Tegucigalpa – Ser defensor de derechos humanos es una peligrosa labor en Honduras y más cuando se es mujer, porque viven en zozobra y sufren amenazas constantes, una situación que solo fortalece su espíritu de lucha, dijo este lunes en una entrevista con efe la activista hondureña Hedme Castro.
Directora de la ONG Asociación para una Ciudadanía Participativa, una organización con más de 18 años de trayectoria en la defensa de los derechos humanos en Honduras, esta activista señaló que las defensoras sufren estigmatización y son víctimas de criminalización.
«Las mujeres en general enfrentan muchos riesgos, pero las defensoras además son perseguidas, criminalizadas y discriminadas», indicó la activista, con motivo del Día Internacional de las Defensoras de Derechos Humanos.
La situación del país centroamericano «anima» a seguir con la labor de defensa de los derechos humanos y «fortalece el espíritu de lucha», a pesar a los riesgos que enfrentan, indicó la también docente universitaria.
Aseguró que siente «miedo» por su integridad y la de otras defensoras que a diario son víctimas de diferentes ataques en Honduras, país considerado como uno de los más peligrosos para los defensores del medioambiente, derechos humanos y de la tierra, según informes de Amnistía Internacional y de la ONG Global Witness.
La labor de las activistas de derechos humanos «es tan fuerte, porque hace ruido, impacto e incidencia y, por eso somos amenazadas constantemente», enfatizó.
Activistas, blancos de ataques
Los defensores de derechos humanos también son «blancos» de ataques como calumnias, persecución, vigilancia, seguimientos, amenazas a muerte, agresiones físicas y torturas, señaló la directora de la asociación hondureña.
«Estamos en un país donde no se respeta ninguno de los derechos, no hay democracia, ni libertad, hay una persecución sistemática en contra de aquellas personas que piensan diferente», destacó.
Según cifras de la Asociación para una Ciudadanía Participativa, al menos 16 activistas de derechos humanos han sido asesinadas en Honduras entre enero y octubre de este año.
Castro subrayó que el trabajo de las activistas es «muy riesgoso» y lamentó que el 96 % de las denuncias que ellas presentan quedan en la impunidad.
«Estamos siempre en alerta, no se puede vivir en la zozobra en la vivimos», indicó la activista, quien recuerda, con lágrimas en los ojos, el incendio de su casa en Tegucigalpa, el pasado 4 de noviembre, en un hecho que cree no fue un accidente.
Castro comentó que en septiembre de 2017 fue «agredida y detenida arbitrariamente» por agentes policiales cuando apoyaba a estudiantes universitarios detenidos junto a tres defensores de derechos humanos.
Luchan por una mejor vida
Poner fin a la discriminación, las amenazas y la represión en las manifestaciones, son los principales desafíos que enfrentan las defensoras de derechos humanos en Honduras, señaló la activista.
Ante los problemas que enfrentan a diario, la Asociación para una Ciudadanía Participativa cuenta con un “fondo de emergencia” para apoyar a las defensoras de derechos humanos en riesgo.
“Ser defensor de derechos humanos es un problema, pero ser defensora de derechos humanos es diferente, porque la mujer tiene una carga mayor emocional, psicológica y familiarmente”, enfatizó Castro.
Las mujeres defensoras de derechos humanos viven “con zozobra, miedo, pero aún así hay que sentir la fuerza necesaria para continuar la lucha de tener un país mejor y una vida digna para cada una de las mujeres” en Honduras, apuntó.
Denunció que la violencia contra las defensoras ha “crecido enormemente” en los últimos años en Honduras, porque se ha “multiplicado” la participación de mujeres en la defensa de sus derechos.
Castro cree que los ataques contra las defensoras de los derechos humanos es una “forma de control”, porque saben que las mujeres representan la mayoría de la población y “somos decididas y estamos dispuestas a crear las condiciones para que nuestros hijos tengan una vida mejor”.
La activista instó a las mujeres defensoras a garantizar su seguridad física y emocional, y a continuar “su trabajo y fortalecer su espíritu de lucha” en Honduras.