College Station (EEUU) – A razón de entre 15 y 20 cartas semanales manuscritas, el joven universitario Carlos Espina extiende una luz de humanidad a indocumentados retenidos en centros de detención de EEUU, principalmente centroamericanos asolados por el desamparo, la incertidumbre y la soledad.
Este joven de 20 años, nacido en Uruguay pero criado en Texas desde los cinco años, mantiene desde hace unos tres meses un intercambio epistolar con inmigrantes en centros de detención de este estado, urgidos de dar cuenta de su situación a sus familiares o simplemente de compartir sus historias y sentimientos.
Según contó a Efe, esta labor la inició después de escribir una carta a un juez de inmigración a favor de un amigo suyo de la secundaria, de Belice y bajo custodia de las autoridades migratorias, tras lo cual su nombre circuló como la pólvora entre los inmigrantes.
«Un buen día, mi amigo me llama desde el centro de detención para decirme que me había conseguido a una decena de reclusos más que necesitaban ayuda», dijo Espina, alumno de Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos en Vassar College, en el estado de Nueva York.
En pocas semanas, las cartas a mano dirigidas a Espina se multiplicaron con remitentes de más de un centro de detención, en su gran mayoría centroamericanos aunque también mexicanos, venezolanos, cubanos, ecuatorianos, brasileños y hasta africanos.
La respuesta de Espina fue, y hasta ahora es, casi inmediata y lo hace también a mano, «por respeto» y porque hace sentir al migrante «más valorado», en el que es para él un proceso nuevo «pero muy satisfactorio», según señaló.
«Lo que más me preocupa es la desinformación lógica que tienen los inmigrantes detenidos con respecto al sistema legal de este país y cuáles son sus derechos, cuándo saldrán o por qué están detenidos ya que muchos creen que cruzar la frontera no amerita encarcelamiento», explicó.
Los contenidos de este intercambio epistolar, «devastadores» de acuerdo a su padre, el profesor universitario Eduardo Espina, varían en cuanto a emociones.
En una de las cartas, un joven de Nicaragua detenido más de ocho meses le describe la tristeza que sintió de pasar la Navidad encerrado, mientras que una mujer mayor le confiesa estar «muerta en estas cuatro paredes» en tanto espera el resultado de su petición de asilo e impotente tras saber que su nieta fue abusada sexualmente por su maestro.
En el trasfondo de las misivas está el miedo a una posible deportación y frustración entre quienes esperan encerrados el desenlace de sus casos, y por supuesto de agradecimiento.
«Le hiciste sonreír, ya que estaba muy triste y la carta, a pesar de hacerlo llorar, lo puso muy contento. Sus lágrimas eran de felicidad», le escribe un cubano detenido, que le agradece por haberle dedicado unas letras a otro amigo suyo también en un centro de detención.
La razón de esta labor altruista está quizás en que la migración ha sido un tema presente en el seno de la familia de Espina. Su madre mexicana fue deportada de EEUU antes de que él naciera y de hecho lo dio a luz en Montevideo (Uruguay), de donde es el padre, hoy un profesor en College Station, en Texas.
«Al crecer con un padre que es profesor tuve ciertos recursos que otros carecían. En la adolescencia, me convertí en un referente para mis amigos hispanos y sus familias que necesitaban ayuda», comentó el universitario, que ya en 2016 empezó una organización que imparte clases gratuitas de fútbol para niños de bajos recursos.
Voluntario también en campañas para motivar la inscripción de votantes y la nacionalización de inmigrantes con residencia permanente, dice que el intercambio epistolar le ha servido para afianzar su inclinación por este campo y espera cuando termine sus estudios universitarios poder regresar a Texas como abogado.
Su padre sostiene que la labor que realiza su hijo constituye un puente entre la soledad que reflejan los detenidos, por la claustrofobia espiritual que sienten al estar encerrados, y el mundo real.
«Es una prueba mental, física y espiritual para mi hijo, principalmente porque los contenidos de las cartas son devastadores», manifestó el progenitor, quien cree, dada la política migratoria de la actual Administración en la Casa Blanca, «esto va para largo».
El joven Carlos sabe que no puede ayudar a todos los indocumentados detenidos que le escriben, pero no pierde la fe de que más personas solidarias puedan unirse a su causa.
«Creo que en el futuro toda la sociedad de este país va a reconocer que lo que está pasando con el tema migratorio en esta época será recordado como un momento triste y negro en la historia», vaticinó.