Veracruz (México) – El artista mexicano Melchor Peredo García ha plasmado en seis murales el «fenómeno histórico y sociológico» que representó la llegada de los españoles a México, cuya fecha histórica se conmemora el próximo 22 de abril.
El artista, considerado el último representante del muralismo mexicano, no sólo ha humanizado a los personajes de lo ocurrido hace 500 años, sino que reivindica las figuras de los tres principales protagonistas: Hernán Cortés, La Malinche y Moctezuma.
«La humanidad es una sola y eso es lo importante, todos somos parte de ella y al final de cuenta es un proceso formativo», explicó a Efe el artista que creció bajo la inspiración de José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
En sus pinceladas dejó atrás la figura de un Hernán Cortés decrépito dibujado durante décadas por artistas post revolucionarios mexicanos; acabó con el mito de un salvaje emperador Moctezuma visto así desde la vieja Europa; y enalteció la figura de la mujer indígena en La Malinche, considerada como traidora a la causa.
«Como soy materialista dialéctico, no creo ni en Ángeles ni en Demonios, pero como marxista creo en el hombre, un hombre que puede y debe evolucionar y transformarse. Me quedan chicos los Diablos y los Ángeles», suelta con una sonrisa en su taller de la ciudad de Xalapa, capital del estado de Veracruz.
En los murales auspiciados por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, que buscan conmemorar los 500 años de la fundación de Veracruz el primer ayuntamiento de América Continental, Peredo también recupera la importancia de los esclavos africanos en la conformación del Nuevo Mundo y de los grupos indígenas.
«Los españoles no llegan a un pueblo de salvajes, Hernán Cortés se asombra al ver una especia de Venecia, una ciudad que nadie imaginó como la Gran Tenochtitlan», afirma.
Durante ocho meses investigó y documentó 500 años de historia. Por una parte, el lado literario y por otra la historia iconográfica que le permitió realizar los murales que serán inaugurados en un lugar sorpresa en el puerto de Veracruz, donde desembarcó Cortés proveniente de la Habana (Cuba).
«Es necesario que entendamos que las culturas evolucionan, que los pueblos bárbaros se pasan a los pueblos civilizados y que ese el devenir y sobre todo que el hombre no está aislado, es parte de la humanidad», insiste.
En uno de los murales, se observa a una joven indígena trepada en un árbol, sorprendida por la llegada de dos hombres blancos; en otro se ve a sacerdotes indígenas enviados por el Emperador Moctezuma con ofrendas a un Cortés desconcertado que los nativos creían era el Dios Quetzalcóatl.
Durante sus estudios encontró las firmas de todos los soldados españoles que descendieron en un islote del Golfo de México, con las cuales se fundó el Cabildo de la Vera Cruz; recreó una hermosa playa, conocida como Villa Rica, donde desarman sus naves y las hunden.
Retrató a la comunidad de La Antigua, donde Cortés y sus huestes se instalaron, fundando la primer iglesia de México, y donde se construyó lo que hoy es conocida como la «Casa de Cortés», aunque en realidad era una casa de contratación.
En otro mural, aparece Gaspar Zúñiga, capitán general del reino de la Nueva España, quien ordenó el traslado de la villa frente al castillo de San Juan de Ulúa, donde hoy se encuentra la ciudad de Veracruz.
Y finalmente inmortalizó a hombres y mujeres que cambiaron el rumbo de un continente, como la mujer indígena que dio a luz a un niño blanco de ojos azules; o al Negro Yanga, un esclavo africano que encabezó la primera rebelión contra el imperio español en tierras aztecas.
«Llega un momento en el que dices me voy a pelear conmigo mismo, me voy a pelear con mi madre, mi hermano que es blanco o con mi otro hermano que tiene cara de árabe, oye pues no, cómo voy acabar. Voy acabar hecho pedazos», dice.
Melchor asegura que primero es necesario reconciliarse con uno mismo, luego con los otros y no ver hacia atrás, sino hacia adelante, con lo que somos.
«Con lo que dejamos de malo, también, porque dejamos atrás a la inquisición, dejamos atrás los sacrificios humanos», agregó.
Ahora, señala, en el juego de las naciones se ha estilizado una moda que califica de curiosa: pedir perdón por cosas que han ocurrido tan en el pasado que, incluso, han sido asimiladas.
Melchor Peredo se refiere así a la polémica desatada en México y España por la carta del presidente Andrés Manuel López Obrador al rey de España Felipe VI en la que solicita se pida perdón por la conquista y derrota del imperio azteca.
«Yo tengo sangre española, mi madre era blanca y mi padre, también. Yo nací prieto, somos capuchinos. Ya somos eso. Entonces, qué vas andar peleando con Tezcatlipocatl (el señor del cielo y la tierra mexica) y con Cortés», concluye.