Managua – En Nicaragua, el segundo país más pobre de América, la pandemia del coronavirus no ha detenido las ligas de barrios ni los juegos populares en las calles, y el temor al contagio en algunos casos parece resolverse con mascarillas, con agua y jabón, o simplemente con exceso de confianza.
En Jalapa, un municipio fronterizo con Honduras, un partido para subir a la Liga Primera de fútbol, se hizo viral un insólito encuentro en el que se incumplió con las normas mínimas para evitar el contagio del COVID-19.
Mientras en el terreno los jugadores se repartieron abrazos, compartieron bolsas de agua o escupieron sobre el césped, afuera del estadio (el partido fue a puertas cerradas) y desde una colina cercana cientos de aficionados se aglomeraron, se abrazaron, bailaron y cargaron un falso ataúd para festejar la victoria del equipo local.
En Nicaragua, donde las autoridades han dejado de ofrecer el informe sobre la situación del coronavirus -el último fue hace una semana y fijó en 16 los casos confirmados, con 5 muertos-, no se ha declarado cuarentena, ni restricciones, ni se han suspendido las clases.
En un recorrido por las calles de Managua se puede ver a niños y adolescentes con un balón de fútbol, o con bate y pelota jugando béisbol, este último considerado el «deporte rey» en este país centroamericano de 6,4 millones de habitantes.
Otros acuden a las canchas construidas en los barrios de la capital para jugar fútbol sala, baloncesto o voleibol, o a las rotondas para caminar o hacer ejercicios, la mayoría sin ningún tipo de protección.
En el departamento de León, al noroeste de Nicaragua, un campeonato de béisbol que acoge a 18 equipos de todo el país, el torneo fue inaugurado con el ritmo de bandas escolares y sólo con algunos jugadores y aficionados portando tapabocas y sin guardar el distanciamiento físico.
Los vendedores ofrecían comida y bebidas de un sitio a otro a los aficionados, sin guardar la distancia, y algunos sin usar tapabocas ni guantes.
Pese a la pandemia, el Gobierno que preside el sandinista Daniel Ortega, al igual que las autoridades municipales y deportivas, sigue promoviendo veladas de boxeo, atletismo, rallys de ciclismo, carreras de carretones, y se continúe con el campeonato nacional de béisbol y la Liga Primera de fútbol, entre otras actividades.
Por eso cuando un árbitro se desvaneció el sábado pasado en pleno partido de béisbol en Nicaragua, disparó las alarmas.
El árbitro Héctor Rayo actuaba como juez principal en el juego entre los equipos Bóer y Estelí, cuando, en la cuarta entrada, paró el juego, dio varios pasos hacia su izquierda y cayó sobre su rodilla derecha, ante la incredulidad de los narradores que transmitían en vivo por televisión.
La escena, ocurrida en el Estadio Nacional Dennis Martínez, causó alarma en Nicaragua, ya que no se recuerda a un árbitro desvanecerse sin razones aparentes en la mitad de un partido de béisbol, y se dio precisamente cuando otras personas han caído de forma súbita en las calles, en medio de la pandemia del COVID-19.
Posteriormente, el árbitro dijo que olvidó tomar las pastillas de la presión y asumió su responsabilidad.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ya ha mostrado su preocupación por el manejo del COVID-19 en Nicaragua, donde la actividad deportiva no se detiene, incluyendo las ligas de barrios y los juegos populares en las calles.
El exlanzador de las Grandes Ligas Dennis Martínez, que reside en Estados Unidos, ha declarado su preocupación porque en su país no ha parado el deporte.
El exbicampeón mundial de boxeo, el nicaragüense Rosendo ‘Búfalo’ Álvarez, defiende se siga haciendo deportes bajo el argumento que se debe llevar alimentos a los hogares y la mayoría de los atletas son de origen humilde.
El mandato del Gobierno es no interrumpir las actividades deportivas ni ninguna otra a causa de la pandemia, por considerar que la medida es innecesaria y destruiría la economía local, que se ha contraído en los dos últimos años y que es mayoritariamente informal.