Tegucigalpa – El cardenal Óscar Andrés Rodríguez porfió hoy en la fiesta del Corpus Christi (‘cuerpo de Cristo’) de la Iglesia Católica que poco a poco se vencerá el mal de la pandemia en Honduras.
No obstante, el arzobispo de Tegucigalpa dijo que a la pandemia no la venceremos solos, si no con la presencia de quien se quedó en forma de alimento en la Eucaristía, el cuerpo y la sangre del Señor Jesús.
“Poco a poco vamos a ir venciendo este mal (pandemia), pero no lo vencemos solos, lo vencemos con la presencia de aquel que se quedó como nuestro alimento, el cuerpo y la sangre del Señor Jesús”, exteriorizó el cardenal hondureño en durante la homilía dominical que tuvo lugar en la Basílica Menor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa.
Reflexionó que la Eucaristía nos desafía a buscar un lugar en la mesa para todos, especialmente para los excluidos por el hambre, pobreza, soledad de los ancianos, angustia del desempleo, la emigración y todo tipo de exclusión social.
“Por eso esta fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo no es solo un momento emotivo y precioso de adoración al Santísimo”, caviló.
A renglón seguido, explicó que la fiesta del Corpus Christi es un momento para reavivar la fe y reafirmar el mandato de Jesús a la Iglesia de “hagan esto en memoria mía”.
“Con el aislamiento de la pandemia, como sufrimos y como sufrieron tantos porque no podía recibir la santa comunión”, recordó.
Refirió que la palabra Eucaristía significa acción de gracias y es la forma de agradecer a Dios todo el bien que ha hecho.
Por eso hoy llenos de fe y agradecidos por la santa Eucaristía digamos a Cristo, dijo.
“Señor quiero recibir tu gesto de amor y dejarme asimilar por ti, tú que has venido para que todos tengan vida ayúdame a ser portador de vida nueva, de tu gracia y amor para que nuestra Honduras cambie, para que nuestra Honduras se transforme en una ofrenda permanente y agradable a Dios Padre”, oró.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del Evangelio según Marcos 14, 12-16. 22-26:
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.