Fotografía cedida por Katie Ann Franklin donde aparece la artista boliviana Carolina Aranibar-Fernández junto a dos voluntarias mientras realiza su instalación “Trenzando” el pasado noviembre en la frontera de Douglas (EE.UU.) y Agua Prieta (México). EFE/ Katie Ann Franklin

Phoenix (AZ) – A los ojos de la artista boliviana Carolina Aranibar-Fernández, el muro fronterizo que divide Arizona de Sonora es una barrera masculina, imponente y militar, por lo que decidió desmitificarla y, por medio de la instalación “Trenzando”, logró capturar el lado femenino al trenzar desde la estructura de hierro tres largos telares que representan los detonantes de la migración a Estados Unidos.

“Las trenzas están hechas con las mantas metálicas que usan en los centros de detención y con telas teñidas con extractos de polvo de cobre, petróleo y hoja de cocaína, los tres conceptos que causan el desplazamiento de los migrantes, fenómeno que es provocado por Estados Unidos”, dijo a Efe la artista de 29 años que se integró en 2018 a la Residencia Binacional de las Artes en la Universidad Estatal de Arizona (ASU, por sus siglas en inglés).

“Trenzando” es el primer performance que realizó Aranibar-Fernández en la frontera y le llevó más de un año recorrer las líneas divisorias de El Paso (Texas), Nogales (Arizona), Douglas (Arizona), Tijuana y Tecate (Baja California). Durante su trabajo de campo, conversó con los habitantes, recogió testimonios y se involucró con las organizaciones que apoyan a los migrantes para poder entender el fenómeno fronterizo.

“Mi primer impresión cuando vi la frontera fue masculinidad, una división fálica, unos barrotes que penetraban la tierra. En la creencia indígena cuando trenzas algo proteges el espíritu; es un escudo y a la vez agregamos algo del linaje femenino a la tierra”, relató la joven nacida en La Paz, Bolivia.

La primera fase de “Trenzando” se llevó a cabo el 9 de noviembre en la frontera de Douglas y Agua Prieta, duró cuatro días y contó con la participación de la comunidad.

“Fue muy emotivo porque la gente se acercaba y nos ayudaba. Además también estuvimos vigilados por los carteles, que nos hacían saber que estaban presentes. Al principio sentí temor, luego la gente de los alrededores me dijo que es común que los narcotraficantes estén al tanto de todo lo que sucede en la frontera y tienen que reportarlo”, comentó.

Aranibar-Fernández cubrió los barrotes en un tramo de 30 pies (9,14 metros) de largo con las mantas metálicas que usan para los inmigrantes en los centros de detención, conocidas como “rescue blanket”, que compró en línea a la misma compañía que surte a las instalaciones migratorias, con un costo de un dólar por manta.

“Para mí esas mantas tienen muchos significados. Primeramente es una de las peores prácticas de migración ya que es una objetivación muy agresiva, su sonido es horrible, es un producto que no está hecho para envolver. Al contrario, quita cualquier idea de que en verdad hay un cuerpo cubierto”, indicó.

Pero al mismo tiempo, explicó, su condición metálica provoca un efecto de espejo, logrando que el hierro terracota desaparezca de la vista, y con la imagen azul del cielo reflejada en las mantas se crea una ilusión que no existe el muro.

La instalación se colocó en 27 barrotes del muro fronterizo, a una altura de 14 pies (4,26 metros), la misma extensión de los telares con los que se formaron las tres trenzas elaboradas por Aranibar-Fernández con la ayuda de las artistas Laura Alfonso Barrón y Martha Rascón Coronado.

Dijo que este proyecto busca indicar que los migrantes no se desplazan por razones aisladas, sino por todas las situaciones de violencia que viven en sus países, como la guerra de carteles en México y las desigualdades sociales.

“El petróleo es el causante más grande de refugiados en el Medio Oriente, en México el tráfico de cocaína, y el cobre ha provocado muchos desplazamientos históricamente, porque las minas necesitan espacio y crear una infraestructura. Hay mucha matanza por el acceso a la tierra”, explicó.

La artista multimedia, quien también trabaja la cerámica, los textiles y el vídeo, tendrá su primera conversación pública sobre el proyecto “Trenzando” el 30 de enero en el Museo de Arte Contemporáneo en Scottsdale (Arizona).

“Ese es el propósito de la residencia, crear narrativa en la frontera, y lo que más me gusta es que te involucras mucho en la comunidad, que entiendan la razón de este trabajo fronterizo, donde el principal causante de la migración es este país, Estados Unidos”, afirmó.

Mencionó que espera continuar con más instalaciones a lo largo de la frontera, pero sin duda Tijuana será su siguiente parada para lograr un discurso artístico por medio de sus instalaciones.

“Fue la frontera que más me impactó, quizás porque vi cómo estaban trabajando en un nuevo muro doblemente alto y agresivo, además que es tan irónico que una barrera quiera dividir el mar, y es claro que al mar no lo puedes frenar; ha creado vida en los metales, puedes ver las pequeñas conchitas adheridas a los barrotes”, dijo.

La Residencia Binacional de las Artes comenzó en 2015 con la idea de conectar las comunidades culturales en el Desierto Sonorense con temas de justicia social e identidad a través del arte.

En el transcurso de la residencia, artistas, líderes culturales y estudiantes colaboran para crear talleres artísticos, presentaciones y charlas públicas en sus comunidades para construir un diálogo sobre temas sociales.

“La residencia la concluyo en mayo de 2020, pero ya estoy yendo a Tucson a dar charlas y talleres que se basan en diálogos, donde les platico sobre las experiencias y cómo las fronteras son visualmente poderosas y agresivas. Están creadas para infundir miedo, pero en realidad solo se trata de una delimitación territorial”, afirmó.