Danlí (Especial Proceso Digital) – Cuatro migrantes por minuto -la mayoría venezolanos- pasaron el pasado jueves por la aduana de Las Manos, oriente de Honduras, de acuerdo a registros oficiales, lo que dramatiza una historia desbordada de una migración sin precedentes. Las angostas calles de Danlí, en El Paraíso, son escenarios de ejércitos humanos que claman por ayuda para seguir su travesía rumbo a Estados Unidos.

– Organizaciones defensoras de derechos humanos e internacionales y entes de gobierno suman esfuerzos para abordar la problemática migratoria.

– Julio avizoraba lo que se venía en materia migratoria, hasta el 20 de agosto se contabilizan 37 mil migrantes que entraron de forma irregular a Honduras.

Aunque los migrantes entran por la aduana Las Manos, frontera entre Honduras y Nicaragua, rápidamente cogen un bus que los lleva hacia Danlí, donde deben tramitar un salvoconducto que les permita viajar a su próxima parada en Ocotepeque.

Desde julio pasado se preveía que los flujos aumentarían por el incremento de migrantes que se recibían y por la situación reportada desde la selva del Darién, donde miles pasan todos los días al flexibilizarse la política migratoria de Panamá.

La ciudad de Danlí, ubicada a 94 kilómetros de Tegucigalpa, prácticamente colapsó ante la oleada de migrantes irregulares. No hay albergues y mecanismos de respuesta rápida que se necesitan para este tipo de emergencias humanitarias.

Aunque el drama migrante es monopolizado por venezolanos, también se tejen decenas de historias de ciudadanos ecuatorianos, mauritanos, cubanos, haitianos, japoneses, chinos, ucranianos, rusos y de otras nacionalidades.

La situación obligó a las autoridades edilicias a declarar una emergencia por el flujo inusual de migrantes que viajan rumbo a Estados Unidos y deben pasar obligatoriamente por Honduras. Más de un millar de personas permanecen en condición de calle, por lo que se agilizan los trámites para que estos extranjeros continúen su travesía hacia el norte.

Para el caso, la delegación del Centro de Atención al Migrante Irregular (CAMI) refleja la afluencia de miles de migrantes irregulares al igual que la delegación ubicada en el barrio El Zarzal de Danlí, donde el drama humano está a flor de piel.

Proceso Digital hizo un recorrido por las calles de Danlí para conocer de primera mano la historia detrás de miles de personas que prácticamente son expulsados por las condiciones sociales y económicas de sus países.

Las principales calles de la denominada Ciudad de Las Colinas permanecen inundadas de migrantes. Unos aguardan para obtener el salvoconducto que les permita movilizarse por territorio hondureño, en tanto otros simplemente deben permanecer más tiempo porque no ajustan los 40 dólares que les cobra el transporte para llevarlos hasta Ocotepeque en la frontera con Guatemala.

El temporal con lluvia pertinaz acompañó este jueves el drama de estos miles de migrantes que pacientemente hacen enormes filas para obtener un salvoconducto expedido por autoridades migratorias.

Sus rostros desencajados por el camino recorrido y la alegría inocente de los niños son algunas de las imágenes que se miran por doquier en esta zona del oriente hondureño. Los migrantes se esconden en plásticos improvisados para pasar el agua, mientras el llanto de algunos se deja oír a pocos metros de este ejército de personas.

El dolor es evidente en el rostro golpeado de los extranjeros que quieren sortear a Honduras como un obstáculo más en su camino rumbo a la unión americana. Son historias que se cuentan solas con el simple hecho de ver las dramáticas imágenes provocadas por la oleada.

Relatos que parten el alma

Ivisay, una madre venezolana que lleva a cuestas a su perro Zeus, narró que salió hace 10 días de su país. “Fueron siete días en El Darién, pasando ronchas, los pies se me rompieron, tengo una pierna mala”, relató.

Agregó que su mascota viene “todo desmadrado”, tiene dos días en Honduras y no se queja por el trato recibido. Dijo que esperan tramitar el salvoconducto, que se dilata mucho.

Consultada por las causas que la obligaron a cargar a su perro, refirió que “no lo quería dejar botado, es muy cariñoso con nosotros y muy apegado a mi esposo, él lo ha tenido que cargar en sus espaldas cuando no ha querido caminar”.

La idea es que Zeus llegue a México y allí dejarlo en un albergue canino, anunció, pero casi como presintiendo las palabras de su ama el animal ladró por unos instantes.

La migrante sudamericana confesó que lo duro de la selva es lo más difícil que le tocó transitar hasta ahora.

Otro caso es don Aníbal, quien optó por vender cigarrillos para poder ajustar el pasaje de su núcleo familiar en tránsito.

Vende cuatro cigarros por dólar y la caja a 5 dólares. “Lo hago para sobrevivir y para avanzar lo más que se puede, para ir comiendo con nuestros hijos. Me faltan 80 dólares para completar el pasaje. Como familia así nos movilizamos hasta donde podamos, queremos llegar a Kansas en Estados Unidos”, describió.

Aunque no sabe dónde pasará la noche, el migrante cubano espera que la fortuna los siga acompañando. “Para nosotros no es opción el retorno”, acentuó.

Otro venezolano es Falcon, quien vende arepas, refrescos y frutas para agenciarse algunos recursos. Tiene dos meses viajando con su esposa y sus hijos.

“Tengo ocho días estando aquí en Honduras. No me voy porque me está apoyando un hondureño, me dio habitación y me puso cómodo con mi familia”, contó.

El migrante vende las arepas a 2 dólares, “soy puro talento venezolano, corazón coreano, humilde para toda mi gente”, expresó dándose golpes en el pecho.

Mientras, Mirian -otra joven venezolana- confió que hace dos meses salió de Venezuela y se quejó por la poca ayuda recibida en la travesía, a excepción de Honduras, donde -expresó- los han tratado de maravilla.

“No seguimos porque no tenemos el pasaje para seguir, ocupamos 500 dólares para continuar con toda mi familia. Decidimos salir del país por la economía y el presupuesto que no alcanza”, externó.

Otra entrevistada -Yuri- declaró que salió hace 20 días de Venezuela, cinco de ellos los transitó por El Darién. Ella viaja con su esposo, sus dos hijos y hermano.

“Es fuerte cruzar la selva, pero no imposible, gracias a Dios lo logramos”, apuntó.

Tiene tres días en Honduras y califica como lo más difícil sacar el salvoconducto y conseguir dinero para seguir hacia EEUU.

Diana con su bebé en brazos conversó con Proceso Digital.

Quizás uno de los relatos más difíciles es el de Diana, quien contó su drama con un bebé en brazos. El pequeño tiene siete días con vómitos y diarrea.

Yo lo que quiero -siguió su relato- es que me revisen a mi niño y que me digan qué es lo que tiene, ha perdido mucho peso y no sé qué es lo que tiene, dijo acongojada y balanceando al menor en sus brazos.

“El viaje no lo recomiendo a nadie. En mi caso sí lo volvería a hacer por mis hijos, por darles una mejor vida a ellos. Voy con cuatro niños y mi esposo. A Honduras llegamos el jueves, estamos esperando que nos envíen la plata (dinero) para seguir”, manifestó.

Ciudad colapsada y desbordada

De su lado, Kenia Zeron, de la Red de Promotores de Derechos Humanos de Danlí, citó que se facilitó el transporte en forma gratuita para unos 1 mil 300 migrantes que estaban en condición de calle y que pernoctaban en las calles de la ciudad.

“Eso apenas descongestionó un poco a la gente que estaba varada, pero entendemos que hoy hay nuevas personas, mañana vendrán más, porque es un problema regional que encuentran sus picos en países como Honduras”, reflexionó.

Kenia Zerón.

Pidió al Congreso Nacional una reforma urgente a la Ley de Migración y Extranjería y que data desde hace 20 años, aunque ahora con una nueva realidad que debe ser incorporada.

Zerón mencionó que algunos países de la ruta migratoria como Panamá, Guatemala y México están tomando sus propias medidas, sin embargo a Honduras le cuesta reaccionar en esa vía.

“Las cifras son alarmantes, algo que nunca se había visto. El año pasado nos asustábamos por 300 personas y lo calificábamos de una gran multitud, sin embargo el jueves por la aduana de Las Manos pasaron 6 mil 100 migrantes”, expresó.

La promotora de DDHH, refirió que los servicios de salud se han rebasado, lo que implica que muchos nacionales han tenido que ser sacrificados para atender a los extranjeros en tránsito.  

Reflexionó que al ser Honduras un país productor de migrantes y que la economía descansa en buena medida a las remesas que envía la diáspora, lo menos que se debe tener es empatía con los extranjeros que cruzan por suelo nacional.

En el caso de la migración venezolana es la más evidente porque son muchísimos y además son los que optan por quedarse al no tener los recursos económicos para costear el transporte que muchas veces debe atender núcleos familiares.  

El inusual flujo de migrantes seguirá por las próximas semanas en esta zona oriental del país, prevén las autoridades que piden empatía y solidaridad a los hondureños que se topen con estas historias por ahora cotidianas. PD