Nueva York – Sangre de Palestina en las manos de los trabajadores de Wall Street. Así de directo es el mensaje que quiso transmitir estos días a las puertas del parqué neoyorquino el artista Khaled Jarrar, que ha pasado una semana vendiendo sus glóbulos rojos por dinero contante y sonante.
Jarrar trata de concienciar a los ciudadanos con su acto, titulado «Sangre a la venta», de que la industria armamentista de EE.UU. se lucra con los conflictos en el exterior y por lo tanto los propaga, y en especial grandes compañías como las que cotizan en Wall Street.
«Cuando tienen esta industria militar, deben tener un mercado. Así que cuando empezaron con este negocio, tenían que tener también violencia fuera de EE.UU. para poder encontrar mercado a sus productos», explica claramente Jarrar en una entrevista con Efe.
El artista, de 42 años y natural de Ramala, se extrajo el domingo pasado medio litro de sangre, que distribuyó en 50 viales con 10 mililitros cada uno, y desde el lunes hasta hoy, siguiendo el horario de operaciones de Wall Street (de 9.30 de la mañana a 4.00 de la tarde), ha permanecido bajo la gran escalinata de la bolsa de Nueva York para venderlos.
Incluso durante las mañanas lluviosas que se viven en la Gran Manzana por esta época del año, un fenómeno atmosférico al que Jarrar encuentra especial significado.
«La lluvia debería hacer que crezca la hierba, pero cuando llueve en Oriente Próximo (…) la sangre está aún ahí», señaló el artista, aferrado a un gran paraguas a la vez que carga con una hielera que refrigera la mercancía.
Jarrar decidió vender cada uno de los ocho primeros viales a 19,48 dólares, el precio de las acciones de la fabricante de armas Smith & Wesson, pero escogido sobre todo para hacer referencia al año en el que se inició la Guerra de Palestina y se expulsó a dos tercios de la población indígena de Palestina.
Los precios de los otros 42 contenedores de sangre hacían referencia al precio actual de las acciones de las 15 empresas de defensa más destacadas de Wall Street, empezando en 75 dólares, el valor de Science Applications International Corporation, y llegando hasta los 383, de Boeing.
El artista palestino confiesa que su representación artística ha despertado sobre todo el interés de los turistas que acuden a Wall Street para hacerse la obligada foto, y que la mayoría de los empleados del parqué neoyorquino prefieren hacer oídos sordos.
«La gente que está dentro del mercado habla conmigo pero cuando entienden lo que estoy haciendo no tienen ningún comentario», explica Jarrar.
«Solo están en silencio, les cambia la cara y se van. Lo sientes, que ellos saben lo que significa, quizá porque son los que se están beneficiando de la sangre. Cuantos más desastres hay en otros lugares, más beneficios hay para sus compañías. Así funciona el capitalismo», asevera.
Los pocos trabajadores de Wall Street que sí se acercan y están dispuestos a comprar la sangre de Jarrar para apoyar el mensaje que quiere transmitir se niegan a llevarse el vial, y se conforman sólo con el certificado de compra que el artista entrega con cada adquisición.
«Yo insisto en que no, que tienen que llevar la sangre en sus manos, para que realmente sientan el concepto que quiero transmitir. Muchos de ellos al final se niegan porque es algo demasiado fuerte», manifestó el palestino.
Sin embargo, contó Jarrar, los que menos dinero tienen son los que más simpatizan con la causa, como fue el caso de un indigente que pedía dinero a pocos metros del artista y se interesó en su proyecto.
«A los dos días, llegó con un montón de billetes de un dólar y muchas monedas para pagar por uno de los viales, que costaban a esas alturas casi 50 dólares. Un montón de dinero para él», explicó el palestino, que dijo que ese, «sin duda, fue el momento más intenso de todos estos días».
La acción artística «Sangre a la venta» que se ha llevado a cabo esta semana se complementará con una exhibición que se inaugura mañana en la galería Open Source de Brooklyn, donde podrán verse los viales que no fueron vendidos, además de un vídeo sobre las horas que Jarrar pasó frente a Wall Street. EFE