Tegucigalpa – El cardenal Óscar Andrés Rodríguez, lamentó hoy durante la homilía correspondiente al séptimo domingo de pascua dedicado a la fiesta de la ascensión, que “la historia de estos últimos años se ha encargado de desmitificar el mito del progreso, seguimos creando pobreza, desempleo, marginación y soledad y no podemos seguir confiando en que el crecimiento simplemente económico por sí solo vaya a resolver los problemas”.
–El purpurado pidió echar fuera los demonios de la ambición, de la violencia, de la injusticia y el desamor.
– Enfatizó que el Señor no es como los fariseos, como los falsos ídolos que conducen a la injusticia, a la esclavitud y a la muerte.
–Apuntó que la imposición de las manos implica empeñarnos todos en erradicar esta pandemia cumpliendo las medidas de bioseguridad y en la medida de lo posible recibiendo esas vacunas.
Explicó que la ascensión es una forma de expresar la resurrección, el triunfo de Cristo Resucitado, Señor del universo, hubo un tiempo de pascua centrado en los 40 días de las apariciones de Jesús a sus apósteles.
Una nueva dimensión
Ahora Jesús deja su antigua forma de presencia y comienza una nueva presencia en la vida de la iglesia, celebramos hoy que Jesús sube al cielo, no se trata del cielo cósmico, entra en una nueva dimensión, entra en la plenitud de Dios. Sentarse a la derecha de Dios es también una metáfora que quiere decir que Jesús entra en la plenitud divina, la ascensión del Señor es la garantía de su victoria personal sobre la muerte, sobre el odio, sobe la violencia, sobre la prepotencia de los poderosos, pero, además, es una victoria que anticipa la victoria de toda la humanidad, ese es el destino de todos los seres humanos, acotó.
Apuntó que, desde el momento de su ascensión, las posibilidades de la humanidad han dejado de ser limitadas por la vida caduca en este mundo y después el gran mandato que el Señor antes de subir al cielo deja a su iglesia, “vayan por todo el mundo y proclamen el evangelio de Dios a toda la creación”. Esa es la buena noticia del evangelio, que Jesús Resucitado es el Señor de nuestra vida, porque este Señor no es como los fariseos, como los falsos ídolos que conducen a la injusticia, a la esclavitud y a la muerte.
“Jesús es el Señor de la vida, los anhelos más profundos de la vida, de la justicia, de la liberación y de la felicidad son posibles y se han realizado ya en el Resucitado. El evangelio es un anuncio de liberación, esta fiesta de la ascensión del Señor, despierta en nosotros una gran esperanza, quizá el rasgo más sombrío del momento actual es la crisis de esperanza, la historia de estos últimos años se ha encargado de desmitificar el mito del progreso, seguimos creando pobreza, desempleo, marginación y soledad y no podemos seguir confiando en que el crecimiento simplemente económico por sí solo vaya a resolver los problemas”, cuestionó.
Crisis antropológica
El purpurado remarcó que “en nuestra sociedad subyace una crisis antropológica y un gran vacío del sentido. Cómo recuperar la esperanza de la que estamos tan necesitados, no sería todo diferente si nos abriéramos a este misterio que llevamos en el corazón y que nos sobrepasa. No necesitamos acaso hoy reencontrarnos con Cristo que ha venido para que tengamos vida y que la tengamos en abundancia, solo el que se ha encontrado con el Resucitado puede vivir con esperanza, la fe en el Señor Resucitado es para cada uno de nosotros, fuente de esperanza”.
Añadió que el evangelio también enumera unas cuantas señales que acompañarán el anuncio de la buena nueva; a los que crean les acompañarán esas señales, echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y si beben un veneno mortal no les hará daño, qué quieren decir esas palabras, no será algo mágico, algo que era tal vez en el pasado, pero ahora qué capaz, esto quiere decir que el evangelio es un anuncio de liberación profunda para todos los seres humanos y los que lo aceptan serán liberados del dominio de aquellas ideologías que proponen un modo contrario de vida al plan de Dios.
Hoy día, esos signos significan, echarán demonios claro, los demonios de la ambición, de la violencia, de la injusticia, del desamor y el que ama a Jesús, saca esos demonios; hablarán lenguas nuevas, es decir podrán romper las barreras que impiden a los seres humanos comunicarse y relacionarse como hermanos y así hacer posible la paz y la fraternidad en el mundo, ilustró el líder religioso.
Señales de liberación
Aludió que la última encíclica del papa Francisco “Hermanos todos”, es esas lenguas nuevas que tenemos que hablar en nuestro mundo, en nuestra realidad donde cada día simplemente hay enemistades, odio, crímenes, necesitamos hablar lenguas nuevas, las lenguas de la paz, la justicia, del amor, de la reconciliación, del perdón.
Y continúa el evangelio, tomarán serpientes en las manos y si beben algún veneno, no les hará daño, aplicarán las manos a los enfermos y quedarán sanos. Las serpientes y los venenos están hoy en nuestra humanidad que mata, se mata a sí misma y la imposición de las manos implica empeñarnos todos en erradicar esta pandemia cumpliendo las medidas de bioseguridad y en la medida de lo posible recibiendo esas vacunas, no como una puerta para seguir en lo mismo, esto implica un cambio profundo en nuestras vidas y en nuestra sociedad.
Son señales de la liberación, del amor y de la vida, son las que deben identificar a quienes tratamos de seguir a Jesús, la buena noticia debe ir siempre acompañada de signos liberadores, necesitamos experimentar en nosotros esa profunda liberación que nos trae el evangelio para transmitirla a los demás, estamos llamados a ser testigos de vida y de esperanza, acotó el cardenal.
“No será un mito eso de la ascensión, es una llamada, es un camino, es un programa, todos estamos llamados a la ascensión, pero la ascensión no es como el que entra en un ascensor y sube al piso número 20, la ascensión es algo progresivo, cada vez que vamos erradicando de nosotros el mal, los malos sentimientos, los malos deseos, cuando vamos sacando el pecado, vamos ascendiendo progresivamente, cada vez que nos humanizamos más, cada vez que crecemos en este don que nos ha dado Dios, que somos todos hermanos, y por consiguiente no debe haber divisiones ni odio entre nosotros, vamos ascendiendo progresivamente”, resaltó el prelado.
Añadió que cada vez que ayudamos a una persona sumida en la pobreza y le ayudamos a ir saliendo poco a poco, vamos ascendiendo, cada vez que ayudamos a educar a una persona, vamos ascendiendo progresivamente. En el lenguaje del ejército se habla mucho de lo ascendieron al grado superior, ascender significa también ir acercándonos más al proyecto de amor de Jesús, por eso la ascensión es un programa, es un proyecto, es una meta y se ha pedido hoy en la primera oración, le pedimos a Dios que un día lleguemos donde llegó Él de donde nos ama y nos invita a seguirle cada vez más de cerca.