San Diego (EE.UU.)– Una numerosa familia llegó de Michigan a California para acercarse lo más posible a su abuela, quien había viajado del estado mexicano de Michoacán a la frontera para despedirse, pues le quedaba poco tiempo de vida. Ese fue uno de los últimos encuentros antes de que la Patrulla Fronteriza cerrara el Parque de la Amistad.
“La abuelita tenía cáncer muy avanzado y esa era probablemente la última vez que desde hijos hasta bisnietos que vivían en Estados Unidos la verían con vida”, dijo a Efe Pedro Ríos, director del Programa para la Frontera EEUU-México del Comité de Servicios de los Amigos Estadounidenses.
La familia, con miembros en Estados Unidos y México, se veía con frecuencia en video mediante teléfonos celulares, pero para esta anciana en la fase terminal de su vida fue distinto ver en persona a los nuevos bebés.
Desde ambos países hicieron el largo viaje para verse un momento, porque la Patrulla Fronteriza tenía un horario muy estricto para abrir y cerrar el parque binacional, donde familias, parejas y amigos solían encontrarse, separados solo por una valla de metal con pequeñas perforaciones.
“Hay miles de ejemplos, pero este de la abuelita de Michoacán ilustra la importancia que tiene el Parque de la Amistad para tantas familias que han sido separadas por la política migratoria injusta de Estados Unidos”, dijo Ríos, también defensor de los derechos humanos y miembro de la organización Amigos del Parque de la Amistad.
Daniel Watman, otro miembro de los Amigos del Parque de la Amistad y uno de los más tenaces defensores de ese espacio, dijo que el lugar “fue inicialmente pensado como un sitio de reunión para hacer amigos entre personas de ambos lados de la frontera, de ahí su nombre”.
Cuando la entonces primera dama Pat Nixon inauguró el parque en agosto de 1971, la frontera estaba marcada por postes de unos 90 centímetros de alto distanciados por lo menos tres metros entre sí, entre los que había tres alambres sin púas.
“El parque cumplía cabalmente su función. Permitía que mucha gente, principalmente de San Diego y del sur de California, estableciera un contacto directo con residentes de Tijuana y Baja California sin tener que cruzar la frontera”, dijo Watman.
Pero lamentó que “con el tiempo las políticas migratorias estadounidenses, cada vez más de tipo militarizado en la frontera, han cercado gradualmente con muros el parque y restringido poco a poco el paso de la gente, hasta que llegamos al cierre que tenemos ahora”.
La Patrulla Fronteriza, encargada de custodiar la zona, impidió con cercas el contacto directo, y luego redujo a cuatro horas los sábados y domingos el horario para que las personas se pudieran acercar.
Finalmente cerró completamente el parque en marzo de 2020 esgrimiendo como argumento la pandemia, y ahora pretende sustituir las viejas barreras con nuevos obstáculos con pilares de acero de nueve metros de alto.
LAS BAJAS DE LA PATRULLA
Una de las bajas del cierre fue la misa dominical que el reverendo John Fanestil celebró por más de 10 años desde California en conjunto con el pastor Guillermo Navarrete en Tijuana.
La Patrulla impidió que los feligreses se acercaran a menos de 183 metros de la valla fronteriza para escuchar misa desde el lado estadounidense, y terminó por prohibir completamente el paso al parque desde una distancia de unos 6,4 kilómetros. Desde entonces la misa solo continuó del lado de Tijuana.
Irónicamente, Estados Unidos levantó la barrera aproximadamente un metro dentro de su propio territorio, de tal forma que si alguien llega a la cerca desde el sur entra a suelo estadounidense. El altar para la celebración de la misa es colocado cada domingo en el lado “mexicano”, en territorio de California.
Ríos detalló que la Patrulla “primero puso como argumento para cerrar el parque la pandemia, luego salió con que no tenía suficiente personal” para asignar un par de oficiales a vigilar el parque cuatro horas los fines de semana, “y más recientemente dice que el muro está muy viejo y se puede caer sobre sus agentes o los visitantes al parque”.
Robert Vivar, un defensor de veteranos deportados y también de los Amigos del Parque, dijo que el cierre del sitio puso fin a innumerables muestras de amistad y hermandad en ambos lados de la frontera.
“Imagínate un fandango en el que mucha gente toca y baila música al mismo tiempo en los dos países, la tradicional posada decembrina, un jardín y hortaliza que como símbolo de amistad se cultiva en ambos lados junto al muro, la misa, los encuentros culturales. Aquí la frontera no nos separaba, nos unía”, finalizó.