Dakar – En marzo, Aram Ndiaye no recibió la remesa que cada mes le envía su hijo. El confinamiento en España por la COVID-19 impidió a Mamadou ir al locutorio para mandar el dinero que permite a su familia pagar la comida, las medicinas e incluso la escuela de su hermano pequeño en Senegal.
Sentada en una gran cama de matrimonio que ocupa casi toda la habitación en su casa en Pikine, en la periferia de Dakar, junto a su marido en el borde de la ventana, la madre de Mamadou explica que es el único de sus hijos en España y el que ayuda de este modo a la familia a salir adelante.
«No podemos sin ese dinero. Pero, si no lo tenemos, buscamos la manera», cuenta a Efe esta ama de casa, cuyo marido jubilado percibe una pensión de unos 150 euros al mes que utilizan principalmente para pagar deudas con tiendas y vecinos.
«Muchas familias viven igual que nosotros y tienen los mismos problemas. (Sus hijos) no están enviando dinero porque no tienen trabajo, pero todo el mundo sabe que es por la enfermedad, que la situación es así en Francia, en España y en Italia», cuenta Ababacar Dieng, el padre de Mamadou.
LAS REMESAS SUPERAN LA AYUDA AL DESARROLLO
Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 49,7 % de los senegaleses en el extranjero (unos 265.000) residen en Europa y de ellos 116.000 viven en Francia; 79.000, en Italia y 59.000, en España.
El envío de dinero a la familia en sus países de origen es uno de los objetivos de los miles de migrantes que llegan -o intentan llegar- a Europa en busca de una vida con más oportunidades.
Su importancia es tal que en Senegal «el dinero de la diáspora representaba en 2018 el 9,1 % del Producto Interior Bruto (PIB), es decir, dos veces la cantidad de la ayuda pública al desarrollo recibida por el país durante ese mismo año», subraya Serigne Babacar Gueye, jurista senegalés especializado en migraciones internacionales, en un reciente artículo.
Para Abdoukarim Badio, un joven de 30 años que llegó hace nueve años a España y vive en Granollers (noreste), mandar dinero a sus padres y sus hermanos «es algo muy importante».
«Desde bebé, quienes me cuidaban eran mis padres, lo hacían todo por mí, han hecho muchas cosas por mí. Un día siento que soy mayor, que tengo que buscarme la vida y ayudar a mis padres», afirma Badio, que trabaja en una fábrica de perfumería que cerró por el coronavirus y que no ha podido enviar fondos a su familia a Senegal.
Desde Bilbao (norte), el hijo de Aram Ndiaye, que lleva diez años en España, comenta a Efe que él ya se encontraba sin empleo desde octubre y que estaba haciendo un curso para poder trabajar en lo que él quiere, como marinero.
Por suerte para él, recibe la prestación social por desempleo y otros subsidios, lo que le permite vivir mientras la situación mejora y consigue un nuevo trabajo.
«Está siendo duro. No sólo para mí, sino para unos cuantos. En mi caso igual más o menos bien, pero otros lo están pasando mucho peor. Pero afecta. Cuesta mucho enviar dinero cuando no se está trabajando», admite Mamadou por videollamada.
CIERRE DE LOCUTORIOS Y PÉRDIDA DEL TRABAJO
El coronavirus ha trastocado la transferencia de dinero no sólo porque con el confinamiento se hayan mantenido los locutorios cerrados, sino también porque muchos migrantes se han quedado en paro.
Youssoupha Sock, portavoz de la Asociación de los Inmigrantes Senegaleses en España, cuenta que la peor parte les toca a los que se dedican al sector servicios, «el que más daño sufre cuando ocurren estas situaciones», como ya se vio con la crisis de 2008 y en el que se ganan la vida muchos migrantes.
«Muchos de ellos ni siquiera han pasado por los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) y les han despedido directamente. Y respecto a los vendedores (ambulantes), su situación es muy complicada porque ni siquiera les cuentan como parte de la ciudadanía, como parte de los migrantes, porque no existen, no figuran en ninguna parte, así que no pueden recibir ningún tipo de ayuda», relata a Efe Sock.
En Senegal, la epidemia aún no se ha agravado tanto como en otros puntos del planeta. A 29 de mayo, este país de África occidental ha confirmado 3.429 casos y 41 muertes, pero quien puede se queda en casa o, como la madre de Mamadou, sale sólo para ir al mercado.
Tumbada en la cama de su habitación con la televisión encendida, la tía de Mamadou, Fatou Diagne, dice que viven la pandemia con mucho «estrés» y que tiene la cadena televisiva internacional France 24 todo el día puesta para estar al corriente.
El coronavirus también ha provocado que muchos senegaleses se hayan quedado atrapados en Senegal, a pesar de tener programado un vuelo a España.
Es el caso de Djiby Diop, que lleva casi 20 años en España y vive en Murcia (sureste), pero que pasó los últimos meses en Senegal a la espera de lograr un trabajo, evitando así los gastos de un alquiler en España y aprovechando ese tiempo para estar cerca de su familia.
«Había encontrado un trabajo en el campo, pero como yo no pude ir se lo han dado a otra persona que ya estaba allí», explica Diop, que dice que, con su sueldo en España, puede construir su casa y ayudar a la familia en Senegal.
REDES DE SOLIDARIDAD
En uno de sus mensajes sobre la COVID-19, el presidente de Senegal, Macky Sall, ya advirtió de la «caída brutal» de las remesas procedentes de las diásporas africanas y el Banco Mundial estimó un retroceso del 23,1 % para África subsahariana.
Para el jurista Gueye, la situación es alarmante y «la disminución de los ingresos procedentes de las actividades locales (afectadas por las medidas del coronavirus) puede ir acompañada de un agotamiento de (esta) fuente de ingresos, a menudo importante para los hogares».
Entretanto, los senegaleses en España crean redes de solidaridad en las que se ayudan entre ellos.
La Asociación de los Inmigrantes Senegaleses en España intenta, junto a otros grupos, apoyar «en la medida de lo posible» a quienes lo pasan peor, mediante la recaudación de fondos de ayuda y alimentos.
En Bilbao, la «teranga» (solidaridad) que se asocia a Senegal también se ha activado entre la comunidad de senegaleses y, según Mamadou, «todo aquel que puede, da igual que dé 5 o 100 euros, aporta algo, se junta y se da a quien más lo necesita, a quienes no están trabajando o no están recibiendo ninguna prestación».
Mamadou no pudo mandar dinero en marzo, pero buscó el modo de que su familia tuviera cubiertas sus necesidades básicas ese mes.
«Fueron a la tienda donde suelen comprar y se llevaron toda la mercancía que quisieron y cuando pude mandé el dinero a la tienda directamente. Yo siempre intento que tengan lo que necesitan», recuerda Mamadou, esperando que vuelva la normalidad cuanto antes.
Y Badio añade: «Espero que sea pronto porque ya es necesidad. Tengo muchas ganas de volver al trabajo. Estamos esperando la llamada».