Tegucigalpa – Todos han sabido en Honduras de su bondad, de su solidaridad. Hablar de niñez desamparada sin mencionarla no es posible. Ha consagrado su vida a servir a los niños y los jóvenes. Sus miles de hijos y ella se confunden en un amor infinito. Es Sor María Rosa Leggol, la madre quien tras contagiarse de COVID y vencer el virus, no detiene su obra bienhechora.
“Yo llegué cuando tenía dos años, aquí encontré el hogar que se me habían negado, no recuerdo mucho de mi infancia, esto lo sé porque es lo que me han podido contar sobre mí”, expresó Josué Jonathan Gómez, un joven que fue formado en la Sociedad Amigos de los Niños (SAN), fundado por Sor María Rosa Leggol.
La SAN fue creada en 1966, por Sor María Rosa, es su obra infinita de amor, exitosa, aunque son múltiples las proyecciones de ella en toda Honduras, quien además de velar por el bien común de la infancia, también conduce programas que promueven a jóvenes a un mejor estilo de vida.
Sor María Rosa Leggol nació el 21 de noviembre de 1926 en Puerto Cortés, zona norte de Honduras, hija de padre canadiense y madre hondureña; desde entonces este ángel benefactor inició su peregrinaje marcado por la solidaridad y caridad en favor de los más desprotegidos.
Josué Jonathan Gómez y Sor María Rosa
El 13 de junio de 1949, recibió los hábitos como hermana de la orden de San Francisco en el convento de San José en Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos. Sus hijos, que son miles, y quienes han conocido de cerca su obra, le llaman “la Madre Teresa de Honduras”.
Su vida de misioneras le ha colocado como la pionera en el país en desarrollar modelos de protección integral de la niñez y adolescencia, privada de cuidados parentales, reinserción familiar y comunitaria.
Actualmente su hacer constante y devoto de servicio se vieron trastocados, más no menguados, porque el COVID-19 le ha contagiado. Aun en esas horas difíciles ella sigue pendiente de programas sanitarios, educativos y otras funciones en pro de sus niños y de los jóvenes.
Una mujer incansable
“A sus 93 años no ha bajado la guardia en sus proyectos, sigue al tanto de todo lo que pasa en la SAN”, comentó Carolina Agurcia, una señora ligada a las acciones de Sor María Rosa desde 1981 y quien fuera su asistente personal por muchos años. “Ella para mí es un ángel quien llegó para darme una oportunidad importante en mi vida”, comentó.
Agurcia reveló a Proceso Digital que “con alegría y gracias al Señor podemos decir que Sor María ha sido dada de alta, ella está en su casa, salió del hospital el jueves 23 de julio, siempre bajo control médico y su recuperación ha ido mejorando”.
“Fue una paciente asintomática, físicamente está muy débil, pero espiritualmente está más fuerte que nunca, es una mujer con una fortaleza espiritual envidiable”, acotó.
Una proyección de 54 años
En la actualidad, la SAN atiende a más de 300 menores en sus distintos establecimientos de caridad y proyección social, se tiene un estimado que, a lo largo de 54 años, más de ocho mil personas habrían sido beneficiadas por la obra creada por Sor María Rosa.
Además, unos 30 jóvenes, cursan estudios universitarios, gracias a nuevos programas promovidos por Sor María Rosa. “Muchos niños que llegaron a SAN lograron graduarse y hoy son grandes profesionales, son buenas personas para Honduras”, apuntó.
La acción pastoral de Sor María ha dado resultados muy alentadores en el municipio de Morocelí, en el oriental departamento de El Paraíso, oriente de Honduras y así como en Tegucigalpa. También administra varios centros temporales que corresponden a la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf).
Un testimonio que vale la pena conocer
El joven relató que a los 12 años conoció a su madre y por ende la verdad de su historia. Aseguró que no es una persona que guarde algún tipo de rencor porque reconoce que no tuvo el hogar que habría querido; pero asegura que su encuentro con Sor María fue lo mejor que le pudo haber pasado en su vida.
Jonathan de 31 años, es parte de esos menores a quienes la vida les dio una segunda oportunidad para poder crecer en un hogar donde prima la dignidad, el buen estilo de vida en que todo menor debería crecer en el país.
Contó que incluso se fue a vivir con su mamá, pero pronto decidió regresarse al hogar de niño, porque ahí era donde quería vivir y donde siempre quiso estar. Es uno de los hijos entrañables de sor María Rosa y ahora él es un dedicado al servicio de jóvenes y niños.
Una mujer ejemplar
“Yo ahora soy el encargado de la Casa de Transición Sor María Rosa, un grupo de jóvenes que funciona como un apoyo a la Sociedad Amiga de los Niños, aquí se siente el compromiso de poder ayudar a los demás, así como en su momento Sor María Rosa nos ayudó”, agregó.
“Para mí, Sor María es el mejor ejemplo que puedo tener en la vida, su fe, su solidaridad no tiene límites, para ella primero son los demás, siempre está pensando en cómo ayudar a las personas, yo disfruto buscar y rescatar niños hasta en los lugares más remotos de Honduras, porque, así como yo tuve la oportunidad quiero que muchos niños la tengan”, comentó.
Añadió que “hay tantas cosas que quisiera contar, pero lo único que puedo decir es que mi corazón pertenece a SAN, admiro mucho a Sor María, para mi es una madre que me dio la oportunidad de ser alguien en la vida, quiero seguir con su legado en Honduras”.
Víctima de la pandemia
Cuando la pandemia invadió su cuerpo, sor Maria Rosa dijo: “estoy segura de que Nuestro Señor está acá́ a mi lado, sentadito dentro de mi corazón”, y en es el pensamiento que la acompaña ahora en el proceso de recuperación.
“Estoy segura de que él (Dios), también está al lado de todos y en cada uno de ustedes. No perdamos nunca nuestra fe, jamás está demás una oración hecha con amor y con esperanza”, expresó en su corta declaración al ser hospitalizada.
Pidió que “sigamos rezando todos por la recuperación de los enfermos, por nuestro país, por el mundo entero, que atraviesa momentos tan difíciles por esta pandemia”.
Tras una minuciosa evaluación médica se confirmó que sus signos vitales, pulmones y su corazón están normales, únicamente presenta con los problemas de salud propios de su edad.
Fue el 9 de julio, cuando fue aislada en una sala hospitalaria de la ciudad, para comenzar su tratamiento del COVID; mismo al que ha respondido bien.
Delicada en su salud ella no abandona su crucifijo, símbolo que, según ella lo ha manifestado, le transmite y fortalece su fe inquebrantable al tiempo que ora por el bienestar de toda la humanidad.
Una mujer de fe y esperanza
Doña Carolina Agurcia y Sor María Rosa
Sor María dice que “yo solo tengo la mente y mi corazón, ustedes son mis manos y mis pies, yo la considero el rostro de la solidad y la caridad en Honduras, su amor por este país no tiene límites”, manifestó su cercana amiga y colaboradora Carolina Agurcia.
Carolina rememora como la Madre, antes de ser internada en el hospital, “desarrolló varias actividades, ella ayuda mucho a familias de escasos recursos económicos, ella pasa informada de todo lo que pasa en los hogares de niños, es la que siempre tiene soluciones cuando tenemos algún tipo de problema”, acotó
A ella siempre le funcionan los proyectos porque es una mujer con una fe inquebrantable, es muy segura de lo que hace, en su mente y en su corazón no existe un no para los niños y las personas, siempre busca como hacer las cosas, perennemente dice que el dinero no debe ser una preocupación porque son más las personas buenas que ayudan.
Va más allá en el tiempo y recuerda su vivencia cuando a inicios de la década de los 80, – “cuando tenía 24 años buscaba un trabajo de medio tiempo, Sor María me brindó la oportunidad, eso fue en 1981 trabajé muy de cerca con ella, llegué a ser su asistente, después continué mi labor en otras empresas, pero nunca me despegué de ella, después regresé para seguir apoyando su obra”, relató.
Agregó que ha vivido momentos críticos en la SAN y ha visto como Sor María ha podido librar tantas batallas financieras una y otra vez para fortalecer su obra por los niños, – “hay que decir que la SAN es un proyecto que funciona por la voluntad de Dios y la caridad de sus donantes, además del amor que muchos empleados le tenemos a este proyecto”.
La lucha de Sor María Rosa, la madre de miles de niños y jóvenes de Honduras, no se detiene, ni el COVD -19 con su envolvente y dañina presencia la han podido detener, ella, con su salud frágil, pero con su espíritu fuerte, sigue pensando en sus hijos, sabe que también hay muchos más que la requieren y por ello su lucha y su cruzada por servirles no se detiene.