Londres – Tocado, pero no hundido. Frances Tiafoe tuvo a Carlos Alcaraz derrotado, a apenas unos puntos de derribarle y quitarle la corona de campeón. Lo tuvo al borde del naufragio, pero el español, en el día que tocó sufrir en la Catedral, emergió para meterse en octavos de final (5-7, 6-2, 4-6, 7-6 (2) y 6-2) y dar un golpe encima de la mesa: ya está aquí el campeón.
Los buenos jugadores ganan cuando están bien, cuando sienten la bola, los mejores, cuando están bien y cuando están mal, y Alcaraz ya está en el grupo de estos últimos. Lo pasó mal ante Tiafoe, sintió la tensión de saber que el campeón podía perder, que al día siguiente tendría que soportar portadas criticándole, acusándole de caer demasiado pronto, de no haber retenido su título.
Alcaraz cerró los ojos y visualizó esa derrota, la primera en Wimbledon desde los octavos de final de 2022 ante Jannik Sinner. Estuvo dos sets uno abajo, como en la final de Roland Garros ante Alexander Zverev, pero esta vez Tiafoe no quería arrugarse como hizo el alemán en París.
Había sido un partido gris del español, un ejercicio de miedo y presión en el que el murciano entregó más de la cuenta. Perdió el primer set pese a ir 4-2 y 30-0 arriba, se recompuso en el segundo y en el tercero pagó su exceso de ‘show’. Perdió el saque y a la postre el set por confiarse y con 3-3 15-15, es decir, el partido más igualado imposible, tirar una derecha a media pista cortada hacia el fondo. Un golpe de Roger Federer que se marchó un palmo fuera y le costó verse a un set malo, a un traspiés, de despedirse del All England Club.
Con el pasar de un cuarto set abismal, sin oportunidades de ‘break’, pero en el que Alcaraz tuvo que salvar un 0-30 y un 15-30, el desempate era una especie de lotería que desataría el destino de ambos jugadores.
A un lado Tiafoe, con un juego brillante, muy por encima de lo que su lesión de rodilla producida hace dos semanas y su últimos meses de mediocridad hubieran hecho esperar. Al otro Alcaraz, consciente de que un error le mandaba a casa.
Un jugador insustancial hubiera claudicado ante la mochila sobre los hombros. El peso de la copa dorada le hubiera hundido, pero Alcaraz golpeó tres veces. En el 3-0 inicial levantó un puño y se llevó una mano a la oreja, pidiendo ánimos a un público sorprendentemente más inclinado hacia el espectáculo del estadounidense.
No quiso darle emoción. Sometió a Tiafoe en el ‘tie break’ y varió un partido que estaba muy negro, como el cielo de Londres, y comenzó a aclararse. Mientras fuera llovía, en la central, con el techo cerrado, rebotaban los golpes y gritos del español, demasiado encendido como para ya pensar en apagarlo.
Tiafoe, que empezó a cojear ligeramente cuando el marcador se puso en contra, desapareció en el quinto set. Vio desde la distancia cómo Alcaraz se adelantó con un doble ‘break’ y le ajustició con una dejada que imitaba a Federer de nuevo, pero que esta vez superó la red por un dedo y se durmió al lado de la línea.
Tras casi cuatro horas, Alcaraz volvió a probar un sufrimiento que no experimentaba en hierba desde la final contra Djokovic. Y volvió a salir victorioso.
Su rival en la siguiente ronda será el ganador del duelo entre Ugo Humbert y Brandon Nakashima, partido que se suspendió por lluvia con dos sets a uno de ventaja para el francés.