Guayaquil (Ecuador) – El Ministerio de Educación de Ecuador debe resolver el inusual caso de una niña superdotada que, a sus doce años, acaba de completar el preuniversitario de medicina y desea seguir en la facultad a pesar de que no ha terminado ni la escuela primaria.
Maité Pazmiño, natural de Guayaquil, estudió en la Universidad Espíritu Santo de Guayaquil por gracia del doctor José Barberán, que tras recibir su expediente decidió darle una de esas oportunidades que, ciertamente, no abundan en Ecuador.
«Yo ni sabía que tenía 12 años. Cuando la vi con su mamá pensé que era la madre la que venía a estudiar medicina», dijo Barberán en una entrevista con Efe.
A su oficina, repleta de diplomas de reconocimiento que galardonan al facultativo por sus años de trayectoria, llegó una niña que sólo quería demostrar sus capacidades y saltarse seis años de estudios.
El caso de Maité no es habitual en Ecuador. Un precedente es el de Daniel Honciuc quien, con 11 años, cursa el segundo de bachillerato en Quito y desde 2015 estudia asignaturas avanzadas online de universidades en Estados Unidos.
A la adolescente guayaquileña le diagnosticaron sus dotes a los 4 años, cuando sus padres se percataron de que ya sabía leer y escribir.
Ya a esa edad, la menor obtuvo un porcentaje del 99 % en las pruebas Raven de medición de razonamiento no verbal, y 144 puntos (donde el promedio es de 90 a 109) en el psicométrico de Wechsler, que evalúa la comprensión verbal, el razonamiento perceptivo, la memoria y la velocidad de procesamiento.
«Una profesora de su escuela nos dijo que debía hacerse los exámenes. Nosotros no nos habíamos dado cuenta porque es nuestra primera hija», contó a Efe la madre, Gabriela Minuche, de 37 años y ama de casa, y quien se ha pasado los últimos dos meses acompañando a su hija al aula universitaria y recordando aquellos años en los que ella misma aspiraba a estudiar medicina, una carrera que nunca terminó por quedar embarazada de Maité.
Su padre, de 46 años, es gerente de una empresa de cacao, y en el núcleo familiar otros tres hermanos de 7, 5 y 2 años, todos ellos con altas capacidades.
Maité, que habla inglés, alemán y español, estudia en el colegio Humboldt de Guayaquil, una institución que, dice, quiere dejar: «Me aburre, no tienen nada que ofrecerme».
Al curso de medicina preuniversitaria llegó de propia iniciativa cuando envió un correo electrónico al doctor Barberán, sin revelarle su edad para no ser descalificada.
En la cita le entregó los certificados de dos cursos online que había hecho en la Universidad de Australia y Harvard, y le pidió que la admitiera pese a su corta edad.
«Hace dos años que estaba pidiendo venir, pero la frené porque me parecía muy chiquita», evoca la madre de aquella reunión, y defiende la voluntad de su hija de no regresar a la escuela porque, después de este preuniversitario, «ya ha probado los conocimientos como para seguir su carrera».
«De pequeña cuando estaba en la guardería quería ser paleontóloga, pero me empezó a interesar la medicina y ahora estoy segura de que es lo que quiero estudiar», explicó Maité, quien pese a la diferencia de edad suele estudiar con sus compañeros de curso, 7 u 8 años mayores que ella.
Aparte de las ciencias, a esta niña prodigio le gusta actuar y los fines de semana enseña a sus hermanos menores a dibujar.
Y si bien su caso no es el único en el país, lo cierto es que el aparato educativo ecuatoriano no está preparado para dar una respuesta a padres como los de Maité, quien técnicamente no puede acceder a la universidad sin tener oficialmente el título de bachiller.
«Este tipo de talento existe en Ecuador con bastante frecuencia. Lamentablemente, no se los identifica a tiempo o no se les da el apoyo para poder desarrollarse», se queja Barberán, quien no obstante preferiría que Maité terminara su bachiller antes de aceptarla como estudiante de su facultad.
El Ministerio de Educación debe ahora estudiar este caso tan particular para decidir si la exime de la etapa escolar o la obliga a terminar la escuela.