Barranquilla (Colombia) – La pobreza y la exclusión social, la discriminación de la mujer, la crisis migratoria y de refugiados, el impacto del cambio climático, el crimen organizado y el autoritarismo, son los principales desafíos que debe enfrentar América Latina y el Caribe en materia de derechos humanos.
Así lo aseguró este lunes el presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), Eduardo Ferrer Mac-Gregor, durante la instalación del 62 periodo extraordinario de sesiones de ese organismo en Barranquilla.
El tribunal internacional sesionará en la ciudad caribeña Barranquilla desde hoy hasta el próximo viernes y llevará a cabo otras actividades jurisdiccionales en Bogotá del 2 al 6 de septiembre.
Al referirse a la pobreza, la exclusión y la desigualdad, Ferrer recordó que América Latina y el Caribe «sigue siendo la región más desigual del mundo y los índices de pobreza arrastran a nuestros países lejos del desarrollo».
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) 186 millones de personas, equivalentes al 30 % de la región, viven en la pobreza.
«Esto se agrava por el impacto de la extrema desigualdad», subrayó Ferrer quien recordó que el 10 % más rico de la población amasa más del 70 % de la riqueza de la región.
Sobre la discriminación y la violencia que afecta a la mujer, Ferrer dijo que eso incluye «la barbarie de los feminicidios» que han aumentado en ciertas regiones.
De acuerdo con cifras de la Cepal, 12 mujeres son asesinadas diariamente en América Latina por «su condición de género» y se estima que una de cada tres ha sufrido «violencia física o sexual».
Adicionalmente la participación de la mujer en los espacios en los que se toman decisiones continúa «siendo lamentable».
«No tendremos países verdaderamente desarrollados y democracias solidas mientras que las mujeres no estén en un plano real de igualdad», aseguró Ferrer.
En cuanto a la crisis migratoria y de refugiados, el jurista aseguró que se produce por «razones de hambre, pobreza violencia, cambio climático o persecución política».
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dijo que a finales de 2018 al menos 71 millones de personas estaban desplazadas debido a la «persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones a los derechos humanos».
En ese sentido Ferrer dijo se refirió a la situación de Venezuela y de El Salvador, Guatemala y Honduras, que conforman el Triángulo del Norte, que sufren los rigores de esa situación.
«Tanto el país vecino al de ustedes (Venezuela), como el Triángulo Norte de Centroamérica se encuentran atravesando una de las peores crisis migratorias de los últimos tiempos», aseguró Ferrer.
Otro de los retos que debe atender la región es el de los impactos causados por el cambio climático de los que dijo «son globales, actuales y afectan mayormente a las personas de mayor vulnerabilidad».
Igualmente Ferrer expresó su preocupación porque la región se ve amenazada cada vez más y «con «mayor intensidad por el crimen organizado y la violencia».
«La abismal desigualdad y pobreza se han convertido en el caldo de cultivo para que el crimen organizado y el narcotráfico busquen coptar nuestra institucionalidad y nuestra respuesta no ha estado en ocasiones a la altura», aseguró.
También se refirió al asesinato de líderes sociales y defensores de derechos humanos en Colombia y otros países de la región y aseguró que «la violencia no se erradica con represión sino con oportunidades».
«Lamentablemente diariamente (los defensores) ven su integridad y vida amenazadas. La Corte Interamericana no puede ser ajena a esta cruda realidad», dijo Ferrer quien enfatizó que «no puede haber más muertes de estas personas tan importantes para los derechos humanos y la democracia».
Por último, señaló que otro reto no menos importante que debe enfrentar la región es el relacionado con el autoritarismo y los discursos que pretenden reducir los derechos universales.
Sin mencionar a ningún país, Ferrer dijo que en ocasiones «se cambian las reglas de juego democrático» lo que permite la «perpetuación en el poder».
Con esas maniobras captan paulatinamente los poderes del Estado y eliminan el contrapeso propio de toda democracia, y «de este modo transforman las democracias en autoritarismos sin control o simplemente en dictaduras», concluyó.