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Roma – Italia vive desde hace semanas inmersa en una crisis sanitaria y económica sin precedentes en el último medio siglo, y colectivos como el de los migrantes irregulares ven cómo se agrava su situación ya de por sí vulnerable, especialmente para aquellos que trabajan en el campo.

Mientras que el Gobierno ha declarado a los puertos italianos «no seguros» para evitar la llegada de barcos de rescate humanitario, los agricultores alertan de que faltan cientos de miles de trabajadores para recoger frutas y verduras, tareas que llevan a cabo en su mayoría jornaleros extranjeros.

UN CAMPO SIN TRABAJADORES Y TRABAJADORES SIN PROTECCIÓN

«La Constitución italiana dice que todo el mundo tienen derecho a la salud, pero esto no se está cumpliendo con los migrantes. Están en riesgo, muchos no tienen acceso a material sanitario», lamenta Andrea Costa, presidente de la asociación de apoyo a los migrantes Baobab.

«Llevamos la comida a la mesa, pero tenemos hambre», es el lema de la campaña de recogida de fondos para los trabajadores del campo que puso en marcha hace pocos días el activista sindical y jornalero Aboubakar Soumahoro, y que ya ha recaudado 87.000 euros de los 100.000 que tiene previstos.

Soumahoro denuncia que trabajan «sin guantes, mascarillas o distanciamiento» y que al estar en situación irregular no pueden acceder a «subsidios, paro o vacaciones», por lo que llama a Italia a apoyarles en una situación de «dolor y angustia compartidos».

La asociación de agricultores Coldiretti advierte de que un 40 % de la producción de frutas y verduras se puede echar a perder en los campos debido a la falta de trabajadores extranjeros estacionales, unos 370.000, de los cuales un tercio proviene de Rumanía.

«Ahora cuando hace falta mano de obra en el campo muchos políticos se dan cuenta de cómo necesitan a los inmigrantes, o mejor dicho, cómo necesitan esclavos», señala Costa, que critica que muchos jornaleros viven en condiciones de miseria, con poca seguridad laboral y con sueldos irrisorios.

Sindicatos y organizaciones sociales han reclamado en los últimos días que se regularice la situación de los migrantes por lo menos de forma temporal, mientras dura la emergencia sanitaria, algo que ya se ha hecho en Portugal.

«Esta medida serviría para luchar contra el trabajo en negro, reduciría el riesgo de contagio y garantizaría el acceso de miles de trabajadores a subsidios de desempleo», según solicitó al Gobierno el sindicato mayoritario CGIL.

Las situaciones de explotación, incumpliendo las medidas de protección del Gobierno, se han repetido de norte a sur del país, como en los campos de Fondi, zona agrícola entre Roma y Nápoles.

Aquí, la policía paró a tres furgonetas en las que viajaban 25 jornaleros bengalíes, sin guantes ni mascarillas y denunció a los conductores italianos que los llevaban a las plantaciones.

La ministra de Políticas Agrícolas, Teresa Bellanova, reconoció la situación de estos lugares de trabajo: «hay guetos llenos de trabajadores del sur del mundo que trabajan en negro, y allí está creciendo la desesperación y la rabia».

Bellanova abría la puerta a una regulación de su situación porque «si ciertos procesos no los controla el Estado, se encarga la mafia». Además, se reunió con el embajador de Rumanía para dar facilidades a los trabajadores estacionales rumanos y así intentar asegurar unas campañas de recogida que peligran.

LA INMIGRACIÓN, FUERA DEL FOCO MEDIÁTICO

En Italia se calcula que viven más de 600.000 inmigrantes irregulares, según datos del Instituto para el Estudio de Política Internacional (ISPI), que en un informe reciente observa cómo una gran parte de ellos no tienen protección jurídica tras el paso de Matteo Salvini por el ministerio de Interior.

Mientras, el coronavirus ha frenado el trabajo de prácticamente todas las organizaciones de salvamento humanitario que operan en el Mediterráneo. Fuentes de SOS Mediterranée, que opera el buque de rescate Ocean Viking, denuncian a Efe que esta crisis «puede aumentar la mortalidad en la ruta migratoria del Mediterráneo Central, que ya es la más mortífera».

Lamentan también la decisión de Italia de declarar sus puertos «no seguros», orden que afecta al barco Alan Kurdi que espera desembarcar con 150 migrantes a bordo: «es una medida sin precedentes y que viola las leyes de rescate internacionales».

Después de unos últimos años en el que el debate político estuvo centrado en la inmigración, instigado por las políticas de Salvini, líder de la ultraderechista Liga, la pandemia ha provocado que «los italianos cambien sus prioridades», afirma Costa.

«Un efecto del coronavirus es que la gente se está dando cuenta de cuáles son los problemas reales y cuáles los problemas inventados, además de que está creciendo la solidaridad», continúa el presidente de Baobab, quien cree esta situación de emergencia «no le está viniendo bien» a Salvini.

«Ayudadnos a llevar comida y derechos a nuestras mesas», pide Soumahoro en un vídeo compartido en redes sociales en el que se le ve rodeado de otros trabajadores extranjeros en un campamento de chabolas. Una ayuda que no llega a los «condenados de la tierra, los trabajadores invisibles».