Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Honduras es un país de diásporas. Los jóvenes talentos, los que han logrado ser parte del privilegiado y minúsculo grupo que se ha formado en las universidades se marchan buscando oportunidades y aliento. También huyen jóvenes, mujeres, los más vulnerables. Se van por miedo a la violencia, falta de trabajo y porque la miseria les consume.
Los universitarios que deciden dejar el país enfrentan la desesperanza de no encontrar empleos dignos. Muchos de ellos han tenido acceso a un trabajo en los centros de atención telefónica (call center) o en zonas de procesamiento industrial, donde sus salarios compiten con los de obreros y la mano de obra no calificada.
Se van los calificados
Hay otros que logran insertarse en sistemas de educación superior ya sea para maestrearse o especializarse extra-fronteras mediante préstamos o esfuerzos familiares supremos. De cada 100 alumnos de primaria, solo 30 concluyen su educación media, de ellos 17 se matriculan en las universidades, pero solo 7 culminan sus carreras.
Así los jóvenes talentos se marchan, muchos de ellos con visados especiales para continuar formándose becados, otros aplican a trabajos, pero también los hay que ante la imposibilidad de oportunidades toman las rutas migratorias irregulares y se adentran en México y los Estados Unidos, entre otros destinos.
No son pocos los que fracasan en el intento tal y como ocurrió hace escasas semanas, justo el 27 de junio, cuando en un tráiler murieron asfixiados más de medio centenar de migrantes multinacionales, entre ellos una pareja de jóvenes hondureños, Alejandro Caballero y Margie Paz, ambos universitarios que emprendieron el viaje ya que no tenían trabajo ni oportunidades de crecer en su natal Santa Bárbara.
Creciente diáspora de capital humano
Pero sin importar el segmento socioeconómico del que provengan, para el rector de la Universidad Tecnológica Centroamericana (Unitec), Marlon Brevé, la fuga de talentos representa una amenaza para Honduras. “Hoy seis o siete de cada 10 jóvenes se quieren ir del país. Las familias que pueden costearles los estudios universitarios a sus hijos fuera de Honduras lo están haciendo y los muchachos, por lo menos la mitad de ellos, no regresan” apostilló.
Ese segmento de la diáspora creciente que no regresa preocupa, – el país debe cambiar con urgencia para poder retenerlos y darles los espacios donde puedan contribuir al desarrollo de la comunidad, reflexionó el rector Brevé.
Este académico y ex ministro de Educación, expuso sobre la importancia de atraer inversión extranjera para activar la llamada “quíntuple hélice” que no es más que la convergencia de interacciones entre la academia, el Estado, la empresa privada, la sociedad civil y la cooperación internacional.
No hay áreas específicas respecto a la fuga de cerebros, dijo el rector Brevé. Se van de diferentes disciplinas y la mayoría tienen éxito rotundo. “Esos hondureños tienen su corazón en su país y de una u otra manera contribuyen ya sea invirtiendo en Honduras, creando oportunidades para que jóvenes vayan a estudiar al extranjero en universidades de primer nivel, haciendo proyectos en conjunto con sus pares nacionales, inclusive algunos gestionan la llegada de inversionistas”.
Fomentar la contribución de la diáspora
Por ello, manifiesta, no se debe señalar a los hondureños que se han ido del país y, por el contrario, hay que celebrar y fomentar su contribución. Ejemplificó citando el caso de Chile, donde un éxodo de becarios y talentos ha contribuido, en el tiempo, al despegue económico de ese país y muchos de ellos han regresado ya en su época de jubilación.
Estados Unidos, Canadá, España y Alemania son los destinos más apetecidos para los jóvenes universitarios hondureños, indicó.
Para Brevé, evolucionar de los centros de atención telefónica a áreas de desarrollo como los sectores de servicios, agroindustria, textil y turismo es trascendental.
Especificó que también se da otra arista en la fuga de cerebros y esa es la de profesores universitarios que estudiaron fuera y regresaron tres o cuatro años, luego consiguen trabajo en Canadá y se van de nuevo. Externó que al menos dos maestros de Unitec, en su centro de la norteña San Pedro Sula han realizado este salto, pero el fenómeno ocurre en otros campus.
No existen estadísticas oficiales respecto a las diásporas hondureñas y mucho menos datos concretos sobre los talentos que han abandonado el país confirmó Proceso Digital al consultar al director del Instituto Nacional de Estadísticas, Eugenio Sosa. Tampoco las autoridades de Relaciones Exteriores tienen datos concretos al respecto.
Pérdida de la esperanza, ausencia de justicia y débil institucionalidad
La fuga de cerebros es una forma ampliada del fenómeno migratorio en general, dijo el sociólogo y director del Instituto Nacional de Estadísticas, Eugenio Sosa, – “las bases sociales y el deterioro de sus condiciones materiales de vida, particularmente del ingreso, del empleo digno, vinculado a problemas de la destrucción de la institucionalidad democrática, la crisis de la sociedad, combinado con un elemento fundamental que es la pérdida de la esperanza”.
Reafirmó que las caravanas de migrantes y el flujo irregular de la migración están vinculados al deterioro de las condiciones sociales. “De hecho a toda esta gente que se va, desde la perspectiva demográfica se le puede llamar como “la gran fuga del bono demográfico”, pormenorizó Eugenio Sosa.
Detalló que “en sociedades como la hondureña, donde la mayor parte de la población es joven, por lo tanto, fuerza laboral apta para el trabajo y para la producción, el hecho que emigre significa lo que en demografía se conoce como “fuga del bono demográfico” ya que se desaprovecha la fuerza de esa población joven y tampoco se logra que el país se prepare para momentos en que la pirámide demográfica se invierta.
Las dos tendencias de emigración irregular de jóvenes y la de los que se van con visas para estudiar, trabajar o reunificarse con sus familias, comparten las mismas dificultades ya que todos enfrentan la ausencia de oportunidades para materializar sus proyectos de vida en Honduras, lo que les lleva a la pérdida de la esperanza por un futuro mejor en su país, refrendó Sosa.
Aceptó que, cada vez más, se derrama una especie de conciencia colectiva en las familias para querer que los hijos se vayan del país a estudiar y en muchos casos los padres desean que sus hijos no retornen, debido a la desesperanza, pero también a las amenazas y el riesgo generado por la violencia y la falta de justica e institucionalidad.
Es fundamental que desde la academia y de los sectores sociales se investigue este fenómeno para generar datos específicos y, además, tender puentes que permitan integrar la diáspora al desarrollo productivo de Honduras, externo el sociólogo Sosa, quien además es profesor en la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Redes
La ausencia de datos oficiales respecto al éxodo de hondureños cualificados matiza con la existencia de redes académicas que los propios protagonistas han construido en el exterior.
Organizaciones como Honduras Global, la Organización de Mujeres en la Ciencia para el Mundo en Desarrollo- capítulo HN (OWSD-HN por sus siglas en ingles) y la Asociación de Egresados de la Escuela Agrícola Panamericana Zamorano son una muestra de las diásporas de cerebros hondureños.
Estas redes, nacidas de la voluntad de sus propios miembros, evidencian que quienes las integran mantienen su vínculo con la raíz y ello se plasma en los muchos que propician iniciativas y crean espacios en los que su prioridad es Honduras, incidir en su bienestar y generar oportunidades para sus pares nacionales.
Una muestra relevante es la doctora María Elena Bottazzi, actualmente nominada al Premio Nobel de la Paz por la creación de una vacuna contra el COVID para la India, la primera sin limitaciones de patentes, dirigida a cerrar la inequidad global.
Pero los ejemplos son vastos y sus contribuciones a Honduras relevantes.
Este capital humano organizado posibilita contribuciones en el desarrollo del país, especialmente en áreas como la salud, tecnología, ingenierías y medio ambiente entre otras. Representan una especie de agente de promoción y desarrollo.
Así el país, sin una política pública integral para atender este fenómeno y mucho menos con un enfoque claro al respecto, continúa exportando a sus habitantes. La gran mayoría de ellos, alrededor de 1.5 millones, forman parte de ese pilar que hoy día es el más importante para sostener la economía nacional. Las remesas representan para Honduras el 26% de su PIB y se han convertido en el primer rubro generador de divisas y son el 40% de todas las divisas que ingresan al país.
Al 30 de junio de este año, el Banco Central de Honduras (emisor), reportó que las remesas sumaron 4,174.4 millones de dólares, lo que representa un incremento interanual de 19.9% ($692 millones) en relación con igual período del año anterior.
El BCH estima que el incremento en las remesas este año superará el 14% con relación al 2021, lo que se reflejarán $8,190.2 al concluir este 2022 indican las proyecciones oficiales.
En tanto, el capital humano, la diáspora, mantiene el vínculo con su raíz: sus esfuerzos solitarios contribuyen y fomentan oportunidades que permiten a nuevas generaciones espacios incluyentes ante la ausencia de un Estado que les genere certidumbre y bienestar. (PD)