Portland (EE.UU.) – Independientemente de si el individuo que elabora una salsa, unos tacos, una pastela marroquí o una paella es un inmigrante, los estadounidenses responden con amor a su comida, dejando atrás odios y rencores enconados por determinadas políticas hacia oleadas migratorias.
Lo que todos tienen claro es que no están dispuestos a prescindir de las cocinas allende los mares y se niegan rotundamente a vivir a base de barbacoas y comida rápida.
Francisco Castañeda, natural de México y propietario de un «food cart» (cocina móvil) de comida típica de su país, dijo a Efe que se trata de «una buena forma nuestra de interactuar con ellos y también para ellos una manera de comunicarse con nosotros».
«La comida es algo que se puede decir que les gusta», añade Castañeda, que regenta una de los plazas más concurridas de la famosa ciudad gastronómica de Oregón (Portland, oeste).
Pero esta forma de intercambio, plenamente aceptada y donde ambas partes disfrutan de una excelente relación, beneficia al extranjero en su integración, ya que ante un suculento plato con aromas mediterráneos, el estadounidense ni se plantea cómo o de dónde llegó el cocinero a este país, y mucho menos piensa en la necesidad de deportarlo.
Una cliente de los carritos de comida griega dijo por su parte que, indiscutiblemente, la comida «es diferente» y en su opinión «supera a la americana (estadounidense)».
Este amor por el paladar desconocido es algo que se ha vuelto interés universal, y la muestra está en la cantidad de programas de televisión que hay metidos en el tema.
Es algo curiosamente más acentuado en EE.UU., según un estudio reciente de la compañía YouGov, realizado conjuntamente en 7 países europeos.
De las 1.200 personas encuestadas en EE.UU., el 50 % señaló a la «comida» como la principal ganancia que deja la inmigración, mientras que el 43 % mencionó que son los negocios o las economías locales los sectores más favorecido, y el 42 % mencionó a la cultura.
La encuesta apunta que, aun con un Gobierno que preconiza políticas de tolerancia cero hacia los indocumentados, EE.UU es el país más a favor de la inmigración. El sondeo anota que 1 de cada 4 estadounidenses (un 25 % de la población) cree que los extranjeros traen más beneficios que perjuicios.
Pero los cocineros y restauradores estadounidenses también se enriquecen con el intercambio cultural.
Nate Thilen, uno de los restauradores más importantes de Portland, dueño, entre otros, del restaurante Bar Casa Vale, asegura que la inmigración es increíblemente necesaria en EE.UU para la cocina.
Los alimentos y la cultura que «vienen a este país traen sus historias, sus ideas, su tradición familiar y las comparten con nosotros. Esa es la forma en que nosotros aprendemos», añade.
«Si nos cerramos en lo nuestro y no miramos al mundo, entraremos en una espiral que acabará con nosotros», redondea Thilen, un estadounidense inspirado en las «tapas» españolas.
Dueño además de la empresa de charcutería Provision Foods, Thilen agradece a los extranjeros el haberle ayudado a «tener pasión por el lugar» de donde viene.
«Tenemos montañas, productos y granjas que son alucinantes y he aprendido a mirar a mi tierra a través de sus ojos, y la he comprendido mejor», afirma.
Javier Canteras, natural de Bilbao (España) y cuyos padres emigraron a EE.UU cuando él tenía 5 años, es el chef y propietario del restaurante de cocina vasca Urdaneta.
Su idea sobre la suma de la comida de otras latitudes se basa en alejar a los estadounidenses de los malos hábitos alimenticios, que afectan gravemente a su salud.
«En mi restaurante es lo que estamos haciendo. La gente viene y les hacemos estar sentados disfrutando por 2 ó 3 horas. Tienen que sentarse y disfrutar de verdad la comida, porque es buena, saludable y local, y tratamos de implantar esa mentalidad española a nuestros clientes», comenta Canteras.
Además del amor, la comida es el lenguaje silencioso más universal, dice el chef, quien considera que su responsabilidad es también educar a sus clientes sobre las tradiciones de España e indicarles qué pueden encontrar en el País Vasco o en Andalucía. «Muchos viajan a España y vuelven encantados, dándonos la razón», matiza Canteras.
Generalmente, los estadounidenses aceptan los beneficios de la inmigración en su dieta y, según la Asociación Nacional de Restaurantes de EE.UU, el 29 % de los negocios de restauración del país están en manos de inmigrantes.
Lo que estos cocineros tendrán que asegurar es que, una vez colgados los delantales, sus amorosos comensales no cambien la pasión por infundios que conducen al rencor, ya que además de los restaurantes a pie de calle, cualquier hogar de un extranjero le abrirá un universo nuevo, aseguraron los maestros del guiso.