Nairobi – Una moto, lienzos, pintura, pinceles y no más de 700 rands sudafricanos (unos 46 euros): este es el equipaje con el que Reggie Khumalo se lanzó a las carreteras africanas hace dos años para cultivar su arte y reavivar el valor del «ubuntu».
Nacido en Johannesburgo, Khumalo reivindica para África el retorno de este concepto ancestral de origen bantú, que se traduce como «Yo soy porque tú eres» o «Yo soy porque somos» y describe el funcionamiento de la sociedad como una red, un colectivo.
«Durante mi viaje, me encontré de repente con el ‘ubuntu’: me quedé impresionado, la gente me acogía en sus casas, me daba comida, me dejaba acampar en sus jardines», explica el artista en una entrevista con Efe durante su paso por Nairobi.
Khumalo nunca estudió arte, pero siempre se expresó dibujando. En el verano de 2017, con 30 años y en el marco de un proyecto de mentoría para jóvenes promovido por la ONG sudafricana African Women Chartered Accountants (AWCA), decidió lanzarse a la aventura.
Durante cerca de veinte semanas, recorrió un total de diez países del continente a bordo de su gran moto todoterreno, desde la propia Sudáfrica hasta Kenia, pasando por Lesoto, Botsuana, Zimbabue, Mozambique, Malaui y Tanzania.
Ahora, se encuentra ya en su segunda travesía motera que, en esta ocasión, lo llevará más allá del Mediterráneo, hasta Europa, donde expondrá sus obras en Amsterdam el próximo verano.
«Creo que sí que existe una identidad africana, pero no se practica los suficiente y se ha perdido el orgullo de pertenecer a ella», comenta Khumalo.
Durante su viaje, el artista encontró esa identidad común en la hospitalidad que halló en todos los pueblos, algo que le permitió subsistir sin apenas ingresos, más allá de lo que conseguía vendiendo bisutería artesanal.
En la frontera entre Zimbabue y Botsuana, por ejemplo, Khumalo no tenía suficiente dinero para pagar los impuestos de aduanas por la moto y los propios vigilantes quienes se ofrecieron a pagarlo.
«Recuerdo conducir alejándome de la frontera mientras lloraba por la emoción y, justo después, cruzarme con un elefante en la carretera y mirarnos», revela el artista, casi como una experiencia espiritual.
A lo largo de su travesía, este pintor sudafricano ha cruzado desiertos, largas carreteras y enormes llanuras, donde la silueta de la fauna africana se recortaba sobre la puesta de sol.
Khumalo aprendió mucho durante su primer viaje, «el más poderoso» de su vida, y entró en contacto no solo con el auténtico «ubuntu» de las sociedades africanas, como cuando un joven mozambiqueño le cedió una casa para dormir en la playa, sino también con algunas de sus lacras, como el sexismo o el racismo.
Todo ello se vuelca luego en sus cuadros, donde combina grandes rostros anónimos con frases reivindicativas, porque «definitivamente, el arte tiene un papel político y puede hablar por toda la comunidad».
Entre las consignas figuran «Ubuntu está vivo», «África unida», «La empatía es el nuevo amor» o algunas tan llamativas como «¿Dónde está el oro papá?», que hace referencia a los trabajadores negros sudafricanos que se dedicaban a extraer el preciado metal para grandes compañías por salarios nimios.
También hay espacio para la voz y el rostro de las mujeres en las obras de Khumalo, que durante sus viajes ha presenciado como «ellas trabajan, sostienen a las comunidades y son menos corruptas».
Otro tema recurrente en los cuadros del pintor es lo que él llama el «black tax» (el impuesto negro). «Los africanos nunca tenemos dinero extra que podamos invertir en arte, por ejemplo, porque hemos de ahorrar para mantener a nuestras familias», lamenta.
La obra de Reggie Khumalo no solo genera reflexión, sino que también tiene un impacto positivo en la sociedad a través de las donaciones que hace a distintos proyectos solidarios del continente.
Con el dinero que obtiene de sus cuadros, el artista ha financiado la construcción de una cantina escolar en Malaui y colabora a diario en la escolarización de niñas en Sudáfrica, además de sufragar la formación de un joven en Mozambique.
En pocos meses, Khumalo aparcará su moto por primera vez en la capital de los Países Bajos para mostrar su obra al público europeo.
Y tiene muy claro cuál es su papel en este continente: «No estoy buscando la aprobación de Europa, sino expandiendo el mensaje africano».