Ayvalik (Turquía) – Pocas lanchas neumáticas cargadas de refugiados que salen de las costas turcas hacia las islas griegas llegan a su destino: muchas acaban de nuevo en el punto de salida tras sufrir una «devolución en caliente» por los guardacostas griegos, denuncian tanto Turquía como los migrantes.
«Estábamos llegando, pero la Policía griega nos paró. Nadie nos ayudó», cuenta una refugiada afgana que se identifica como Masum, poco después de ser rescatada por los guardacostas turcos a pocos kilómetros de la isla griega de Lesbos.
«Nos pararon dentro de las aguas griegas, nos llevaron a las aguas turcas y nos abandonaron allí», describe la mujer a Efe.
Las autoridades griegas niegan desde hace meses que se estén realizando estas «devoluciones en caliente», que son ilegales según el derecho de asilo europeo, y acusan a Turquía a «ayudar» a los migrantes a llegar a territorio griego en lugar de impedir que las embarcaciones salgan de sus costas.
A LA DERIVA
La lancha neumática en la que viajaba Masum junto con otros 27 afganos, entre ellos nueve mujeres y varios bebés, ya no tiene motor: ella afirma que se lo quitaron los policías griegos antes de dejarla a la deriva.
Oficiales de los guardacostas turcas señalan a Efe que es un procedimiento cada vez más habitual.
Si en 2020, casi un 45 % de los migrantes rescatados en el Egeo habían sufrido un encontronazo con la vigilancia griega, en los primeros tres meses de 2021 ya era un 75 %, y todos los testimonios describen una actitud dura y hostil.
«Pincharon nuestra barca con palos puntiagudos», relata Masum, aunque su grupo tuvo suerte y la lancha no se hundió.
Apenas terminado el rescate de los afganos, los guardacostas turcos reciben una nueva alerta: hay otra embarcación neumática con africanos a bordo, también a la deriva. En este caso, el motor sigue en su sitio, pero está roto.
«Estábamos cruzando a Lesbos, a las cinco de la mañana, pero la policía griega nos detuvo. Destruyeron el motor, echaron la gasolina al agua y luego nos empujaron hacia atrás», cuenta a Efe Ahamad Yabati, de la República Centroafricana.
«Los policías iban de negro, como ninjas, vinieron cuatro, uno con pistola, nos decían ¡silencio!», recuerda el migrante.
A algunos les quitaron el móvil pero otros pudieron conservarlo y llamaron al número de emergencias turco, agrega.
ABANDONADOS
A veces son las propias patrulleras griegas las que transmiten a Turquía la posición de una lancha neumática a la deriva, explican fuentes de la comandancia turca.
Pero turcos y griegos compartían antes un canal de comunicación y se llamaban por teléfono, ahora ya no funciona así, añaden, y las coordenadas llegan por fax a Ankara.
Los guardacostas turcos aseguran tener numerosos testimonios de «devoluciones en caliente» con retraso de días: personas detenidas ya en la isla son abandonadas en el mar, aseguran.
Las patrulleras griegas llevan a los detenidos hacia el límite de sus aguas territoriales, los colocan en balsas salvavidas hinchables y luego avisan a Ankara, cuentan oficiales turcos, que muestran como prueba varios vídeos.
«Al sur de Lesbos hay una zona de fuerte tráfico marítimo de cargueros, y como las balsas no tienen metal, no aparecen en sus radares. Es como dejar un coche con el motor averiado y sin luces en una autopista», se indigna un oficial.
También la ONG noruega Aegean Boat Report ha documentado este tipo de expulsiones: contabiliza un total de 558 personas abandonadas en alta mar con 35 balsas salvavidas solo en 2021 y cree que esa práctica ha causado ya varias muertes.
LESBOS, PUNTO CALIENTE
Lesbos sigue siendo el punto más caliente de la migración clandestina a Europa, con unos 7.500 del total de casi 19.000 migrantes que la vigilancia turca rescató en el Egeo en 2020.
Unos 8.000 náufragos provenían de «devoluciones», la mitad de ellos en Lesbos, aseguran las autoridades turcas.
En lo que va de año, Turquía ha interceptado en el Egeo a unos 2.700 migrantes, unos 1.900 de ellos tras una supuesta devolución.
Aunque Turquía alberga a casi 4 millones de sirios, muy pocos se aventuran al mar, señalan fuentes turcas. Ahora, las principales nacionalidades son afganos, somalíes y congoleños.
Al llegar a puerto turco, una ambulancia espera a los náufragos para hacer un control sanitario antes de que sean trasladados a un centro de extranjería, aunque todos saben que esto solo es una fase más: muchos volverán a intentarlo.
Efsane, una joven afgana, aprovecha el descanso para resumir su experiencia: «Fuimos a Grecia. Nos pegaron. Nos quitaron el motor y lo tiraron al mar».
«Luego nos llevaron por mar a Turquía, nos abandonaron y se fueron. Era muy duro, estoy muy cansada, mi bebé lloraba mucho. Entraba agua, todos lloramos mucho, teníamos miedo», recuerda.
En una playa, la policía ha detectado otro grupo de afganos a los que, según testigos, una patrullera griega obligó a volver a la costa turca.
«Empujaron la barca desde detrás. Cuando estábamos ya casi en la playa nos rompieron el motor e hicieron cortes en la barca», explica a Efe el refugiado Ali Murtaza junto a un motor destrozado y una neumática desinflada.
Los guardacostas turcos aseguran que no pueden impedir que la gente salga desde sus costas en dirección a Grecia.
«No se puede detener a todos. Es como ser portero de fútbol con 500 jugadores disparando a portería», resume un oficial la situación.