Tegucigalpa – Una clínica que Médicos Sin Fronteras (MSF) estableció hace más de dos años en el barrio Guamilito de la ciudad de San Pedro Sula, es lo que permite que trabajadoras sexuales como “Carolina” puedan prevenir el contagio del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
-Más de 42 mil personas conviven en Honduras con el VIH tras diagnosticarse 918 nuevas infecciones en los diez meses de 2023, lo que supone un nuevo caso cada 8 horas.
“Las trabajadoras sexuales siempre tenemos riesgos en nuestra labor”, dijo Carolina, una mujer de 37 años que lleva más de 10 trabajando en las calles del centro de San Pedro Sula, una de las ciudades más peligrosas de Honduras y de la región.
Hay hombres que intentan golpear, muchos hombres se quitan el preservativo sin nuestro consentimiento y esto ya es una emergencia para nosotras. Recuerdo una vez que un hombre lo hizo, sin decirme nada y de hecho me culpó, diciendo que yo lo iba a infectar y transmitir enfermedades, detalló con un dejo de indignación.
La mujer contó su testimonio en un consultorio de la clínica que MSF estableció hace más de dos años en el barrio Guamilito, muy cerca de las calles donde trabajan Carolina y decenas de mujeres y hombres que se dedican al comercio sexual en esta zona de la ciudad. Fue justamente a este lugar al que Carolina acudió tras el episodio de violencia sexual que vivió aquella vez. “Mis amigas me dijeron que viniera a esta clínica y lo hice de inmediato. Me atendieron muy bien. Gracias a Dios salí limpia en todo, terminé todo el tratamiento y no me salió un VIH u otra enfermedad”, recuerda con alivio.
El tratamiento al que hizo referencia Carolina es la PEP, que significa Profilaxis Post Exposición, una serie de medicamentos que, tomados en el tiempo y la forma adecuada, previenen el contagio del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Hasta los 5 días, las pacientes pueden además prevenir un embarazo.
Esta atención médica se complementa con prevención y tratamiento de infecciones de transmisión sexual, así como atención en salud mental desde el primer momento de la consulta, continuando con tratamiento a mediano y largo plazo.
Atender casos como este es una de las razones de la existencia de la clínica de MSF, pues la violencia sexual puede traer muchas consecuencias médicas y psicológicas y las personas trabajadoras sexuales y de la población LGBTIQ+ son especialmente vulnerables. “Según datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, San Pedro Sula fue una de las ciudades con mayor número de casos de violencia y violencia sexual en 2022. Aunque en este momento los servicios de atención integral a víctimas y sobrevivientes de violencia sexual son escasos, esperamos que con la implementación del Protocolo de Atención se alivien estas necesidades”, afirmó Joaquim Guinart, coordinador del proyecto de MSF en esta región.
Uno de los focos de esta clínica es también trabajar en la prevención del VIH con la Profilaxis Preexposición o PrEP, que se toma antes de una relación de riesgo o de manera continua, con el fin de reducir la incidencia de este virus en poblaciones que no reciben un tratamiento adecuado por falta de recursos en el sistema, pero también por cuenta del estigma y la discriminación de parte de ciertos profesionales de la salud, descrió Guinart.
Hasta la fecha, en la Clínica de San Pedro Sula se han realizado más de 177 tratamientos PEP a personas que han estado en situaciones de relaciones sexuales de riesgo o por violencia sexual. Además, más de 240 personas han recibido PrEP de los cuales el 50% de las personas continúan en tratamiento por identificarse aún en riesgo de infección. La mayoría de los y las pacientes llegan con el interés de iniciar el tratamiento profiláctico u obtener consejería. Desde MSF el equipo médico y de promoción de la salud trabaja en la sensibilización sobre la importancia de este tratamiento gratuito y confidencial a las poblaciones clave.
Sin embargo, el objetivo de las actividades de MSF va más allá de la atención de estos casos. “La asistencia en la prevención del VIH es una de las puertas de entrada a una visión integral de la atención a estas poblaciones con salud sexual y reproductiva, salud mental y apoyo social.”, acotó Laureline Lasserre, oficial de asuntos humanitarios del proyecto de MSF.
“Estamos hablando de personas que suelen vivir en contextos de mucha vulnerabilidad socioeconómica, en los que además tienen que enfrentar múltiples barreras para acceder a servicios médicos dignos, sin prejuicios y sin sufrir violencia física y psicológica”, continuó.
Isabela, una joven mujer trans que asiste regularmente a terapia psicológica con MSF, narró que vivió un calvario durante su transición de género por cuenta del maltrato de diversos profesionales de la salud a los que acudió a lo largo del proceso. “Aunque podía pagar a psicólogos, me sentí discriminada tanto en lo físico como en lo emocional. Tuve que soportar insultos y amenazas, olvidaba mi nombre y mis pronombres, o metían temas religiosos, relacionando mi depresión con lo que soy, afirmando que mi situación de salud mental se relacionaba con ser una mujer trans. Todo cambió cuando llegué a consulta con MSF, recuerdo que salí llorando de la primera sesión porque nunca me habían tratado tan bonito y tan respetuoso”, aseguró.
En la Clínica de San Pedro Sula, los equipos de MSF brindan atención en salud mental, educación en salud y acompañamiento social. Además, ofrecen atención integral a víctimas y sobrevivientes de violencia sexual, control del embarazo, planificación familiar y tratamiento de ITS.
En los últimos dos años, se han realizado más de mil 400 consultas médicas, mil 75 consultas de salud mental y mil 319 consultas de trabajo social. Y, a través de las actividades comunitarias, se han beneficiado más de 15 mil 577 personas.
“En estos dos años trabajando con estas poblaciones nos hemos dado cuenta de la importancia de cerrar las brechas de acceso a la salud para reducir la vulnerabilidad a la que están expuestas cotidianamente, pero sobre todo de cómo aspectos que parecen tan sencillos como la amabilidad y la empatía pueden hacer la diferencia a la hora de brindar atención médica y psicológica. Reconocerlas como personas con múltiples dimensiones que no se definen por su oficio, su identidad de género o su orientación sexual les devuelve autonomía, un mínimo frente a realidades que siguen inaceptables”, concluyó Lasserre.