Tijuana (México) – Los cerca de mil migrantes varados en la ciudad mexicana de Tijuana comienzan a sentir un creciente miedo y frustración tras el cierre casi total de la frontera con Estados Unidos debido a la pandemia, que los aleja del sueño americano.

Según datos de la Dirección Municipal de Atención al Migrante de Tijuana, actualmente hay 908 personas de diversas nacionalidades varadas en las decenas de albergues de esta localidad del noroccidental estado de Baja California y que operan de forma oficial y coordinada con autoridades estatales o federales.

En ninguno de los albergues se han dado casos de COVID-19, pero precisamente para evitar infecciones, se ha impedido a los migrantes salir al exterior, tensando más su frágil situación.

A través del programa «Remain in México» (Permanecer en México), impuesto hace más de un año por el Gobierno de Estados Unidos, se instauró que miles de personas esperen en varias ciudades fronterizas mexicanas la resolución de su solicitud de asilo en Estados Unidos.

La presión se incrementó en la frontera desde finales de marzo, cuando Donald Trump ordenó negar la entrada al país a todos los solicitantes de asilo debido a la pandemia del coronavirus, que acumula más de 18.000 fallecidos en México y casi 117.000 en Estados Unidos.

SIN EMPLEO

A raíz de esta decisión que busca proteger su salud, muchos de los migrantes tuvieron que dejar sus empleos temporales, así como las actividades que realizaban en las calles de manera informal para de alguna manera hacer más llevadera la espera del llamado, de habitualmente meses, ante una corte de Estados Unidos para evaluar su solicitud de asilo.

El «encierro», como ellos le han nombrado, comienza a entristecerlos y les genera incertidumbre, ya que el tiempo que podrían pasar varados en Tijuana se visualiza mucho más largo de lo que habían imaginado.

Juana Pérez, originaria del departamento de Nueva Segovia, Nicaragua, narró este miércoles a Efe que desde su llegada a México hace once meses se ha sentido traumatizada por haberse alejado de su familia, y desde entonces ha estado de proceso en proceso judicial.

«Mi corte final era en abril, ya iba a pasar a Estados Unidos pero por esto de la contingencia sigo acá, atrapada, me siento mal, el encierro es frustrante y pues es triste, tenemos así ya más de tres meses y no sabemos nada más», contó.

Juana, de 39 años, tiene la esperanza de pronto salir del albergue y retomar un trabajo que había conseguido. Sin embargo, entra en desesperación al escuchar que las fechas de acudir a la corte estadounidense se están posponiendo.

«Los meses atrás estar aquí en México no se sentía mal, el hecho de tener una rutina, irse de mañanita a trabajar y regresar de noche, pues el tiempo pasaba volando. Ahora la fábrica textilera donde trabajaba tuvo que cerrar», lamentó.

Y ello, continuó, ha afectado a su salud: «He subido mucho de peso, me siento deprimida, estoy afectada. Este encierro es horrible».

Magaly, originaria de El Salvador, vive actualmente en el Albergue Juventud 2000 y afirmó sentirse triste ya que la pandemia sanitaria ha venido a quitar sus ilusiones de llegar pronto a Estados Unidos.

Ella tenía su cita con un juez programada para el 16 de abril, pero debido a la contingencia sanitaria fue movida al 9 de julio, casi tres meses más tarde.

«Uno se espera a seguir en el proceso, pero que sea lo que Dios quiera, yo vengo con mi hermana, mi cuñado y mis dos sobrinos. Nosotros queremos seguir con el proceso hasta que el gobierno decida su respuesta, y mientras, estamos luchando y esperando», apuntó con cierta ilusión.

DESCONFIANZA Y DEPRESIÓN

Magaly piensa que el surgimiento de la COVID es una estrategia para que ellos como migrantes se cansen y abandonen su deseo de llegar a Estados Unidos.

La depresión ha llegado a afectar a los migrantes, y en ese sentido el coordinador de las Mesa de Seguridad para la Construcción de la Paz en Baja California, Isaías Bertín, dio a conocer que el pasado 9 de junio en el albergue Ejército de Salvación de la colonia (barrio) Libertad, un migrante se quitó la vida.

Para evitar situaciones similares, José María García, director de Juventud 2000, compartió con Efe que se está trabajando en dinámicas internas dentro del albergue que él dirige para hacer menos pesado el llamado encierro.

En este centro se realizan actividades físicas, deportivas y recreativas tanto para niños como para adultos, con el fin de alejar el desánimo.

«Desde nuestra percepción hemos sentido que con la pandemia la gente se siente poco a poco más desmoralizada ya que el tiempo para entrar a Estados Unidos se alargó, se sienten desprotegidos», mencionó.