Pekín – El boicot diplomático liderado por EEUU a cuenta de los derechos humanos o las restricciones anti-covid en una China aislada del exterior desde 2020 amenazan con empañar los Juegos de Invierno que se inauguran este viernes en un país que ha cambiado mucho desde la primera cita olímpica que albergó, hace 14 años.

Durante este tiempo, China se ha consagrado como la segunda economía más grande del mundo y su diplomacia ha pasado de un marcado perfil bajo a una política exterior mucho más asertiva con la que contraataca las críticas de Occidente a cuenta del autoritarismo de su régimen.

«China prometió que si se elegía a Pekín como sede de los Juegos de 2008 la situación de los derechos humanos mejoraría. No solo no cumplió su promesa, sino que todo ha empeorado notablemente en estos últimos años. Se han perpetrado violaciones de los derechos humanos con mayor frecuencia, escala e impunidad», denuncia a Efe el investigador Alkan Akad de Amnistía Internacional (AI).

El académico asegura que mientras en 2008 había una cierta apertura y la intención de mostrarse como un país moderno y responsable, en los últimos 14 años «la represión ha aumentado» sobre las minorías étnicas o religiosas, activistas, abogados, periodistas y todo tipo de disidentes, además de imponer «una mayor censura» y desarrollar un «sistema de vigilancia masiva».

Y si en 2008 la polémica estuvo protagonizada por las protestas en el Tíbet, la atención ahora recae en las denuncias de abusos en la región de Xinjiang, en el noroeste del país, donde algunos informes han estimado que hasta un millón de miembros de la minoría étnica uigur fueron encerrados en campos de reeducación.

Pekín califica estas acusaciones como «la mentira del siglo» y asevera que eran «centros de formación provisional» para mejorar la economía y sociedad de la zona, que en las últimas décadas sufrió diversos atentados terroristas de corte yihadista.

Los presuntos abusos provocaron el boicot estadounidense y de otros países como Australia, Canadá o Reino Unido, si bien se trata de un gesto político que, en principio, no tendrá efecto alguno en el desarrollo de la competición.

«En 2008 también hubo una crispación similar, pero la espectacularidad de aquellos Juegos hizo que resultaran en un tremendo éxito para su imagen. Creo que esta vez no va a pasar. La pandemia ha marcado al país, ha aumentado mucho la desconfianza y la percepción sobre China. Además, los Juegos de Invierno no tienen la resonancia de los de Verano», apunta a Efe el investigador Mario Esteban del Real Instituto Elcano.

Según el académico, es «innegable» que, si se toma 2008 como referencia, hay aspectos en los que ha habido «claros retrocesos» sociales: «Más restricciones sobre Internet y en los medios de comunicación, que ya venían de un nivel bajo, o en la vida académica, como en la libertad de cátedra, además de la pérdida de libertades civiles en Hong Kong y la situación en Xinjiang».

«China tampoco llega al mejor momento a estos Juegos porque su política de ‘covid cero’, aunque le haya permitido registrar cifras muy bajas de fallecimientos, la ha aislado del exterior», añade.

Los Juegos, de hecho, se celebrarán bajo estrictas medidas de prevención, y los atletas y trabajadores venidos del extranjero permanecerán en una burbuja aislados de todo contacto con la población local durante su estancia en la capital china.

LA MEJOR DEFENSA ES UN BUEN ATAQUE

Otros investigadores, como William Nee, de la organización defensora de los derechos humanos China Human Rights Defenders (CHRD, por sus siglas en inglés), agregan a sus listas «torturas, confesiones forzadas o desapariciones», y opinan que «no hay visos de que China vaya a cambiar su comportamiento».

«Es más, el Gobierno intentará usar los Juegos para demostrar que se la respeta a nivel mundial», señala Nee a Efe.

Por su parte, los portavoces chinos insisten en que el país «ha honrado su palabra» de preparar unos Juegos «seguros, limpios y abiertos», y que estos personificarán valores como «la solidaridad, la amistad, la cooperación y la paz mundial».

Y cuando se menciona el boicot, pasan al ataque: «Lo que ha hecho Estados Unidos es inmiscuirse de forma malintencionada. No tienen autoridad moral ni credibilidad. Hablan de un supuesto genocidio en Xinjiang… Quizá es un tema que conocen bien por los crímenes que cometieron contra los nativos norteamericanos», espetó en una de sus últimas intervenciones el vocero Zhao Lijian.

También destacó que Washington «no representa a la comunidad internacional», y que «organizaciones, dirigentes, atletas y personas de muchos países han expresado su apoyo» al evento.

Hasta ahora, han confirmado su asistencia a la inauguración el presidente ruso, Vladímir Putin, y los líderes de países como Camboya, Kazajistán, Egipto, Arabia Saudí y Pakistán, además del secretario general de la ONU, António Guterres, y el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que acompañarán en el palco a las autoridades deportivas encabezadas por el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach.