Guatemala – La familia, vecinos y amigos recibieron y despidieron hoy en el caserío San Antonio Secortéz, al norte de Guatemala, a Jakelin Rosmery Caal Maquín, la menor de 7 años fallecida en custodia de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, de donde salió en octubre pasado.
Alrededor de las 5 de la mañana, la camioneta blanca del Ministerio de Relaciones Exteriores, que trasladó a la niña desde el Aeropuerto la Aurora, llegó al municipio de Raxruhá, donde decenas de vecinos se aglutinaron para ver el arribo de la menor.
El convoy se nutrió de personas subidas a un picop y que decidieron acompañar el último tramo del camino, que comenzó este domingo desde los Estados Unidos, en el proceso de repatriación que culminó al llegar esta mañana al caserío San Antonio Secortéz.
Allí, un silencio se sembró entre las casas y los 80 habitantes del sitio, donde en el centro del poblado fue colocada una cruz con un listón blanco de plástico en forma de corazón con los datos de Jakelin Caal.
Sin un acto protocolario, los vecinos comenzaron a llegar a dar el pésame a la familia, en especial a Claudia Maquín, la madre de la menor fallecida el pasado 8 de diciembre.
La madre de la menor se ha mantenido estoica. En la víspera de recibir a su hija, la noche previa, preparaba tortillas de maíz para la comunidad, aguardando el momento de reecontrarse con su hija, la alegre Jakelin que subía a los árboles y disfrutaba comer algunos de sus frutos.
La madrugada del lunes, la comunidad construyó un altar en la casa de los Caal Maquín y arreglaron con globos y una fotografía suya, la imagen que ha viajado por el mundo, donde Jakelin, rodeada de naturaleza, ve fijamente a la cámara, con un semblante fuerte.
El tío de la menor, Manuel Chocooj Macz agradeció por el regreso del cuerpo a casa, pues no quería que se quedara allá.
«Agradecemos a las autoridades, pues nos hubiéramos sentido más tristes de no haber visto el cuerpo», dijo a Acan-Efe, mientras sollozaba recordando a su sobrina que «ya no tiene vida, a pesar de haber salido contenta de aquí, junto a su papá».
Por su parte, Fernando Caz, uno de los vecinos de San Antonio Secortéz, narró que la niña estaba «normal» durante los 7 años que vivió ahí y que al llegar a Estados Unidos, cuando les avisaron de su muerte, «pensamos que pudo haber sido la distancia (la razón de su muerte), porque es un poquito lejos ir de aquí para allá y tal vez aguantó hambre».
Aunque subrayó que la comunidad tiene «dudas» sobre la muerte de Jakelin Caal, porque estaba en custodia de las autoridades norteamericanas.
Aseguró que la menor, a la que recuerda feliz de ir a la escuela y muy alegre, no quería dejar a su papá ir solo «pues si no, no iba a poder pasar, ya que sabemos que hay un reglamento que dice que si el papá va acompañado de los hijos, entonces sí tiene paso».
Ahora su padre, Nery Caal, de 29 años, va a buscar trabajo para el futuro de su familia: su esposa Claudia y sus otros tres hijos. «Va a conseguir un trabajo y hacer su dinerito y así poder comprar un terreno y una casa», detalló el vecino.
Mientras más gente se presenta ante el ataúd blanco y lo abraza o levanta la tapa para ver por última vez a la menor, el estupor, el silencio y la aparente calma se esparce en San Antonio Secortéz.
Hasta que mañana, en Navidad, concluya el funeral y la comunidad completa, con la madre a la cabeza, entierren a Jakelin y el sueño de permanecer con su padre hasta la prosperidad.