hacer parte del desfile pero no en cualquier papel. Él comenzó caracterizando al «Mestre-sala», el hombre que hace pareja con la portabandera.
«Así comencé. Yo no quería cualquier rol. Yo siempre he querido participar en los desfiles en papeles destacados», precisó.
El destino terminaría llevándolo al cargo que hoy representa con honor y al que fue elegido por la gracia, la alegría y la soltura de su baile.
La decisión de que fuera portabandera fue de Wallace Palhares, presidente de la escuela de samba Académicos do Sossego y que le hizo la propuesta en agosto pasado, tras verlo bailar en una comparsa callejera.
«Le dije ¿¡pero usted está loco!? Se va a echar a todo el mundo encima en la Sapucaí. Está yendo en contra de toda una estructura, las otras portabanderas no me van a aceptar. A lo que él me respondió: es mi escuela y aquí el que manda soy yo», relató.
A pesar de las críticas y la discriminación que sufrió de buena parte del gremio de la samba y del público conservador, Morango persistió y ahora llevará el estandarte de Academicos do Sossego, junto con el Mestre-sala, Wladimir Bulhoes, un joven de apenas 17 años que será su pareja este año.
Juntos, con trajes diseñados especialmente para la ocasión, desfilarán por primera vez en el sambódromo, donde tendrán la tarea de presentar con gracia, a través del baile, el símbolo más grande la escuela: su bandera.
«No se meta con mi fe. Creo en quien yo quiera», es el tema que desarrollará este año Académicos do Sossego para su desfile, trama que hará una fuerte critica a todo tipo de discriminación y fomentará el respeto a la libertad de pensamiento y expresión.
Por eso, Morango vestirá un traje con los colores del arco iris, la bandera gay, y su pareja, el Mestre-sala, estará disfrazado de militar.
Con 38 años, Morango es un hombre de raza negra alto y macizo que aclara que no es trans ni travesti, y que se autodescribe como un «rapaz» fuerte de carácter y con determinación, aunque desde niño tuvo que enfrentar los prejuicios y la discriminación por ser gay.
No obstante, detrás de sus 1,80 metros de estatura y su físico fornido, se esconde un ser dulce, religioso y convencido de que más allá de las creencias, los géneros o la orientación sexual de cada quien, «todos somos seres humanos».