Tegucigalpa/New York – El 26 de junio pasado cuatro miembros de una familia hondureña se armaron de valor para huir de las amenazas de pandillas. Cogieron una que otra mudada, una pequeña suma de dinero y juntos se hicieron un nudo para emprender la ruta migratoria con el afán de llegar a Estados Unidos.

– Al menos 13 mil 728 hondureños han presentado una solicitud de asilo a EEUU este año, según cifras oficiales.

Joaquín -así llamaremos al jefe de esta familia que por razones obvias prefiere no revelar su identidad- decidió relatar a Departamento 19 -sitio web especializado de Proceso Digital en temas migratorios- lo que tuvieron que pasar en casi 90 días para finalmente pisar suelo estadounidense.

“Decidimos irnos de Honduras porque unos mareros me habían amenazado que acabarían con mi vida, así como la de los seres más queridos, es decir mi esposa y dos hijos”, comenzó contando.

Las amenazas surgieron porque Joaquín se negó a pagar extorsión a los criminales que reclamaban una fuerte suma de dinero para cesar en sus intenciones.

Sin pensarlo mucho, estos cuatro miembros de esta familia capitalina, decidieron dejar todo su patrimonio en un barrio de Comayagüela, de esos tantos que son gobernados por las maras o pandillas.

CARAVANA JIMMI

El entrevistado -de 35 años- se dedicaba a trabajos de fontanería, electricidad y servicios generales. Su esposa era barista desde hace 12 años en Espresso Americano y los niños estudiaban en el sistema público; ambos en el instituto Dionisio de Herrera de Comayagüela.

En cuestión de días todo quedó abandonado. Los cuatro hondureños pagaron un coyote para que los llevara aunque sea a México, ya allí ellos buscarían opciones para cruzar al otro lado.

“Lo más difícil fue explicarles a los niños que dejaríamos la escuela, la casa y la familia. Mi esposa lloró mucho y no estaba convencida en qué debíamos emprender el viaje. Fueron momentos duros porque también atrás quedaron mis padres, hermanos y sobrinos”, describió con la voz entrecortada a través del auricular.

En pocos días este núcleo familiar estaba en Acayucan, estado de Veracruz, México, donde fueron detenidos junto a más de otro centenar de compatriotas hondureños, posteriormente fueron apresados y deportados por la vía terrestre a San Pedro Sula.

“Apenas habían pasado 12 días desde que salimos de Honduras y estábamos deportados, sin dinero, con los ánimos por los suelos, pero con la fe que lo volveríamos a intentar”, citó el catracho.

DETENCION RETORNO

Al 13 de septiembre suman 85 mil 513 los hondureños deportadostanto por la vía aérea, terrestre y marítima, de acuerdo a informes oficiales.

El entrevistado reveló que aunque no llevaban mucho dinero, el “coyote” (traficante de personas) les robó mil 500 dólares que le habían dado para que los llevara lo más adentro posible. “Sabíamos que ese señor nos dejaría lo más adentro posible de México y luego de ahí nosotros pediríamos dinero a nuestros familiares para que nos cruzaran la frontera”.

Joaquín, que anteriormente había cruzado la frontera en un par de oportunidades, decidió volver a Honduras porque echaba de menos a sus dos hijos y a su esposa. Con respecto a las anteriores veces que cruzó territorio mexicano narró que “ahora era más complicado para mí porque llevaba a tres personas que tenía que cuidar. No solo era yo, tenía que poner el pecho por ellos y sabía que tenía que ser más cuidadoso”.

frontera guate

Segundo intento

Empezando la segunda quincena de julio estos cuatro hondureños volvieron a salir de Puerto Cortés. El objetivo era el mismo, llegar a New York, donde Joaquín tiene dos hermanos y otros familiares, a quienes les había dicho que molestaría cuando estuviera en la frontera entre EEUU y México.

Las cosas no fueron como las planificó. Ya solo, sin el “coyote”, con poco dinero -el que le giraban desde Tegucigalpa sus hermanos y padres-, sacaron fuerzas de flaqueza para coger el camino hacia la ciudad de los rascacielos.

Llegaron a México DF y ahí tuvieron que pernoctar por espacio de 48 días. Habían recibido la promesa que otro coyote los recogería para llevarlos por la frontera de Tijuana, donde hay miles de hondureños varados desde que explotó la crisis migratoria en octubre del año pasado.

En la capital mexicana se hospedaron en un hotel. Ahí pagaban mil pesos diarios, más los gastos de la comida. Pasaban los días, tenían que pedir dinero a sus familiares, mientras las esperanzas permeaban la tolerancia.

“Estuvimos casi 50 días pidiendo dinero a familiares en Honduras, otros en EEUU e incluso a amigos que sabían que estábamos abandonados en México. Pasábamos todo el día encerrados en la habitación viendo televisión y tratando de estirar nuestros sueños para no desesperarnos. Los niños se impacientaban y mi esposa me reclamaba que lo mejor era volver a casa aunque eso sería una especie de sentencia de muerte”, recordó Joaquín.

Comenzando septiembre finalmente la familia hondureña recibió gratas noticias. El “coyote” llegó por ellos y se los llevó a la frontera por el lado de Arizona. Fueron varios días de viaje, pero frente a sus ojos estaba el paso fronterizo de Tucson.

“Aguardamos dos o tres días y nos empapábamos de cómo sería la cruzada”, cuenta con nostalgia para luego agregar que “tuvimos varios intentos fallidos por la cantidad de agentes fronterizos desplegados en esa zona, sabíamos que no sería nada fácil”.

fAMILIA MIGRA

Cruce de frontera

Llegó el momento de tomar decisiones, el 13 de septiembre en horas de la tarde después de medio consumir alimentos, Joaquín, sus dos hijos y la esposa decidieron irrumpir el muro y arriesgarse para llegar hasta el otro lado.

“Apenas cruzamos el muro, habíamos caminado dos minutos y nos cayeron los agentes de la migra, que se hacían acompañar de perros y hasta un helicóptero que sobrevolaba el lugar donde fuimos detenidos. Fueron momentos de miedo e impotencia, mis hijos nos quedaban viendo y me reclamaban que nos iban a volver a tirar a Honduras. No sabía qué decirles y solo me encomendé a Dios”, relató el migrante catracho.

Cuando fueron entrevistados por los agentes de migración, la joven madre no paraba de llorar e implorar que no los deportaran porque sus vidas corrían peligro. En su poder tenía los pasaportes, su renuncia laboral, la denuncia que interpuso en la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) y otros documentos que portaron en la ruta migratoria.

“Mi esposa estaba descontrolada. No paró de llorar por espacio de dos horas. Los niños estaban nerviosos y llorando también, yo solo los miraba sin saber qué hacer. Fue ese quizás el momento más duro que como familia nos tocó enfrentar”, describió.

Apenas estuvieron ocho horas detenidos y gracias a las plegarias les otorgaron una cita en corte para pelear su asilo. La primera cita es en octubre y deberán cumplir si quieren seguir gozando con el permiso legal para permanecer en suelo estadounidense.

Al menos 13 mil 728 hondureños han presentado su solicitud de asilo a EEUU este año, según cifras oficiales.

Los cuatro hondureños se encuentran en New York. Con apenas poco tiempo de haber llegado luego de tres días de viaje en autobús desde Arizona.

CANDADO

Joaquín -el jefe de la familia- porta grillete en uno de sus pies y dice que tiene que cortar la llamada porque ahora les toca descansar.

Se despide manifestando que “gracias por la entrevista. No sabemos qué pasará, pero estos días que han pasado han servido para reflexionar sobre muchas cosas. Ojalá logremos el asilo y salir adelante en este país. Desde aquí los veo a ellos -esposa e hijos descansar en una pieza de habitación- y claro que me contesto que vale la pena hacer el sacrificio que sea”.

Joaquín cortó con un nudo en la garganta, pero con el corazón robusto porque abriga esperanzas que forjará un mejor futuro para los suyos, ese mismo que su patria no le pudo dar.

Esta misma semana se informó que el atasco de los casos que esperan una decisión en las cortes de inmigración de Estados Unidos sobrepasó el millón.