Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Las fiestas navideñas y de fin año mantienen en Tegucigalpa, la capital del país, su tradicional efervescencia. Calles congestionadas y las bocinas de los automóviles sonando escandalosamente evidencian la impaciencia de los automovilistas ansiosos por llegar a su destino.

En las estrechas aceras y escasos pasos peatonales, las personas se atropellan entre sí y más aún, con decenas de vendedores ambulantes que buscan espacios para vender cualquier mercancía, mayormente baratijas chinas. Muchos son jóvenes, gran parte mujeres, pero también se ven hombres y ancianos que hacen su esfuerzo.

Los niños también hacen su intento, van desde los que simplemente piden unos centavos o comida, los que hacen artificios y malabarismos para atraer a los conductores, los que limpian vidrios y otros que ofrecen, según la temporada, desde almanaques, frutas, para-brisas entre una diversidad de productos.

Son también decenas de jóvenes madres, muchas de ellas adolescentes, apostadas en rotondas y calles, cargando a sus pequeños hijos. Son escenas que se reeditan una y otra vez y que representan uno de los rostros más duros de la pobreza urbana en el país.

Proceso Digital le bastó hacer un corto recorrido para encontrar en el centro de una zona comercial y financiera capitalina, ubicada sobre el boulevard Centroamericana, una muestra de la dura realidad que azota a las mujeres y a sus pequeños hijos.

Allí en las modernas rotondas, en las entradas de los grandes centros comerciales y en un sinfín de agencias de negocios, muchas jóvenes escuálidas dejan ver sus desgarradoras realidades.

La época es propicia para pedirle a los transeúntes y automovilistas “las pascuas”, algunas lo expresan en botes plásticos usados en los que con “la ortografía” que les ha permitido su escuela, ellas exponen el hambre que soportan al tiempo que beneficien a los dadivosos y a sus familias.

Muchas son tan niñas que sus hijos podrían ser sus hermanos. En el país, cada hora, tres adolescentes paren, indican datos de Plan International Honduras de mediados de este año.

Tres adolescentes dan a luz cada hora en Honduras

Los embarazos en niñas menores de 14 años son considerados por el Código Penal como violaciones, pero los delitos de este tipo judicializados son mínimos, lo que incrementa los abusos, crímenes e impunidad. Igualmente, la educación sexual integral en jóvenes entre esas edades y que forman parte del sistema educativo es precaria o inexistente.

En el país la población infantil entre 0 y 14 años asciende al 35.5% según la organización pro-niñez Humanium, misma que califica a Honduras con un duro irrespeto a los derechos de los menores.

Keyla es un ejemplo de esa dolorosa realidad, ella tiene 16 años y amamanta con su raquítica mama a un pequeñito de ocho meses mientras comenta que se enamoró de un joven un año mayor que ella pero que al salir embarazada él se marchó, emigró sin documentos hacia los Estados Unidos en busca de un trabajo para mantenerlas. Desde entonces no volvió a saber de él.

En el país la pobreza llegó al 70% el 2020 debido a la pandemia de la COVID-19, indican datos del Observatorio Demográfico de la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

Tras la pandemia, dos huracanes que asolaron gran parte del territorio agravaron la situación y en medio de ella, los altos niveles de corrupción pusieron un acento aun más grave que incidió en toda la población, gran parte de ella quedó desempleada. El Consejo Hondureño de la Empresa Priva (Cohep) estima que los puestos de trabajo perdidos rondaron el millón.

Pero en el contexto, los niños se llevaron una de las peores partes en un país donde las familias con un solo progenitor rondan casi el 50%, revelan datos oficiales. La desprotección infantil es cada vez más visible y aunque hay muchos acogidos en centros de asistencia social, tanto de organizaciones civiles como estatales, el drama les rebasa con creces.

La catástrofe educativa

El Consejo Hondureño de la Empresa Priva (Cohep) estima que los puestos de trabajo perdidos rondaron el millón durante la pandemia.

Esa inequidad sigue impactando en la educación de los niños, como lo refleja un artículo, escrito por los académicos Marlon Breve y Roger Martínez Miralda, en ocasión del Bicentenario de la independencia,  “a mediados de 2021 había menos de 2 millones de niños en edades entre 5 y 17 años matriculados, recibiendo clases, y posiblemente 1 millón estarían fuera del sistema. Asimismo, a nivel superior hay en Honduras 21 universidades; 6 estatales y 15 manejadas por la iniciativa privada, con lo que se cubre a alrededor de 240,000 estudiantes, lo que apenas significa un 17% de cobertura”.

Agregan en su escrito que, “Luego de 200 años los desafíos continúan siendo imponentes. Sin ser exhaustivos, se pueden señalar: una mayor equidad e inclusión; una calidad educativa en los distintos niveles y áreas geográficas, sobre todo en el subsistema gubernamental; una infraestructura escolar que urge de mantenimiento y de dotación de equipo tecnológico indispensable para poder brindar una educación acorde no solo con la coyuntura específica actual, sino con las necesidades de un mundo interdependiente y globalizado; un cuerpo docente realmente ilusionado con su labor, respetado por todos los actores del panorama educativo y que tenga a su disposición todas las herramientas para poder desarrollar unas competencias útiles y actualizadas en los estudiantes de todos los niveles”.

A Proceso Digital le bastó hacer un corto recorrido para encontrar una muestra de la dura realidad que azota a las mujeres y a sus pequeños hijos.

Mientras tanto, en las modernas rotondas y entre las portentosas obras de infraestructura en la metrópoli hondureña, las jóvenes madres siguen viviendo su drama. Son niñas criando a sus hijos y su salida la encuentran en la calle, piden limosna, hacen trabajos básicos y con ellas, a su lado, sus hijos que crecen también en las calles. En medio de las fiestas decembrinas su apuesta es “las pascuas”.