Managua – De ser la mejor judoca de Centroamérica, multipremiada, admirada, clasificada número uno en sambo femenino y «Atleta Amateur del Año de Nicaragua», a recibir amenazas de muerte y dormir en el suelo en la frontera que divide a Guatemala de Honduras. Así se resumen los últimos tres años en la vida de Sayra Laguna, la deportista que desafió al Gobierno de Daniel Ortega.
En diciembre de 2017, Laguna fue el centro de atención de Nicaragua al tomar juramento en representación de 3.500 deportistas en los XI Juegos Deportivos Centroamericanos celebrados en Managua. Hoy debe cuidarse. Su «delito», afirma, haber dedicado «a Dios y a los muertos» de su país una medalla en el Campeonato Panamericano de Sambo Acapulco 2018.
En un país donde clasificarse a los Juegos Olímpicos es casi inimaginable, los atletas tienen en los Panamericanos sus olimpiadas personales. En otros tiempos, Laguna seguiría recibiendo premios y aplausos, no ahora.
Desde el estallido popular contra el presidente Ortega, en abril de 2018, Nicaragua vive una crisis sociopolítica que ha dejado cientos de muertos, presos o desaparecidos, miles de heridos y decenas de miles en el exilio.
Los ataques armados contras las manifestaciones antigubernamentales no dejaron indiferente a Laguna, aunque en ese momento tenía todo lo que podía desear: era la vigente «Atleta del Año», con dos licenciaturas, automóvil nuevo y administraba el Polideportivo España.
«Me puse del lado del pueblo, donde miraba todas las injusticias de parte de la Policía, del Ejército, los paramilitares, y un sinnúmero de fanáticos (sandinistas) que hacen daño», dijo en una entrevista con Efe.
AMENAZAS DE MUERTE
«Ha sido difícil, porque el 2017 fue el mejor año que tuve», lamentó.
Por negarse a compartir estrados con autoridades deportivas miembros del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), recibió presiones hasta renunciar a su cargo, afirmó.
«Yo firmé contrato por mi capacidad, porque soy profesional, no por ser una más del taller del Frente Sandinista», destacó Laguna.
Señaló que las autoridades intentaron despojarla del automóvil, pero logró salvarlo porque era un regalo directo del presidente de la Federación Internacional de Físicoculturismo, Rafael Santoja. Lo que no pudo sostener fue su noviazgo con el también atleta Joao Maldonado, ahora exiliado.
«Después de lo del cartel (Acapulco) comenzaron a estar molestando, asediando, amenazándome de muerte, inclusive en tres ocasiones me detuvieron varios policías y paramilitares», relató.
Recordó que entre quienes la amenazaron estaban dos dirigentes recién fallecidos con síntomas de COVID-19, el presidente de la Federación Nicaragüense de Karate Do y vicepresidente de la Federación Iberoamericana de Karate, Emerson Velásquez, y el comisionado general de la Policía Diógenes Cárdenas, presidente de la Federación Nicaragüense de Boxeo Aficionado (Feniboxa), y jefe de seguridad del cardenal Leopoldo Brenes.
VIAJE E INDIGENCIA
La pandemia agravó la situación de Laguna, pues quedó varada en Estados Unidos, donde llevaba un curso de crossfit y entrenamiento. Entonces decidió volver por tierra. En mayo atravesó México con un matrimonio de «señores», apenas parando, durmiendo en el carro y usando baños de alquiler, durante cinco días, con miedo al crimen organizado.
Llegó a Guatemala, donde fue bien recibida por una atleta al principio, y maltratada por una mujer después, organizó un grupo de 76 nicaragüenses varados, que con los días se redujo a los 46, la mayoría mormones, a quienes el Gobierno de Nicaragua negó el ingreso por 11 días, a mediados de julio.
Fueron días duros, de vivir la intemperie en la frontera, comer de la caridad, dormir en territorio guatemalteco, y bañarse en zona hondureña, detalló.
Su experiencia en el deporte le sirvió en el quinto día, el más duro. «Todos estaban tristes, desesperados, entonces comencé a sentármeles al lado y decirles: tengan fe, y estaba motivándolos donde yo ya estaba nula, pero trataba de no ver al grupo triste, porque un grupo desanimado, se viene abajo», sostiene.
El pasado día 19, al llegar a Nicaragua, Laguna dijo sentir alegría y tristeza a la vez. Alegría por volver, y tristeza porque una de sus abuelas murió en su ausencia.
Pero la campeona, quien afirmó que la mayoría de atletas callan para no arruinar sus carreras, no pretende retirarse. Sueña iniciar el ciclo olímpico que comenzará con los XII Juegos Deportivos Centroamericanos Santa Tecla 2021, aunque sea como atleta refugiada.
«Me va a dar bastante dolor en el corazón no ir con la bandera de Nicaragua, pero la gente va a saber que por las circunstancias que tengo, no puedo decidir ahorita, a menos que Dios haga un gran milagro, pero si no, siempre voy a hablar de mi país, porque eso no te quita, ni te resta», concluyó.