Tegucigalpa – El cardenal Óscar Andrés Rodríguez llamó en misa de Nochebuena para que los hondureños sean solidarios con los afectados y damnificados, que abran su corazón en la venida de Jesús en la Navidad.

“Necesitamos ser solidarios con aquellos que no tienen techos, con aquellos que están en los albergues y que están con la incertidumbre de cuando los van a sacar y no tienen adónde ir”, dijo el cardenal.

Agregó que “nosotros los cristianos no podemos ser espectadores de esta situación, no podemos ser simplemente espectadores que si ya están limpiando las calles y las casas inundadas en La Lima, El Progreso, Villanueva, Choloma y el aeropuerto de San Pedro Sula”.

En su mensaje, el arzobispo de Tegucigalpa manifestó que Jesús pertenece a los pobres y que desde su primera venida al mundo, se encargó de la pobreza, la miseria, del dolor y de la soledad más intensa de los humanos.

No obstante, señaló que en la actualidad, millones de seres humanos no tienen sitio para el hijo de Dios en sus corazones.

Él (Jesús) en esta noche quiere encontrar un sitio en nuestro corazón, externó el cardenal.

¿Tenemos espacio para él cuando viene a nuestro encuentro?, tal vez podemos estar llenos de nosotros mismos o de tantas cosas que no hay sitio para Dios, sermoneó.

Rodríguez lamentó que en la sociedad y en muchos países, incluyendo Honduras, no hay lugar para la llegada del niño Jesús.

“En muchos países no hay sitios para los pobres, para que aquel que necesita ayuda, para un migrante, para un refugiado que busca asilo y no podemos seguir así”, reprendió.

Pidió a Jesucristo que toque el corazón de las personas que son indiferentes y hagan espacio en sus vidas al resto de la humanidad, señalando que no hay Navidad sin el hijo de Dios.

El cardenal de Honduras regañó a las personas que consideran la Navidad como una cena y regalos y no como la venida de Jesús como salvador del ser humano.

Sugirió a los ciudadanos que sean solidarios con las que víctimas de la violencia y la injusticia.

Finalmente, Rodríguez expresó que la sed de los hombres en ser amados quedará saciados con la llegada de Jesús, pero que uno debe estar en paz consigo mismo, con la propia conciencia y Dios.