Santiago de Chile – Abandonar el hogar por la guerra, los enfrentamientos ideológicos, las desigualdades sociales o en busca de una vida mejor es la realidad de millones de personas hoy en día, la misma que vivieron en 1939 los más de 2.200 españoles que tuvieron la fortuna de embarcar en el Winnipeg para viajar a Chile y huir de la Guerra Civil.
Una tragedia -con final feliz en la mayoría de los casos- que este 2 de septiembre cumplió 85 años en la memoria y el recuerdo de familiares como Juan Morales, nieto del pasajero del Winnipeg, José Morales Pino, que quisieron dar su testimonio a EFE.
“Hay una parte de la historia que todavía sigo investigando, porque mi abuelo terminó siendo muy amigo de Pablo Neruda”, dijo Juan, cuyo abuelo partió, como el resto, del puerto francés de Poullac rumbo a la ciudad costera de Valparaíso, perseguidos por un submarino «del enemigo».
“Cuando llegaron de noche al puerto, cuando ya había estallado la Segunda Guerra Mundial, les hicieron apagar las luces del barco por miedo a un submarino alemán. Y el recuerdo que mi padre tiene es de ver todas las lucecitas encendidas de los cerros de Valparaíso”, relató Alicia Solá, hija y nieta de pasajeros del Winnipeg.
«Éramos españoles desterrados»
Las posteriores generaciones, gracias a escritos y memorias, han sido capaces de recordar cómo fue la guerra para sus familiares y explicar cómo, después de dejar atrás su tierra, raíces e incluso su equipaje, afrontaron a una realidad frecuente en las historias de aquellos que emigran.
“Vivimos momentos difíciles, como cuando nos decían que no pertenecíamos, que éramos españoles desterrados. A veces, no terminábamos de hacer la compra y mi madre volvía llorando a casa”, dijo Elías Vila, quien huyó en el vapor con sus padres, sus dos hermanos y su tía, sobre una llegada que criticó la oposición y prensa chilena del momento.
Sin embargo, con el tiempo, los exiliados españoles lograron integrarse en la sociedad, en gran medida gracias a la comunidad que formaron entre ellos, ayudándose y colaborando mutuamente.
“Era una manera de sentirse tan bien como cuando estás en familia, porque al final llegaron todos solos”, mencionó Pilar Cabañas, hija de Marcelino Cabañas, quien escapó solo con 17 años, tras pasar por el campo de concentración francés de Saint-Cyprien.
“Cuando era pequeña en casa todos los fines de semana se juntaban 40 personas, todas familias españolas. Y lo pasaban tan bien porque conversaban, jugaban a la brisca, hacían churros con chocolate. Y los niños jugando, felices”, añade sobre ese lazo de amistad que su familia forjó con los otros españoles migrantes, a quienes quiere como a tíos y primos.
El legado que dejas
Muchos, como Morales, no volvieron a España y cuando lo hicieron “el viaje fue muy reparador, pues pensar que todo lo que pasó no va a resolver mi deseo mayor, que siempre fue haber tenido a mi abuelo conmigo más tiempo para poder hablar con él de esto, pero al menos, lo terminé conociendo por el papel”.
El tiempo se hace lejano -el navío partió hacia aguas chilenas hace 85 años-, pero los recuerdos se aferran a los instrumentos que nutren la memoria: muchos de los descendientes no llegaron a conocer a sus familiares nacidos en España, aunque las historias, fotografías y objetos les acercaron a ellos.
“La fuerza de mi abuelo con 19 años de dar la vuelta a la mitad del mundo y cruzar el charco para llegar solo, pararse y crear con mi abuela una familia de cuatro hijos, quienes pudieron estudiar y hoy son profesionales… Hoy digo que mi fuerza es del ejemplo que tengo de él y de mi papá, un punto de influencia súper importante”, dijo con orgullo Morales.
Solá también siente “orgullo” al recordar la fortaleza de sus familiares: “Mientras mi abuelo estaba en el campo de concentración, mi ‘yaya’ y mi padre, que tenía 7 años, cruzaron los Pirineos a pie”.
Para conmemorar esta odisea, Valparaiso rindió homenaje este martes a los españoles inaugurando un nuevo bolardo en el muelle Prat, a donde llegó el barco.
Además, el Museo de la Memoria inauguró este miércoles la exposición “Geografías nunca antes soñadas”, en colaboración con el Centro Cultural de España.
En esta exposición, disponible hasta enero de 2025, se abordan conceptos como la migración forzada, la solidaridad internacional y la memoria transgeneracional, elementos que enlazan el ayer con el hoy.