Tegucigalpa – Durante la homilía dominical, el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez, volvió a arremeter contra quienes explotan a los migrantes en tránsito por el país y señaló que es un pecado “gravísimo”.

En espacios de reflexiones anteriores el cardenal hondureño ya se había referido al tema y externó su postura en contra de quienes explotan a los migrantes que transitan por el territorio hondureño.

“Qué vergüenza para aquellos que aún abusando de autoridad explotan a los pobres migrantes, ese es un pecado gravísimo”, reprochó el arzobispo de Tegucigalpa.

Seguidamente, pidió a esos explotadores arrepentirse de su actuar para alcanzar el perdón y la misericordia del Señor.

“Qué triste que el pobre explote al pobre”, refirió sobre las estafas y usuras de las que son víctimas los migrantes en tránsito por Honduras.

Recordó que hoy la Iglesia Católica celebra la jornada mundial de las misiones y pidió a los jóvenes unirse a un nuevo horizonte misionero a través de la modalidad virtual.

En ese sentido, exhortó a ser influencer evangelizadores. Debemos llegar a las periferias existenciales de nuestro mundo, externó.

“La llamada misionera de hoy es, vayan y lleven al Señor y llenen sus ambientes digitales para testimoniar la ternura y misericordia de Jesús”, reflexionó.

Seguidamente expuso que en el mundo digital hay camino para una pastoral que quiere ir hacia todos y llegar a todos, una realidad que subsiste en el pueblo de Dios.

Concluyó que se debe llegar a los olvidados que Dios no olvida.

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».