Panamá.– Panamá y el resto de los países de Centroamérica que han abrazado a China enfrentan el reto de acoplar culturas distintas en todos los ámbitos, incluido el laboral, lo que puede ser un escollo en esta nueva relación a juicio de analistas consultados por Efe.

Panamá, El Salvador y la República Dominicana, que se ubica en el Caribe pero políticamente está en la esfera centroamericana, una región históricamente bajo dominio de Estados Unidos, se enfrenta además al recelo de Washington por esos nuevos lazos diplomáticos con China en momentos de tensión entre ambas potencias por el tema comercial.

En el último año y medio los tres países han roto nexos con Taiwán y aceptado la doctrina de «Una sola China», lo que ha traído en general grandes y positivas expectativas en los sectores económicos y políticos de cada uno, aunque también algunos temores por la reacción de Estados Unidos, que incluso llamó a consultas a sus embajadores.

El presidente chino, Xi Jinping, inicia este domingo una visita oficial a Panamá, histórica por ser la primera de un mandatario de China y lo hace lleno de una «gran expectativa», como lo expresó en una carta publicada en el diario local La Estrella.

Xi pidió en su escrito a Panamá trabajar «contra reloj para lograr el adelantamiento en la curva de nuestros vínculos pese a su arranque tardío» (junio de 2017) y reconoció «la distancia geográfica» y «las múltiples diferencias» entre ambos países, así como también que comparten pueblos emprendedores y creativos.

El internacionalista panameño Julio Yao afirmó a Efe que «para Panamá tiene muchísima importancia la apertura de relaciones» con China, «especialmente simbolizada por la presencia del presidente Xi» en el país centroamericano.

Para Yao «no hay la menor duda» de que Panamá verá potenciado, gracias a las inversiones chinas, su centro logístico y los aspectos financiero, bancario y la producción nacional, ahora famélica pero que puede crecer porque el país centroamericano «puede colocar fácilmente su producción agropecuaria» en el gigante asiático.

Pero el reto, «lo más importante, es que China cumpla lo que ya ha prometido: que va a obedecer las leyes laborales de Panamá», algo que depende de los panameños, indicó.

«Sí puede haber problemas laborales si nosotros nos descuidamos y dejamos hacer a China lo que le plazca», afirmó el analista, una realidad que se puede aplicar a todos países centroamericanos que han acepto a Pekín.

En ese contexto, Yao apuntó al Gobierno panameño como el responsable de poner a disposición a «gente capaz, técnicamente idónea y acreditada» para que estén «al frente» de los proyectos a cargo de empresas chinas, como el de la construcción del cuarto puente sobre el canal, una obra de 1.420 millones de dólares.

Las inversiones chinas bien llevadas además podrían generar condiciones económicas que desalienten la migración en países como El Salvador, que junto con Guatemala y Honduras integran el Triángulo Norte de Centroamérica, de donde cada año huyen de la violencia y la pobreza decenas de miles de personas con destino a Estados Unidos.

Miles de migrantes centroamericanos están ahora en territorio mexicano tras emprender un viaje a mediados de octubre, mientras que las autoridades estadounidenses han desplegado miles de agentes en la frontera sur para impedir su entrada.

Estados Unidos debería «dejar que China haga las inversiones» que tenga en mente en Centroamérica para que así «la gente se quede a trabajar» y desista de irse hacia Norteamérica, dijo Yao.

Para el exembajador de Panamá en la Organización de Estados Americanos Guillermo Cochez el choque cultural en materia laboral es inevitable con los chinos.

«Yo no confío mucho en los chinos, son totalmente diferentes a nosotros. Ellos trabajan 20 horas al día, no creen en Código de Trabajo ni en derechos humanos», dijo el exdiplomático a Efe.

Y sobre el tema de los derechos humanos, la activista Ti-Anna Wang, hija del opositor chino Wang Bingzhang, encarcelado y condenado a cadena perpetua, dijo a Efe en Guatemala que a un país con la influencia económica de China «es muy difícil criticarlo (…) cuando China actúa en contra de los derechos humanos prácticamente goza del permiso del mundo occidental».