El Tambor (Honduras).– Un mes después del paso destructivo de la tormenta tropical Sara por Honduras, el paisaje en el sur del país es una mezcla de playones en ríos y cultivos de granos básicos y pastos arrasados, entre otros daños, mientras que muchos campesinos y pescadores claman por ayuda gubernamental.
«Quedamos incomunicados, no teníamos salida para ningún lado» y hubo «graves daños en la agricultura», dijo a EFE el campesino José Erasmo García, presidente del Patronato de la Aldea El Tambor, jurisdicción de Marcovia, departamento de Choluteca.
Intensidad de las lluvias pudrió el maíz
García recordó que las severas inundaciones por el desbordamiento de ríos caudalosos como el Choluteca, arrastraron con cultivos de maíz, sorgo y pastos para ganado, dejando a los pobladores que viven en las zonas bajas «en ruinas».
Las lluvias arruinaron las milpas de maíz sembradas en los cerros que se estaban terminando de secar y próximas a la cosecha, agregó.
«La intensidad de la lluvia lo pudrió, se murió el maíz», expresó García con resignación mientras mostraba a EFE partes bajas y los cerros en cuya cima asoman parcelas con las matas amarillentas del grano afectado.
Según García, en el sector de El Tambor, con una población de 678 habitantes, que en su mayoría se dedican a la agricultura, fueron destruidas unas 70 hectáreas cultivadas.
En el sur no todos los campesinos tienen tierra propia para cultivar, muchos siembran en predios que alquilan o que sus dueños les prestan para una siembra de subsistencia.
García dijo que tras la emergencia que vivieron por la tormenta Sara, solo la Alcaldía de Marcovia, que preside Naún Cálix, le llevó a los habitantes de El Tambor raciones de alimentos.
Del Gobierno «no hemos recibido nada, por eso le pedimos a la presidenta Xiomara Castro que se acuerde de estos lugares, que nos tienen como remotos», agregó.
Un mes sin trabajar por las lluvias
El líder comunal indicó además que en su sector necesitan un puente porque durante las inundaciones unas ocho aldeas quedaron incomunicadas durante diez días.
En la comunidad de La Reina también vive Marvin Josué Baquedano, de 30 años, para quien la vida de pescar «es sufrida, aquí a veces se gana y a veces no».
«Estuvimos más de un mes sin trabajar por las lluvias de la tormenta Sara, no íbamos a pescar al mar porque no había nada», subrayó.
Baquedano señaló que lo más que ganan cuando se le puede llamar «bueno» a un día de pesca, que a veces les lleva hasta doce horas en el mar, son entre 200 y 300 lempiras (de siete a once dólares), que debe hacer rendir para mantener a su esposa y dos hijas.
Pero hay días que, saliendo «a las cuatro de la madrugada y volviendo a las cinco de la tarde, regresamos sin un pesito para conseguir el pan de cada día», en una faena que solo en el sector de Cedeño, cuenta con unos 5.000 pescadores artesanales, acotó.
Abogan por ayuda internacional
El jefe de Gestión de Riesgos de la Alcaldía de Marcovia, Fredy Omar Chavarría, indicó a EFE que el municipio, sus aldeas y otras comunidades vecinas fueron afectados, de manera directa o indirecta, y que en la aldea de Monjarás se abrieron ocho albergues para atender a 2.500 personas evacuadas.
Agregó que la agricultura y la pesca, principalmente de camarón, fueron golpeadas por el fenómeno natural «perdiendo casi la totalidad de su producción».
Dijo además que alrededor del Golfo de Fonseca (Pacífico), que Honduras comparte con El Salvador y Nicaragua, hay aproximadamente 14.000 pescadores hondureños, y que las lluvias de noviembre «arruinaron totalmente» los cultivos de maíz que estaban próximos a ser cosechados.
Chavarría indicó que el sur de Honduras también espera que países amigos se sumen para ayudar a los afectados por las inundaciones causadas por la tormenta Sara.
Al bajar las aguas y secar el lodo, pequeños, medianos y grandes productores agrícolas y pescadores volvieron a sus actividades.
Los daños del fenómeno natural fueron mayores en las regiones norte y oeste, siendo el caribeño departamento de Atlántida el más afectado por las intensas precipitaciones, según registros de la Secretaría de Gestión de Riesgos y Contingencias Nacionales. EFE