Cúcuta (Colombia) – La imagen diaria de los puentes limítrofes entre Colombia y Venezuela, donde miles de personas cruzan con maletas, costales y bolsas a cuestas la frontera entre ambos países, se han trasladado a las «trochas», corredores ilegales usados normalmente por los criminales.
Los pasos fronterizos del departamento colombiano de Norte de Santander, cuya capital es Cúcuta, fueron cerrados el domingo pasado por las autoridades para evaluar los daños tras los disturbios del sábado cuando se intentó ingresar ayuda humanitaria al país petrolero.
Cerca al puente internacional Simón Bolívar, que conecta a Cúcuta con la venezolana San Antonio del Táchira, ciudadanos de ambos países encontraron un paso ilegal para paliar el cierre de los cruces y se abocaron a territorio venezolano, sin saber qué es lo que se encontrarán del otro lado.
Uno de esos caminos para llegar desde Colombia, como la mayoría de ellos, es de tierra.
A su paso se ven huecos cubiertos con tablas o bloques de concreto para facilitar el paso de las personas que tienen mayores dificultades para caminar o que no lo pueden hacer.
Entre la maleza se abre esta «trocha», cobijada bajo el sol y una temperatura de más de 30 grados centígrados, por la que pasan venezolanos tal como suele ocurrir por el Simón Bolívar, en donde en promedio 35.000 personas cruzan a diario para conseguir comida y medicinas en Cúcuta.
Una de ellas es la venezolana María Alice, quien vive en San Antonio del Táchira, y pasó a Colombia para comprar la comida.
«Nosotros vivimos de las cosas de Colombia y obviamente teniendo el puente cerrado también nos toca esto, pasar para acá para poder comprar la comida», contó la mujer a Efe después de ingresar a Colombia.
Para hacerlo tuvo que pasar por encima de unas piedras que flotan sobre el río Táchira, que divide ambos países, para evitar mojarse.
Según explicó María Alice, no tuvo problemas del lado venezolano para salir, aunque no sabe a qué horas regresará a su casa.
«Volveré por donde me vine, me imagino», apostilló.
Para cruzar el río, cuyo cauce está bajo por la sequía de los últimos días, algunos prefieren el camino rápido y meten parte de su cuerpo en el agua para llegar al lado colombiano, donde hay apostados vendedores informales que les ofrecen bebidas y comida.
Sin embargo, no todos llegan para intentar regresar más tarde. Algunos como la venezolana Jessica González, quien dice que consiguió un trabajo un Cúcuta y se radicará en Colombia para «rehacer» su vida, no piensa volver, al menos de momento, a su país.
«Pasé por la trocha, realmente con mucha incertidumbre, muchas preocupaciones y muchas cosas que uno se pregunta cómo van a ser. Es la primera vez que paso por la trocha porque el puente está cerrado, tengo mi identificación de acá de Colombia pero no vale de nada allá», contó a Efe González, que viene de Maracay, capital del estado de Aragua (norte).
Por esas trochas también han desertado miembros de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), algunos con perros, que son escoltados por los soldados colombianos en medio de los aplausos de quienes van por el camino.
Sin embargo, no todos se atreven a cruzar las «trochas», pues consideran que son muy peligrosas porque allí hay bandas que se dedican al tráfico de drogas y al contrabando.
Algunos de ellos están apostados en un refugio improvisado frente al puente binacional de Tienditas, donde hay almacenadas más de 600 toneladas de ayuda humanitaria para Venezuela.
La mayoría pide a los periodistas que no les graben vídeos ni les tomen fotos, pues temen que haya represalias por parte del Gobierno de Nicolás Maduro cuando regresen a su país.
Ese es el caso de Emilia, quien decidió no dar su nombre verdadero por miedo y aseguró a Efe que en Cúcuta han recibido apoyo de empresarios, ONG y de la Alcaldía de la ciudad para poder comer y dormir bien.
«Muchas personas han decidido devolverse por la ‘trocha’. Esta mañana mujeres que tenían niños o que sienten la desesperación por regresar al país han decidido cruzar la frontera por el río, a pie, buscando el riesgo a pesar de que muchos les dijimos que no le hicieran», explicó.
Es por eso que muchos siguen esperando a que se reabra la frontera y las decisiones de la comunidad internacional para saber si seguir luchando para ingresar la ayuda a su país o regresar a sus hogares a enfrentar la crisis.